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A LA CIUDADANÍA | Cambios

Magdalena Briones Navarro

El hombre no vive fuera del tiempo y del espacio; más aún, vive dentro de un tiempo y un espacio correspondientes a su corta existencia individual.

La noción de ambos (T y E) tuvo como referente la materia, no como concepto sino como realidad presente detectable a través de sus limitados órganos de percepción.

El Tiempo se le mostró a través de la transformación material, cualitativa y cuantitativa; advirtió el Espacio por el movimiento; ambos ajustados a ciclos y distancias. O sea, muchos fenómenos naturales son cíclicos: la Luna, el Sol aparecen y desaparecen, hay luz u oscuridad; con regularidad casi exacta las hembras pierden sangre en relación con el ciclo lunar, las aguas del mar suben y bajan de nivel; temperaturas y lluvias cambian durante lapsos mayores, estacionales o anuales; las pariciones se dan en tiempos fijos según las especies, igual que las cosechas; niñez, juventud, vejez y muerte son cualitativamente diferentes; el corazón late acompasadamente. La materia tiene forma y se transforma.

Referente al movimiento, lo esencial es que las cosas no quedan siempre donde en algún momento se las vio estar; están más próximas o más lejanas del observador o de alguna otra cosa supuestamente fija.

Un hombre solo en el vacío difícilmente percibiría cambios materiales ?quizá alguno en su propio cuerpo-. Espacialmente, aun recorriendo kilómetros o cambios de posición, tendría la certeza de estar fijo.

Pero atención: una cosa es que el hombre, basándose en su entorno, llegue a medir ciclicidades y distancias y otra es que produzca los fenómenos naturales de su entorno; éstos le preceden, comandan y tipifican. Tiene ojos porque hay luz, pulmones y oído porque hay aire; no al revés.

Durante miles de millones de años se han conformando diseños orgánicos, algunos se extinguieron, otros sobreviven y aun los hay de nuevo cuño capaces de llegar sus características a su progenie.

La mente humana deriva de dos factores: la herencia física ancestral y la herencia social; entendiéndose por esta última el cúmulo de experiencias habidas y transmitidas por los grupos humanos a las siguientes agrupaciones sociales. Luego, dependiendo de tiempos y lugares, el hombre es producto de la sociedad en que ha nacido.

En los infantes predomina la herencia física con sus respuestas correspondientes, más cercanas a la animalidad. Poco a poco, su sociedad pequeña o grande, inhibe en ellos toda actitud considerada no deseable e influye hasta tal punto en su apreciación del mundo y en cuáles deben ser sus respuestas, que aquel que no se somete a ambas resulta ser indeseable o loco.

Lo debido o indebido no surgen en sociedad por floración espontánea. Generalmente coinciden con lo necesario para la supervivencia del grupo, sea la forma de producción con sus derivaciones organizativas, sean las consagradas creencias, filosofías, ideologías referentes a la interpretación de lo conocido o desconocido y sus supuestos efectos buenos o malos.

Durante la larga hegemonía de la producción agrícola en las sociedades, los cambios fueron asentándose muy pausadamente; de manera que la civilización industrial que le siguió, marcó un cambio nunca antes visto. No todo mundo le dio la bienvenida, pero finalmente sentó sus bases en gran parte del planeta, marcando así desigualdades muy grandes a escala planetaria; no sólo en la forma de producción, sino en la mentalidad, acciones y metas humanas.

Estamos entrando desigualmente a un nuevo cambio, dados los avances científicos y tecnológicos alcanzados; se le llama ?la civilización del saber? que aunado a los impresionantes medios de comunicación logrados a muchos aterra y a otros esperanza.

Sin desestimar el talento, el trabajo invertidos en tales adelantos me pregunto si todo ello hará más humano al hombre, porque hasta hoy, independientemente del nombre con que han sido bautizados los ?sistemas salvadores?, la explotación del hombre por el hombre continúa, con mengua cada vez mayor de su valía. Los códigos éticos, ejemplaridad de perfección para los humanos, se alejan del hombre, como las galaxias a la velocidad de la luz. El sueño dorado es crear robots que hagan música, que sientan, que finalmente puedan amar. Pregunto ¿por qué no lograrlo con el hombre que ya está aquí y tiene todas esas posibilidades de perfección? Queremos poblar otros planetas o satélites inhóspitos y para ello destruimos sin contemplación la hermosura natural, exuberante de nuestro planeta. Se ensalza la violencia, aun la crueldad triunfante. ¿Serán Super Rambos y Super Terminators el paradigma de la reconstrucción genética humana?

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