BANDERAZO DE SALIDA.- Cristina Chubbuck tenía 29 años de edad. Era guapa, culta, de sedoso pelo negro que le llegaba a media espalda. Tenía una voz suave y bien modulada, y era la encargada de dar las noticias tempraneras en el Canal 40 de televisión de Sarasota, Florida… Aquél era un sábado cálido y Cristina, después de tomar una taza de café, comenzó a transmitir algunas noticias policiacas. Cuando terminó, y antes de iniciar otro segmento informativo, miró directamente a la cámara de televisión y dijo: “Y ahora, ¿qué les parece si les informamos de un intento de suicidio?”. Sonrió, y agregó tranquilamente: “El mío”. En la mano derecha que había mantenido oculta debajo de la mesa exhibió una pistola, se apuntó al cuello, y disparó. La sangre de la joven salpicó la cámara que la enfocaba.
CURVA PELIGROSA.- Cristina Chubbuck no dejó ninguna nota de despedida, pero sí varios indicios. Dos semanas antes le propuso a su productor hacer un reportaje sobre el suicidio, que fue aprobado. La joven habló con un oficial de policía quien le dijo que el arma que más usaban los suicidas era un revólver calibre .38. Cristina compró uno, y se lo mostró a un compañero de trabajo, quien le preguntó para qué lo quería. La respuesta de la joven fue: “Bueno, creo que sería algo espectacular volarme la cabeza en pleno programa” echándose a reír en la forma alegre en que siempre lo hacía. El suicidio de Cristina frente a la televisión se publicó en los periódicos de todo el mundo. Se habían filmado muchos asesinatos, como el de Kennedy y el de Lee Harvey Oswald, pero nunca un suicidio.
RECTA FINAL.- Al escarbar en la vida de la joven suicida, se descubrió algo aterrador: Cristina, a su edad, con su talento y siendo bonita y elegante, era una solitaria y una solterona. Esto último era como una obsesión para ella. Decía que si llegaba a los 30 años de edad y no se casaba, no lo haría jamás… En los últimos seis años no había tenido un solo novio. Tenía amigos, pero ninguno involucrado sentimentalmente con ella. Se supo que había conocido a una media docena de hombres con los que parecía que había simpatía mutua, pero extrañamente ninguno le había pedido una segunda cita. Y la cosa era peor, porque ella había llamado a tres o a cuatro, invitándolos a salir a fiestas, y ninguno había aceptado.
META.- Otro de los problemas a que Cristina se enfrentaba era que, a su edad, era virgen. Le gustaba decírselo a sus amigas, y éstas se burlaban de ello. A Cristina parecía no importarle, pero según su mamá, sí la afectaba seriamente… No tenía por qué morir, dijeron todos en la televisora. Tenía mucho por qué vivir y un futuro brillante, pero Cristina tampoco tenía amigas. Llevaba una vida rutinaria, de su casa al trabajo, y viceversa. Hasta un año antes de su suicidio, era alegre y brillante con los demás. Después se fue apagando poco a poco, cada vez más encerrada en sí misma… Le gustaba hacer regalos a los demás, y a menudo hablaba de que un día iba a poner fin a todo, pero lo repetía tanto que ya nadie le hacía caso. Hasta que lo hizo.