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A la ciudadanía| La Laguna necesita un Centro de Educación Ambiental

Gerardo Jiménez González

Los asuntos relacionados con el deterioro del ambiente como la contaminación del aire y el agua, la erosión de los suelos o la pérdida de biodiversidad, hace sentir entre los ciudadanos que vivimos en un mundo cada vez más artificial en condiciones menos adecuadas para obtener una mejor calidad de vida, desconociendo las causas que inciden para que esto suceda.

Esta ignorancia nos hace despreocuparnos sobre la forma en que usamos los recursos naturales que son determinantes para nuestra vida diaria y la futura de nuestros descendientes, como el agua que requerimos para satisfacer necesidades domésticas, recurso sobre el cual pensamos que mientras fluya de la llave en nuestros domicilios no puede existir problema alguno asociado a él por lo que no regulamos su flujo a lo estrictamente necesario, de modo tal que utilizamos más de los 300 litros que en promedio diariamente consumimos cada uno de nosotros o nos es indistinto si algún empresario lechero utiliza veinte millones de litros para producir una hectárea de alfalfa o si una vaca consume 50 litros de agua diariamente; no pensamos que en regiones como La Laguna habitamos más de un millón de habitantes que por lo tanto requerimos más de 300 millones de litros diarios, que se requieren 800 mil millones de litros para producir 40,000 hectáreas de alfalfa al año o su equivalente diario en dos mil millones de litros, o los 22.5 millones de litros diarios que se toman las 450,000 vacas lecheras del inventario regional.

No se diga acerca de nuestro desconocimiento de la biodiversidad existente en la región, entendida como la abundancia de especies de fauna y flora silvestre que aún tenemos en la periferia de las ciudades, en sitios que se han conservado mientras no llegue a ellos la mancha urbana con nuevas casas-habitación o nuevas empresas que busquen aprovechar áreas verdes en estado ?más natural?, que empiecen a ocupar esos espacios físicos y generen basura, aguas residuales y contaminen, que desplacen a los animales silvestres y destruyan plantas, ?para bien del hombre?. La ignorancia sobre esta cuestión es tal que se desconoce el valor de esa riqueza biológica, tanto por su diversidad como por sus endemismos, entendiendo por estos la presencia de especies que quizá son únicas en el mundo.

Se dice que esta ausencia de conocimientos se debe a que tenemos una inadecuada actitud ante el medio ambiente en que vivimos; ciertamente, no podemos negar que sigamos abriendo la llave del agua sin control o que tiremos basura donde sea y eso es una actitud negativa. Pero la actitud deriva de los valores que poseemos sobre el ambiente y esos valores están determinados por nuestra cultura, la cual entre los laguneros parece más bien una subcultura por la forma tan desastrosa en que estamos manejando algunos de nuestros recursos naturales como el agua o por la indiferencia que asumimos con otros como la biodiversidad.

Tal parece que los cursos que el sistema educativo formal destina al conocimiento y cuidado de la naturaleza son insuficientes de modo tal que egresamos, del nivel que sea, con esa carencia de valores ambientales; quizá algunas instituciones educativas enfatizan mayormente el cultivo de esos valores, lo cual es ganancia, pero se carece de una política educativa en materia ambiental que integre en el sistema educativo un espíritu que mejore nuestra cultura ambiental.

También es cierto que la percepción de los problemas ambientales es distinta considerando los estratos sociales de los cuales provenimos, desde el habitante de bajos ingresos cuya preocupación diaria no es si toma agua con arsénico cuando lo que le interesa es comer ese día o en el lado opuesto, el que todo lo tiene simplemente accede a agua embotellada para no consumir esa agua arsenicada o el de clase media que prefiere asumir la postura del timorato que no desea meterse en los conflictos que le implicarían opinar públicamente, pero el problema es el mismo porque todos lo evaden.

Ante esta insuficiencia cultural de carencia de valores ambientales entre los ciudadanos laguneros, ya sea por la falta de una política educativa ambiental o por la ausencia de los mismos en nuestras familias y escuelas, es necesario crear un centro de educación ambiental al que los escolares y profesores concurran para inducir estos valores de manera complementaria a la educación formal.

Actualmente existe el interés de crear este tipo de centros en las áreas protegidas de la región como son la Reserva Ecológica Municipal Sierra y Cañón de Jimulco, donde los ejidatarios ceden un terreno para ese fin o en el Parque Estatal Cañón de Fernández donde ya existe una construcción derruida que podría habilitarse y qué mejores lugares que éstos, en los cuales, los escolares establecieran un contacto directo con la naturaleza donde aún los ecosistemas están conservados, es decir, donde se les pueda observar en su estado, valga la redundancia, más natural. Los ciudadanos laguneros debemos apostarles a proyectos como éstos cuyo costo económico representa sólo un pequeño tramo de un nuevo puente, la pavimentación de unas cuantas cuadras o que sé yo; por ello tenemos la palabra.

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