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Zona Roja/Diálogo

Yamil Darwich

Buena discusión se ha reavivado en la Comarca Lagunera, ante el incremento de actividades relacionadas con el tráfico sexual y la prostitución. La apertura, o no, de zonas de tolerancia; salvo “La Garcita” de Matamoros, Coahuila, las demás fueron clausuradas por anteriores administraciones municipales y ahora aparecen algunos voceros que promueven sean reabiertas.

La decisión tiene muchos argumentos en contra y a favor; los más tradicionalistas insisten se trata de un estigma social que no debe permitirse, los contrarios en la necesidad de regular y controlar esas actividades.

Los extremos son marcados; quienes están a favor, hacen notar la imperiosa necesidad de buscar mejores controles de la salud comunitaria, incluida la física con los graves problemas de descontrol de las enfermedades de trasmisión sexual, entre ellas el temido Sida; los contrarios, hablan de la doble moral de las sociedades que pretender encerrar la miseria humana y esconder la explotación y la violación a los derechos individuales; ellos aseguran que de siempre, en la Comarca Lagunera, las “casas de citas” más reconocidas por su “mercancía”, nunca estuvieron en la zona roja. ¿Entonces?

Aún más: hablar de prostitución significa rebasar los conceptos tradicionalmente aceptados, hoy en día podemos clasificarla en diversos tipos, entre ellas la femenina, masculina, infantil, cibernética, impresa, cinematográfica, televisiva, etcétera y representan un negocio formidable, tal vez sólo menor al del narcotráfico. Como ejemplo le comparto un dato: en 2002, las películas porno produjeron ganancias por más de cuatro mil millones de dólares en Estados Unidos y ocuparon casi el 30 por ciento del mercado de video, permitiendo circular 12 mil millones de dólares.

La prostitución tiene efectos en toda la sociedad, no sólo en los consumidores de esos “productos”, sino entre quienes viven de ella; los defensores aseguran que ha descendido la delincuencia en los países en que se permite su libre ejercicio; sin embargo, otros insisten en calificarla denigrante, contraria al avance en la defensa de los derechos humanos. La decisión de los conocedores del tema está dividida.

La historia muestra que la prostitución está presente desde los inicios de la humanidad; entre los pueblos primitivos, donde los esclavos eran usados como objetos de desahogo sexual; en la antigua Babilonia se consideraba hasta “sagrada”, cuando las vestales, cuidadoras de templos y casas de salud, la practicaban; qué decir de Ishtar, la diosa de la belleza y expresión de la sexualidad de los sumerios; o las leyendas de los fenicios, que buscaban placer pagando con mercancías transportadas de otras tierras; o los judíos primitivos, que aceptaban vírgenes cuidadoras del templo y eran sometidas al abuso físico. También anote a los griegos y su amor por lo bello; los romanos, en los finales del período de esplendor la promovieron, el ejemplo: la paidofilia y podríamos seguir mencionando antecedentes históricos, constancia de la presencia de la práctica “más antigua del mundo”, a decir de algunos.

Las opiniones en el mundo son de lo más variado; desde quienes apoyan, como algunos grupos radicados principalmente en el Reino Unido, los Países Bajos y Estados Unidos, quienes consideran a las prostitutas “trabajadoras del sexo”, defendiendo sus derechos; o casos en Asia y el Pacífico, justificándola, caso de Lin Chew, ex portavoz de la “Fundación contra la Trata de Mujeres”, una ONG de trabajadoras del sexo con sede en los Países Bajos; ella se pregunta si no es igual a “cuando toma alguien decisiones libremente, sobre todo en el mercado laboral” y pregunta: “¿acaso un hombre que trabaja en una fábrica de productos químicos, por un salario que nunca le permitirá salir de la pobreza, ha elegido esa forma de vida?”. ¿Recuerda a las geishas japonesas?

La contraparte está representada por grupos como la “Coalición no gubernamental contra la Trata de Mujeres”; Janice Raymond, afiliada a ella, afirma que “lo que las mujeres prostituidas tienen que soportar en su ‘trabajo’ equivale a lo que en otros contextos correspondería a la definición aceptada de acoso y abuso sexual”. Para muchos es la forma de esclavitud más ofensiva en el siglo XXI.

Es una industria vergonzante que ha desarrollado intereses extremadamente fuertes y llegado a organizar cursos de formas de pago -en los Países Bajos- y para aprender ese trabajo sexual, abarcando todos sus aspectos, desde comportarse en los bares hasta la información sobre impuestos.

Según el “Convenio de las Naciones Unidas para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena”, signado en 1949, ratificado por 72 estados define: “la prostitución y el mal que la acompaña, la trata de personas (...) son incompatibles con la dignidad y el valor de la persona humana”. En el documento, las partes se comprometen a castigar a todo aquel que la concertare o promoviera en otra persona, aún con su consentimiento, mantenga una casa de citas, la administre, la sostenga o participe en su financiamiento.

La actitud de los países del mundo es distinta, va desde prohibición, penalización o reglamentación; en México no está penada pero sí reglamentada, siempre descontrolada.

En el continente Americano, por ejemplo en Brasil, aunque no es legal, sí es posible abrir y dirigir un burdel, consecuentemente saberse de los ingresos por esas actividades; en Canadá, se castiga la provocación, las ganancias por ejercerla o tener un prostíbulo. En Europa, casos de Dinamarca, Alemania o los Países Bajos, es legal, pero se sanciona el reclutamiento o el ejercicio por extranjeros -intento de evitar el tráfico de humanos- y registran a los practicantes para someterles, muy frecuentemente, a exámenes médicos.

En las naciones pobres, como Senegal, India, Tailandia y varias latinoamericanas, aunque se prohíbe, atienden muy poco el cumplimiento de las disposiciones de Ley y el tráfico de seres humanos continúa.

Ricardo Sánchez Reyes, penalista y director de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de La Laguna, afirma: “de nada sirve crear una zona roja si no se controla la prostitución fuera de esa área restringida” y piensa que aunque podría limitarse los abusos a los seres humanos y la propagación de enfermedades, sería difícil acabar con las casas clandestinas y el ejercicio en otras zonas, como los centros comerciales de las ciudades.

Miguel Llorente, coordinador del Instituto de Medicina Legal de Andalucía y autor de “Mi marido me pega lo normal”, alerta que la prostitución surge de la desigualdad y del uso de la mujer como un objeto, despersonalizándola y para la abogada Lara Padilla, de la Associació d’Assistència de Dones Agredides Sexualment, es esencial el caso de Holanda, donde se ha reglamentado y el tráfico, asegura, ha aumentado un 25 por ciento. “No sólo no ha frenado los negocios clandestinos, sino que la infantil se ha multiplicado por cuatro”.

Habrá que agregar otros factores para la toma de decisión, entre ellos la poca capacidad de control médico y social, la corrupción y la mismísima pobreza. Tal vez con una zona de tolerancia no logremos disminuir el problema de salud social y física, por el contrario, demos herramientas y ayudemos a incrementar el abuso contra los seres humanos más desprotegidos. ¿Usted qué opina?

ydarwich@ual.mx

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