Todavía se aprecian montones de escombros de viviendas en Nueva Orleans, Louisiana, a dos años del paso devastador del huracán Katrina por Estados Unidos. (EFE)
El 29 de agosto de 2005, el huracán tocó tierra en el Delta del Mississippi, dejando a su paso más de mil 800 muertos en EU.
Dos años después del paso del huracán Katrina, la costa del Golfo de México arrasada por el ciclón y las inundaciones ha retornado lentamente a la normalidad, pero la ciudad de Nueva Orleans sigue necesitada de ayuda.
“La gente de Nueva Orleans ha pasado dos años haciendo todo lo que puede para recuperar su ciudad, pero la recuperación es dispareja”, dijo Angela Glover Blackwell, fundadora del grupo PolicyLink, un grupo de estudios y promoción comunitaria de Louisiana.
El 29 de agosto de 2005, el huracán Katrina, con vientos de 240 kilómetros por hora, tocó tierra en el Delta del Mississippi, unos 60 kilómetros al sudeste de Nueva Orleans y luego cambió de rumbo hacia el nordeste levantando marejadas de hasta siete metros.
El centro del huracán nunca llegó a Nueva Orleans, pero el torbellino levantó las aguas del lago Portchartrain, contenido por diques al norte de la ciudad, que fue anegada cuando estos se rompieron. De los más de mil 800 muertos que dejó el “Katrina” a su paso por Estados Unidos, al menos mil 577 fueron en el estado de Louisiana, según datos del Centro Nacional de Huracanes.
Según Glover, “la escala del desastre es tan inmensa que no es posible (avanzar en la recuperación) sin los recursos, la pericia y la conducción del Gobierno Federal”.
“Están las agencias para socorro en emergencias y desastres, pero necesitamos un mecanismo para ‘súper-desastres’”, anotó.
Sin embargo, la vida ha retornado a la normalidad en St. Charles, unos 40 kilómetros al oeste de Nueva Orleans, dijo en conversación telefónica Ron Tuillory, director de Recursos Humanos y Relaciones Públicas de la Planta de Valero, la primera refinería que alcanzó su producción plena apenas doce días después del embate del “Katrina”.
“Es como si nada hubiese pasado por aquí. Las operaciones de la refinería son regulares, la comunidad ha reparado los daños, las operaciones de la terminal y el Canal (por donde navegan los buques cisterna desde y hacia el Golfo) son normales”, dijo.
Unos 100 kilómetros al este de Nueva Orleans, en la ciudad de Biloxi (Mississippi), Shirley Henderson, portavoz de la diócesis católica, reconoció “grandes progresos en la recuperación, pero aún hay mucha gente que vive en casas temporales”.
La población en las siete parroquias de Nueva Orleans es ahora de aproximadamente 1.1 millones de personas, lo cual equivale a un 16 por ciento menos que antes del “Katrina”, pero ha experimentado un aumento de seis puntos porcentuales desde hace un año.
“Katrina” causó un éxodo de casi un millón de personas en toda la región del sur de Louisiana. Sólo el 39 por ciento de los habitantes de la parroquia Orleans vive allí ahora, y en la parroquia Bernard hay apenas un 36 por ciento de los que había antes del huracán.
La lentitud e ineficacia del Gobierno Federal ante la catástrofe de Nueva Orleans dejaron a los vecinos que no se fueron o que retornaron a expensas de su propio entusiasmo y recursos para revitalizar la ciudad.
El Gobierno Federal prometió unos 20 mil millones de dólares en ayuda a los damnificados por “Katrina”, pero dos años después gran parte de esos fondos sigue atascada en trámites burocráticos, y muchos recursos y equipos movilizados para la costa del Golfo han resultado inadecuados o no llegaron.
Antes del paso del “Katrina”, la Nueva Orleans tenía un nítido perfil étnico y social: los barrios negros no sólo eran más pobres sino que estaban en las áreas más bajas de una ciudad ya de por sí situada por debajo del nivel del lago. Fueron, así, los más devastados.
En las áreas que no quedaron anegadas en la mezcla de agua, gasolina, fluidos cloacales y basura putrefacta, las de clase media o acomodada -las parroquias St. Tammany, Algiers, partes de Jefferson y por supuesto Uptown- la vida ha retornado casi a la normalidad.
“Quienes tenían recursos, seguro o ahorros han retornado, han reacondicionado sus casas, tienen sus hijos en escuelas privadas”, dijo Glover.
Según la activista, “sólo el 40 por ciento de los alumnos de las escuelas públicas ha vuelto a clase”, y recordó que a esos centros “asisten principalmente los negros y los recientes inmigrantes latinoamericanos”.