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A Cien por Hora...

Ricardo Rubín

BANDERAZO DE SALIDA.- Nick Simonetta, gerente del bar Hangar Club de la base de la Fuerza Aérea Andrew, de Maryland, Estados Unidos, atendía a un grupo habitual de damas asistentes al mismo. En una pequeña pista de baile, dos chicas go-go de falditas cortas se movían al ritmo acelerado de la música de una rockola. Los hombres que estaban en el lugar seguían los movimientos sinuosos de las bailarinas que dejaban ver sus mini pants, y bastante de sus anatomías. Las mujeres del salón que bebían sus copas parecían aburridas, lo mismo que las que estaban con Simonetta. De pronto, una de ellas le dijo a éste: “Oye, por qué si tienes chicas go-go para los hombres no tienes algo para nosotras”.

CURVA PELIGROSA.- Simonetta recuerda que tardó tres años en asimilar bien lo que aquella clienta le había dicho. Cuando lo hizo, se decidió a actuar, aunque algunos amigos se rieron de su idea y le dijeron que era ridícula y que no tendría éxito... Simonetta puso un anuncio en el periódico solicitando “hombres go-go”, contrató a tres, y un jueves de febrero de 1975 inauguró lo que llamó Noche Para Damas, permitiendo que al club entraran sólo mujeres, a las que se ofreció un espectáculo semejante al que se daba a los hombres con chicas go-go. Aquella noche nacieron los strippers o male dancers, que bailan en clubes y fiestas sólo para mujeres, se quitan la ropa delante de ellas, y ofrecen bailes semi eróticos cubiertos apenas con una truza reveladora y que más bien parece suspensorio.

RECTA FINAL.- Desde aquella noche en que Nick Simonetta ofreció la primera función de strippers, la actuación de los mismos se ha hecho popular en todo el mundo. Los strippers no son homosexuales, como algunos dicen, sino jóvenes que estudian o trabajan y que bailando semi desnudos ganan buen dinero. Los que tienen más éxito son los que exudan mayor masculinidad, aunque no sean bien parecidos, lo mismo que los que saben despertar algo adentro de las mujeres con sus movimientos. El fenómeno de los strippers se ve desde dos ángulos: despiertan en la mujer el deseo, la pasión y las fantasías sexuales que tienen ocultas, igual que como sucede con los hombres ante las mujeres semidesnudas; y son un triunfo de la mujer sobre el hombre en la llamada lucha por la igualdad de los sexos.

META.- Cuando una mujer coloca un billete en la truza del strippers, siente que ha dominado al hombre, que está bailando para ella como si fuera un esclavo y un objeto de deseo. Y por ese billete le puedan dar una palmada en el trasero, un pellizco, y hasta un beso. Curiosamente, son las mujeres de edad las que en esas “Noches de damas” dan mayor rienda suelta a toda su libido contenida: Gritan, aúllan, se extasían. Las jóvenes se muestran tímidas, pero deseosas de aprender y de sentir ese algo que lucha en ellas por salir. Es el pleno dominio de la mujer sobre el hombre. El poder del sexo femenino sobre el masculino. Todas ellas, sin embargo, están de acuerdo en algo: No les gustaría ver bailar a un hombre completamente desnudo. Sería grotesco, poco delicado, y el encanto se rompería.

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