Pocos gobernantes pasan a la historia y muchos al basurero, pero tarde o temprano todos pasan y quienes siempre quedamos para recoger los escombros que dejan tras de sí los traficantes del poder, para pagar los platos rotos y volver a poner en pie al país; somos los ciudadanos.
Es por eso que mi voto, mi confianza y todo mi apoyo, son para una ciudadanía cada día más consciente de que la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos.
Lo de los ciudadanos es mandar, lo de los políticos es atender a nuestros mandatos. Me cuesta trabajo aceptar que no avanzamos tan rápido como quisiéramos, pero como solían decirme los mayores, “Roma no se construyó en un día”.
Esto y qué sé yo cuántas cosas más me decían para inculcarme la virtud de la paciencia; aunque nunca lo consiguieron.
Yo como ya saben quién, quiero las cosas Hoy, Hoy, Hoy.
Es por eso que el pasado dos de julio me levanté ansiosa preguntándome como el divo español Raphael: ¿Qué pasará qué misterio traerá?/ puede ser la gran noche... Desde muy temprano, sentí la urgencia de que las horas transcurrieran deprisa para desvelarse por fin la exacerbada incertidumbre. ¿Calderón o AMLO? El gorjeo de mis chiquitos, que invadió la casa durante la mañana del domingo, me mantuvo más o menos distraída hasta que llegó el momento en que informé a mi familia: -Voy a votar-.
Y salí a darme un paseíllo para salvar mi dignidad, ya que me avergonzaba confesarles que hace tres semanas me robaron la cartera con mi credencial de elector, sin la cual era imposible votar.
Ya ni me quejo, porque vamos a ver: ¿Qué tengo yo de especial para que no me asalten como a todo el mundo en esta Ciudad de la Esperanza?
-¿Por quién votaste?- Preguntó mi familia cuando volví.
-Por Calderón- respondí sin titubear. Más tarde para exorcizar la ansiedad Querubín y yo nos fuimos a un restaurante donde la Ley Seca malogró mi apetito y mi humor.
La tarde era lluviosa y sólo por matar el tiempo nos metimos a un cine, pero en cuanto terminó la función corrimos a pegarnos a la tele donde todo era retórico para llenar el tiempo mientras aparecía Luis Ugalde, presidente del IFE -institución que con altísimo costo nos hemos dado los mexicanos y que es por lo tanto la única autorizada para ofrecer una información confiable- quien declinó dar a conocer todavía ningún resultado y convocó a la espera y a la cordura, seguido por la recomendación expresa del presidente Fox para que se respetaran los tiempos de las instituciones; lo cual no fue impedimento para que Martí Batres apareciera declarando la victoria indiscutible e irreversible de López Obrador y minutos después, macilento y desencajado el mismo Peje: “Gané y pido al IFE que reconozca mi triunfo”, afirmó con la contundencia que todos le conocemos, apoyado siempre en la consigna de “los pobres primero”, que representa lo más solvente de su capital político.
El candidato perredista como ha demostrado ya en muchas ocasiones, confía más en la movilización política y en la polarización de la sociedad, que en la legalidad.
Allá él. Poco después también macilento y desgastado, aunque más sereno, apareció Felipe Calderón: “Todo indica que desde el principio vamos ganando” y legó los indicadores del PREP.
¡Jesús! La noche estuvo cardiaca y por lo tanto no apta para mi Querubín que anda estrenando corazón. A estas alturas del partido, ya no me importa tanto quién ocupe la Presidencia, sino que los ciudadanos nos mantengamos despiertos y responsables.
Adelace2@prodigy.net.mx