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¿Y sus ideales?/Colosio

Raúl Muñoz de León

El 23 de marzo se cumplirán 12 años de su cobarde homicidio. Cayó abatido por balas asesinas disparadas por oscuras manos y móviles perversos que a esta distancia aún no han sido suficientemente identificadas unas y aclarados otros. De cualquier manera Colosio fue víctima de intereses políticos inconfesables; murió joven, perteneciendo a una generación valiente y atrevida, postulando una efectiva y viable esperanza de cambio, no sólo para el partido político que representaba y del cual era su candidato con muchas probabilidades de alcanzar por la vía democrática del voto la Presidencia de la República, sino para la sociedad mexicana en su conjunto.

Por eso, al conmemorarse uno más de sus aniversarios luctuosos, queremos traer a la memoria y compartir con el amable público que nos distingue con su lectura en este prestigiado Diario lagunero, algunos momentos trascendentes de su azarosa vida para conocer y comprender la dimensión y profundidad de su pensamiento y preguntarnos reflexivamente dónde están y qué ha sido de sus ideales.

Luis Donaldo Colosio tomó posesión como presidente nacional de su partido el tres de diciembre de 1988, y fue ratificado en el marco de la XIV asamblea nacional de dicha organización política, el primero de septiembre de 1990. Seis décadas eran ya demasiado tiempo para continuar sosteniendo un partido hegemónico de marcado dominio y supremacía frente a una oposición que, sin embargo, había despertado de su letargo y ganaba espacios al tiempo que crecía. Comprendiendo esta circunstancia, Colosio, el líder, dijo en aquel momento: “los tiempos que corren reclaman voluntad para promover y dirigir el cambio; los tiempos que corren exigen identificación en los hechos y en las acciones, pasión y entrega a la causa de México, por lo que nuestra apuesta política es por el cambio, como un proceso, como una obra colectiva. Las reformas no se harán desde fuera ni desde lejos. Ha llegado el momento de la gran transformación de México”.

En Querétaro donde en 1917 los constituyentes consagraron el orden jurídico de las libertades individuales y los derechos sociales como fundamento de la legitimidad del poder del Estado y donde en 1929 el Estado extendió las reformas políticas de la revolución, Luis Donaldo Colosio admitió que su partido muchas veces había dicho que habría de cambiar y no lo hizo. “Esta vez no podemos fallar, sentenció. Tenemos visión, talento y coraje para emprender el cambio. Estamos en tiempo para hacerlo. Es la oportunidad. No la perdamos”.

Fue entonces, el cuatro de marzo de 1989, cuando el líder carismático convocó a la militancia de su partido a la XIV asamblea nacional que será, dijo, decisiva en nuestra vida y aspiramos a que lo sea en la vida democrática de México. “Seremos el partido de las reformas en el umbral del siglo XXI, el de la sociedad civil, porque la emergente cultura política de los mexicanos revaloriza la figura del ciudadano protagonista de la vida contemporánea. Queremos una organización política unida, segura, actuante, combativa, deliberativa, inconforme y solidaria. Si hemos alcanzado la “no-reelección”, nos comprometemos a la realización plena del “sufragio efectivo”.

Quizá desde entonces, el pensamiento colosista comenzó a inquietar a los oscuros intereses de la política perversa y distorsionada. Quizá empezó a vérsele con recelo y desconfianza. Sólo así puede entenderse que Salinas de Gortari, presente en la celebración del aniversario partidista, haya dicho en su intervención que “el PRI cambiará por ser ese el signo del partido en el poder y no por obsequio a una exigencia externa proveniente del oportunismo y de la reacción. Mantengámonos alertas, No confundamos autocrítica con autodestrucción. El PRI no le teme al cambio, pero tampoco cambia por temor. No ganaremos perdiendo. Esa sería una concepción errónea; una forma de chantaje: la presión política de quienes no pueden ganar por el voto y para quienes sólo es democrático lo que satisface a sus intereses”.

Sin embargo, a pesar del extrañamiento presidencial, eso pareció al menos, Colosio demandó de los militantes acatar y dar seguimiento a varias líneas para vigorizar a su partido, previas a la realización de su asamblea.

1- Realizar un recuento de la militancia, para saber con certeza dijo el líder partidista: “quienes somos, cuántos somos y en dónde estamos”.

2- Impulsar a los más capaces hacia la Administración pública.

3- Reagrupar las Fuerzas convocando a todos a que se incorporen a las tareas partidarias.

4- Movilizar todo el partido, todo el tiempo y en todas partes.

5- Hacer valer la ideología para sustituir los adjetivos por los argumentos.

6- Mantener comunicación permanente entre dirigentes y militantes.

7- Restablecer la disciplina para poner un dique a la militancia efímera y al chantaje permanente.

8- Que los seccionales dejen de ser utilizados con fines puramente electorales y se conviertan en centros vivos del quehacer político.

9- Que militancia, arraigo, capacidad y lealtad sean los principios para obtener una candidatura.

10- Alcanzar y mantener la unidad activa.

Independientemente de cualquier análisis y consideración, Colosio Murrieta formó parte de una generación de mexicanos a quienes el esfuerzo colectivo y los deseos de superación de la comunidad en su conjunto, brindó una posibilidad de educación que, ante las carencias y rezagos que padecen grandes mayorías, resultaba como resulta aún, un privilegio. Así lo reconoció él mismo. Personalmente se definió como integrante de la generación que sostiene la noción de Patria como transformación social, política, económica y cultural del pueblo. Soy, dijo, producto de la cultura del esfuerzo.

Pero es el discurso que pronunció en la clausura de la mencionada asamblea, donde encontramos sintetizado su pensamiento político y la descripción de sus rasgos como promotor y protagonista del cambio:

-Los cambios aprobados están a la altura de nuestra historia. Nos inspira nuestra conciencia autocrítica y responden a la demanda de la sociedad y las exigencias de la política. Están hechos para abrir nuevos caminos y deshacernos de anacronismos y obsolescencias.

-Debe quedar atrás el distanciamiento entre la dirigencia y las bases; la subordinación incondicional al poder de los gobernantes; la cultura del elogio, el disimulo a la corrupción y a la ineficacia y la rigidez en los mecanismos de participación democrática ciudadana.

-Hoy la sociedad mexicana ha tomado la iniciativa para resolver sus problemas y ha adquirido nuevas capacidades; la sociedad asume la política, quiere participar en las decisiones. Tenemos que dar respuesta a los retos fundamentales que enfrentamos. Estamos obligados a impulsar la democracia y a exigir el cumplimiento de la Ley. Defender la soberanía, alcanzar la justicia social y las libertades.

-Que los dirigentes partidistas y candidatos se sometan a la prueba del consenso. Que se establezcan nuevos procedimientos sobre reglas y normas claras. En lo futuro quien aspire a un puesto de elección popular tendrá que someterse al juicio de la ciudadanía que aspira representar y satisfacer los requisitos de militancia, honorabilidad, probidad, capacidad, identificación con la gente y ánimos y convicción democrática.

Así pensaba Colosio. Estos son sólo algunos rasgos de su avasalladora personalidad. Doce años hace que lo asesinaron, víctima del propio sistema al que sirvió y en el que se desarrolló políticamente; sistema que como nuevo Leviathán lo devoró. Sucumbió a la tragedia de su destino y no lo dejaron llegar a la Presidencia de la República ¿De haber llegado sería otro el México que estaríamos viviendo en estos días? De cualquier modo sus ideales siguen teniendo vigencia, aunque no hayan encontrado plena aplicación. Así lo creo, así lo digo y así lo escribo.

r_munozdeleon@yahoo.com.mx

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