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Yo voté por la paz

Adela Celorio

En “Gorgias” Platón (427-347) hace decir a Calicles: “que aparezca un hombre de naturaleza fuerte y acabará con las leyes, será el amo”.

He aquí la apología anarquista de la fuerza que anuncia todos los desórdenes. “El jefe no estará por encima de las Leyes, éstas deben ser intangibles; los hombres, imperfectos, no pueden pasarse de las leyes so pena de volverse animales”, nos dice también Platón.

Usted, amable lector, lectora, que se está preguntando a qué viene tanto Platón, debo explicarle que mientras esperamos el veredicto -espero ése sí, inapelable, ya que en algo tenemos que creer- del Tribunal Electoral y como siempre que me siento atorada con la vida, me voy a los libros donde si no encuentro una iluminación; por lo menos me entretengo mientras me pasa el atoro.

Y entretenida estoy, mordiéndome las uñas y hurgando entre los libros en busca de alguna luz que ilumine este momento crítico, propio de una sociedad que está ¡por fin! en pleno crecimiento enfrentando eso sí, las dificultades que todo crecimiento implica.

Dificultades que para peor, debemos encarar con la desventaja del rezago cultural y las altas dosis de resentimiento que generó la marginación económica y social resultante de los abusos y el desgobierno de la larguísima “dictablanda” como llamó alguna vez Vargas Llosa a esa lepra social que estamos intentando erradicar para siempre.

Ahora, en las postrimerías del mandato de Vicente Fox, a quien una abrumadora mayoría llevó a la Presidencia, hemos desembocado en el callejón de la desmesura, del grito y las amenazas tras unas elecciones inéditas para nosotros, pero frecuentes en las democracias maduras.

Yo, aunque como ya expliqué, en unos de los varios asaltos que sufrí recientemente me robaron la credencial de elector y con ella mi derecho de votar, nada me impide sin embargo, reiterar cada mañana mi voto por la paz y por la Ley fuera de las cuales, lo único que podemos esperar es el imperio de la barbarie.

No quiero ponerme intensita pero la verdad y se los digo mirándolos a los ojos, creo de buena fe que las elecciones que tuvimos fueron pulcras. Creo en la honestidad -no tengo razón para dudar- de los ciudadanos que se hicieron cargo de las casillas.

Creo en el IFE y sobre todo, creo en los millones de mexicanos que como nunca antes, acudieron a las urnas de buena fe. Creo también en nuestra capacidad de conciliación y creo que ahora sólo nos queda esperar que el Tribunal Electoral destrabe la enrarecida situación social que padecemos; aunque pienso que ha llegado el momento en que las dos terceras partes de mexicanos que no votamos por el candidato perredista a la Presidencia y que sí votamos por la permanencia del orden y la Ley, debemos manifestarnos de alguna manera.

Se me ocurre que portar visiblemente una pulsera, un moño o colgar una bandera blanca en la ventana de la casa, podrían dar una señal evidente de que la mayoría de los mexicanos votamos por la Ley y la paz que ésta nos asegura.

“En un primer tiempo descubrimos el NO que el mundo opone al hombre, luego viene el NO del hombre al mundo; por fin el SÍ, que es experiencia y serenidad, no resignación y derrota”, nos dejó dicho la extraordinaria filósofa Ikram Antki.

Y como ofrecí, ya con esto me despido del tema que aquí en Acapulco donde me encuentro, resulta un poco irrelevante, dado que los acapulqueños tienen encima problemas más urgentes por resolver como la guerra que están perdiendo contra el narcotráfico.

Los helicópteros que sobrevuelan la Costera, no sé si del bando de los policías o del de los ladrones -total es lo mismo- amenazan con meterse por las ventanas de mi casa que no es casa sino apartamento y se encuentra en un noveno piso; por lo que cuando los veo acercarse no puedo evitar que me invadan las imágenes de los aviones entrando como cuchillo en mantequilla en las Torres Gemelas.

¡No, si les digo que ya no hay tranquilidad en el mundo! Menos mal que siempre nos queda el verano y con él, el dulce placer de pensar en las musarañas. Mis musarañas son amables y esperanzadoras y contra todo lo evidente, me hacen esperar que el convulsionado mundo recobre la compostura porque de otro modo, lo único que nos queda es cerrar los ojos, taparnos la nariz y: a la una, a las dos y a las tres; aventarnos al vacío para descubrir qué hay en el fondo.

Adelace2@prodigy.net.mx

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