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A propósito de su visita | No hagas cosas buenas...

Enrique Irazoqui

Ayer estuvo por La Laguna por primera vez en gira de trabajo, ya que como presidente electo vino ex profeso a fungir como padrino de una hija del senador Guillermo Anaya y en una visita ya como presidente constitucional apareció en el hotel Camino Real, sito bulevar Independencia de Torreón para asistir a la boda del diputado Jorge Zermeño Infante.

Calderón pasó apenas unas horas en la región, específicamente en el municipio de Gómez Palacio, a donde ocurrió a inaugurar simbólicamente –las obras tenían más de dos meses de estar listas- la planta tratadora de agua potable y la presa del Tigre, cuya capacidad es de catorce millones de metros cúbicos, con una inversión de noventa y cuatro millones de pesos y con un beneficio directo a quinientas familias, que tendrán de ahora en adelante la capacidad de administrar las avenidas del río Aguanaval y el arroyo de El Tigre, para la siembra de hasta mil ochocientas hectáreas.

Yo no sé si valga la pena una visita presidencial para la inauguración de tales obras. Para darse una idea de la magnitud de la presa del Tigre, de noventa y cuatro millones, es nominalmente 46 millones más barata que el Distribuidor Vial Revolución, que hoy está cerrado y próximo a ser derrumbado. Asimismo, El Tigre, es apenas catorce millones más cara que las obras del Nudo Mixteco, que con puentes y túneles tendrán un costo de ochenta.

Así pues que en esas proporciones, por poquita cosa vino Calderón acá. No tiene caso pensar cuánto cuesta una visita presidencial, pero puedo apostar que no es menor a un par de millones de pesos, con toda la logística incluida. Allá ellos, pero eso gastan para estar unas horas por acá.

Sin embargo, no todo de la gira es reprochable. Felipe Calderón recibió de viva voz del gobernador del Estado de Durango la petición formal de un apoyo mucho más profundo de su Gobierno para el combate frontal de la delincuencia que llegó a su clímax con el atentado perpetrado en el bulevar Constitución de Torreón, al dos veces ex alcalde y ex diputado federal Carlos Herrera Araluce y de su esposa, Doña Vilma Ale de Herrera y con el secuestro del director del grupo especial antisecuestros, comandante Enrique Ruiz Arévalo.

Estos dos hechos casi simultáneos fueron la consumación de lo que meses atrás se gestaba y nadie actuaba ni lo decía con firmeza: en La Laguna el nivel de inseguridad alcanzó los niveles de plazas famosas por ellos como las fronterizas Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y otras más como Monterrey, Acapulco y Culiacán, entre las más tristemente destacadas.

Un día anterior al pronunciamiento de Hernández Deras, el profesor Humberto Moreira, gobernador de Coahuila, había hecho lo propio a la Procuraduría General de la República, solicitándole más elementos para poder brindar a la ciudadanía de La Laguna, el restablecimiento de la paz que se había vivido hasta hace pocos días.

Así pues, señor presidente Felipe Calderón, a propósito de su visita, se le pide de parte de las autoridades locales las acciones necesarias que tanto menciona usted en sus discursos, para poder brindarle a los ciudadanos de La Laguna, la tranquilidad y seguridad que nos ha sido arrebatada e ignore (al menos para el caso de los laguneros) las voces de la Comisión Permanente de Congreso de la Unión, que le piden que deje de utilizar al Ejército para el control de la violencia e inseguridad de la delincuencia organizada. Lo ha dicho uno de los dos gobernadores de los laguneros, Ismael Hernández Deras: “¡Adelante señor presidente, que no le tiemble la mano, nosotros le avalamos!”, más claro ni el agua.

Esperemos entonces que su visita se recuerde en el futuro como el punto de partida del restablecimiento del orden.

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