Hasta no hace mucho, los políticos con ambiciones se cuidaban de llorar en público para no aparecer como débiles. Pero los tiempos están cambiando y en la actualidad derramar alguna lagrimita puede rendir dividendos.
Hasta no hace mucho, los políticos con ambiciones se cuidaban de llorar en público para no aparecer como débiles. Pero los tiempos están cambiando y en la actualidad derramar alguna lagrimita puede rendir dividendos.
Mitt Romney se sumó a la lista de candidatos a la Presidencia que muestran su sensibilidad cuando, a mediados de mes, se le mojaron los ojos al comentar durante un acto en Nueva Hampshire que al ver el ataúd de un soldado muerto en Irak sintió que se le había muerto un hijo.
El día previo, Romney se emocionó también al hablar sobre su religión en el programa de televisión “Meet the press”.
Para un candidato que a veces luce frío y distante, el mostrar de vez en cuando su lado sensible puede no ser algo negativo.
El país no es el mismo de hace 35 años, cuando la campaña presidencial de Edmund Muskie se descarriló luego de que circuló la versión de que el senador había llorado en público responder a comentarios negativos que había hecho un diario sobre su esposa. Muskie jamás admitió haber derramado lágrimas y dijo que se trató de nieve que se derretía en su rostro.
Quince años después, en 1987, la representante Pat Schroeder fue criticada por llorar al anunciar que no se postularía a la Presidencia.
Todavía hoy se lo recuerdan, especialmente las mujeres.
“Cielos, recibí un correo electrónico durísimo de una mujer hace un par de días”, expresó Schroeder en una entrevista. “Quisiera recordarles que esto pasó hace 20 años. Es como si les hubiese arruinado sus vidas porque me emocioné durante tres segundos”.
Schroeder dice que llevó la cuenta de los episodios en que un político lloró hasta que se hizo tan larga que la dejó de lado.
“Los hombres han estado lloriqueando desde hace tiempo y a la gente le parece que es algo maravilloso”, manifestó Schroeder, quien señaló episodios que llegan incluso a la época de Ronald Reagan.
LAS MUJERES, OTRO PUNTO
A las mujeres que se dedican a la política, no obstante, todavía les está vetado llorar.
Hillary Rodham Clinton no puede hacerlo. Por lo menos en público.
Sí puede hacerlo en privado, y hablar del tema.
En su biografía, “Living History”, Clinton habla del momento en que su esposo admitió haber tenido una relación con Monica Lewinsky.
“Casi no podía respirar”, escribió. “Me puse a llorar y le grité, ‘¿Qué es esto? ¿Qué me estás diciendo? ¿Por qué me mentiste?’”.
En la campaña, sin embargo, Clinton no puede lagrimear. La misma gente que la considera demasiado fría e indiferente lo consideraría un signo de debilidad y vulnerabilidad, según Schroeder.
“Por alguna razón, las mujeres todavía nos ponen un poco nerviosos”, manifestó.
Aubrey Immelman, psicóloga especializada en la política del College of Saint Benedict y la Universidad de Saint John en Collegeville, Minnesota, opinó que las mujeres llevan todas las de perder si lagrimean.
“A Hillary le perjudicaría mucho si se pone a llorar en público”, expresó Immelman. “Es injusto, pero así funciona la sociedad”.
En cuanto a los hombres, dice Immelman, el impacto de una llantina “depende de las circunstancias”. Candidatos con imagen de duros, como Rudy Giuliani o John McCain, pueden lagrimear sin preocuparse, lo mismo que aquellos que hablan de temas emotivos como los soldados caídos en la guerra.
El presidente George W. Bush, por ejemplo, a menudo se emociona cuando habla de los muertos en combate o cuando se reúne con víctimas de desastres naturales.
Su predecesor Bill Clinton se emocionaba a menudo y, según Immelman, “se hizo fama de que se sensibilizaba cuando quería para lograr sus objetivos”.
Romney es visto como alguien más rígido y formal. “El que demuestre un poco de sensibilidad puede suavizar un poco esa imagen”, sostuvo Immelman.
Candidatos codician el voto joven
El grupo de votantes de más rápido crecimiento se está convirtiendo en un blanco movible para los candidatos presidenciales en Estados Unidos.
Las encuestas han demostrado que los votantes jóvenes están más preocupados con temas como la guerra en Irak y una serie de asuntos relacionados con la economía, incluida la creciente deuda nacional, aunque quizá ninguno de éstos les resulte determinantes cuando voten para presidente. Ellos tienden a tomar una decisión en el último minuto.
Los jóvenes adultos pueden cambiar sus lealtades políticas continuamente desde ahora hasta el día de las elecciones, indicó Jim Schnell, profesor de retórica política de la Universidad Dominicana de Ohio.
Los jóvenes son sometidos diariamente a grandes dosis de información, a través de tecnologías que igualan la cobertura de la ejecución del dictador iraquí Saddam Hussein con los últimos videos de Britney Spears.
Su acceso instantáneo a la información también significa una conciencia minoritaria sin precedente sobre temas de medio ambiente global y de Fuerzas económicas, lo que incrementa la complejidad de la toma decisiones políticas de los jóvenes votantes.
“Es una ironía: descubro que van a votar, pero encuentro que la profundidad de su conciencia en diferentes temas es cada vez menor. Los candidatos van a tener un verdadero reto en lograr llevar su mensaje en medio de todo ese ruido”, indicó Schnell.
Cifras del Censo en Estados Unidos muestran que los votantes entre los 18 y los 24 años, aunque siguen siendo un bloque de votantes minoritario, ha mostrado grandes avances tanto en su registro como en su participación desde las elecciones de 2000 que cualquier otro grupo de edad.
Cuando se amplía el promedio de edad de entre 18 a 29 años, que son buscados por las campañas políticas y los grupos de movilización política, en la campaña de 2004 votaron 4.3 millones de personas más que las que lo hicieron en 2000.
Superar esa cifra será difícil de lograr en 2008, indicó Kathleen Barr, directora de educación de la iniciativa Rock The Vote, una institución sin afiliación partidista, aunque existen señales de que los jóvenes están bastante involucrados en estas elecciones presidenciales.