Ha transcurrido un tiempo razonable para evaluar de qué está hecho el Gobierno del profesor Humberto Moreira y cuáles son sus reales capacidades para gobernar en beneficio de todos los coahuilenses y en especial, de los laguneros que vivimos al oriente del padre Nazas, de los que habitamos el lado de Coahuila.
Como toda nueva Administración, fue necesario haberle dado tiempo para que ésta realmente tomara el control de los asuntos inherentes a su materia y pudiera por fin despegar. En Torreón específicamente yo diría que la poca vinculación existente entre el Gobierno Estatal y su sociedad proviene desde el mismo día de la elección.
Jorge Zermeño se impuso con clara ventaja al hoy gobernador en esta zona del estado, mientras Moreira “barría” al PAN en el resto de la entidad. Partiendo desde ese momento las cosas en Torreón no marchaban del todo bien para aquel que fue conocido como el candidato bailador.
Vale recordar que inclusive Moreira recibió primero la oposición de dos precandidatos laguneros de su partido, específicamente sampetrinos, que buscaban la postulación para el puesto, los ex secretarios de Gobierno y de Finanzas, Raúl Sifuentes y Javier Guerrero, quienes hoy aspiran a cargos de elección popular de menor jerarquía política: el primero para senador por la Alianza por el Bien de Todos (léase PRD principalmente) y el segundo quien busca ser diputado federal por el PRI.
Pero hay algo que es peor, tampoco las cosas están bien para los torreonenses, producto en buena parte por la poca participación -por no decir nula- de su sociedad en los círculos cercanos al mandatario, lo que redunda en un Gobierno que hasta ahora, no se ha distinguido verdaderamente por ser un promotor del desarrollo y hace que irremediablemente los de Torreón comparen a los saltillenses: el ex Enrique Martínez y el actual Humberto Moreira y que los resultados de esa evaluación favorezcan al primero, por lo menos esa es la percepción.
Sin embargo, no toda la responsabilidad debe pesar sobre los hombros del gobernador. Hasta ahora, hay en La Laguna una “clase” empresarial que literalmente ha “desdeñado” al Gobierno del Estado desde tiempos del propio Enrique Martínez y que esta nula participación se haya trasladado al actual Gobierno.
Está también la clase política priista tradicional que fue desplazada y que en todos los cafés no hacen mas que cuchichear lo mal que está actuando el Gobierno; (naturalmente no se encontrará un ejercicio en esta clase tradicional del PRI de autocrítica que averigüe el por qué fueron desplazados), pero lo que es claro es que nadie se atreve a realmente a dar la cara y a cuestionar públicamente la manera como se están haciendo las cosas en la actual Administración.
En vez de eso, pasan con sus grillas y estilos que dan pena, intentando tal vez para una segunda ronda colarse a las mieles del poder, aunque sea a niveles por debajo de lo que, por su jerarquía, debieran ocupar.
Ese es el meollo, si hasta ahora no se está conforme con la manera en que se están manejando las cosas, ¿por qué ningún “líder” se opone? Aun así hay cosas claras que nadie se atreve a poner en tela de juicio, como la inminente reparación que necesita el Distribuidor Vial Revolución, ya que se había anunciado que se le haría una “cirugía mayor”, lo cual hasta el momento por supuesto que no se ha hecho. Bien se dice que el prometer no empobrece, sino el dar es lo aniquila.
Está también pendiente el gran programa de obra anunciado por el único torreonense en el Gabinete moreirista, Eduardo Olmos, pero todo queda en palabras, nada se concreta hasta el momento.
Es tiempo, pues, de que se muestre que Coahuila avanza y que no hay motivo para pensar que estamos viviendo una regresión en términos de calidad de Gobierno, pero es también ya tiempo que la sociedad y sus “líderes” se manifiesten para impulsar el desarrollo.
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