BANDERAZO DE SALIDA.- La noche era cálida y silenciosa. El mar estaba en calma y el flujo y reflujo de las olas sobre la playa producían un ruido intermitente y suave como en sordina. La luna, en un cielo sin nubes y con pocas estrellas era como una moneda de plata. El silencio era envolvente... La mujer estaba descalza y se cubría con una bata de grandes bolsas al frente. Miraba al mar y se concentraba en sus pensamientos recordando algunas cosas de su vida. Era de estatura regular, boca pequeña y pelo rizado y peinado en forma de casquete... Recordaba a Horacio, el gran amor de su vida, que se había suicidado lejos de ella.
CURVA PELIGROSA.- Recordó también la buena vida que ella había llevado, los honores recibidos, los amigos que tenía, todos amantes de la poesía y de las bellas artes... La mujer se sentía cansada y triste pero no le importaba la soledad de la playa a esa hora avanzada de la noche. Estaba sola y alcanzaba a ver las luces de la escollera... Había escrito buenos poemas y podía escribir más, pero ahora estaba en una situación en que la inspiración había pasado a un segundo término... Estaba muy enferma y lo sabía. Su enfermedad era grave, aunque no dolorosa aún. Tenía 46 años de edad y le hubiera gustado vivir muchos más para hacer todas las cosas que deseaba. Se llamaba Alfonsina.
RECTA FINAL.- Recordó uno de sus poemas. Se titulaba Adiós. Lo dijo en voz baja, como si alguien la pudiera oír: “Las cosas que mueren jamás resucitan./ Las cosas que mueren no tornan jamás./ Se quiebran los vasos y el vidrio se queda./ ¡Es polvo por siempre y por siempre será!// Los días que fueron, los días perdidos./ Los días inertes que no volverán./ ¡Qué tristes las horas que se desgranaron./ Bajo el aleteo de la soledad!// Adiós para siempre, mis dulzuras todas!/ ¡Adiós mi alegría llena de bondad!/ ¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,/ las cosas celestes que no vuelven más”... Cuando terminó la última línea, la mujer caminó hacía unas piedras que había cerca de la escollera. Con toda calma llenó con ellas las bolsas de su bata, y sin pensarlo más se dirigió al mar y avanzó lentamente hacia lo profundo.
META.- No se detuvo una sola vez ni volvió la cabeza. Mantuvo la mirada al frente, hacia la lejanía del silencioso mar. Caminó hasta que el agua le cubrió los hombros, el cuello, la cara. El peso de las piedras la sostuvo bajo la superficie hasta que perdió la conciencia de todo... Al día siguiente dos trabajadores que pasaban por allí encontraron su cuerpo tendido en la playa, devuelto por el mar. Alfonsina Storni es una gran poetisa argentina. Se suicidó ahogándose en la playa de Mar del Plata la medianoche del 25 de octubre de 1938. El gran amor de su vida fue el escritor y poeta uruguayo Horacio Quiroga, y sostuvo amistad con grandes figuras de las letras hispanoamericanas. Escribió siete libros de poemas y uno de poesía en prosa.