A poco menos de dos años de abandonar el poder, el presidente estadounidense George W. Bush está cada vez más solo y aislado.
Su política bélica en la guerra de Irak que alguna ocasión le atrajo poder y simpatías, hoy es motivo de las más duras críticas al interior de la Unión Americana, incluso entre los miembros del Partido Republicano.
Los demócratas han lanzado una campaña para poner un alto a la intervención armada en Irak habida cuenta que el pueblo está cansado de las mentiras, la manipulación y las muertes inútiles de los soldados norteamericanos en el Oriente Medio.
Cuando Bush decidió ir tras los huesos de Saddam Hussein en aras de frenar el terrorismo y derrocar al dictador iraquí, jamás pensó que su belicismo desataría una feroz guerra interna entre grupos religiosos decididos a todo.
El mandatario de origen texano no quiere darse cuenta de los errores que cometió por su ignorancia en asuntos internacionales de tal manera que cada vez que le piden detener la guerra responde con más envíos de tropas y aumentos al gasto militar.
Pareciera que Bush es un político caprichoso acostumbrado por sus padres a la vida fácil y a cumplir sus deseos personales y cuando surgen obstáculos, más se aferra a sus opiniones por más disparatadas que éstas sean.
De otra manera no se explica el porqué el huésped principal de la Casa Blanca está empeñado en aumentar las hostilidades en Irak cuando la población norteamericana está harta y decepcionada por los resultados de una guerra irracional y muy costosa.
Lo mismo ocurre en el tema de inmigración. Por un lado Bush visita América Latina y les habla a sus homólogos de apoyar un acuerdo migratorio, pero por el otro incrementa el gasto para reprimir a los indocumentados y cerrar todas las puertas a quienes buscan un empleo digno en el Coloso del Norte.
En las últimas dos semanas, en el Sur de California, los agentes del Servicio de Inmigración y Aduanas, ICE por sus siglas en inglés, emprendieron una serie de redadas en contra de indocumentados para arrestar a 359 personas procedentes de 15 distintas naciones.
Las acciones levantaron un sentimiento de indignación y furia entre la comunidad hispana de Estados Unidos por las siguientes razones:
Primero porque se violaron derechos civiles en las acciones que incluyeron cateos a domicilios particulares sin las órdenes judiciales correspondientes.
Segundo porque la gran mayoría de los arrestados es de personas de origen hispano. Activistas de los derechos humanos se preguntan ¿por qué ese afán de los agentes norteamericanos en pisotear la dignidad de los latinos?
En tercer lugar estas redadas ocurren cuando Bush acaba de regresar de su periplo por tierras latinoamericanas y cuando está por cumplirse un año de las marchas gigantescas que realizó la comunidad inmigrante en la Unión Americana y que sirvieron para frenar los intentos de convertir a los indocumentados en delincuentes federales.
Según las autoridades del ICE, durante los cateos se capturaron a por lo menos 50 personas con antecedentes criminales, entre ellos un paquistaní que robó un banco además de otros 61 inmigrantes que ignoraron las órdenes de deportación giradas por jueces federales.
Pero los oficiales no mencionan que muchas familias que fueron aterrorizados por estas acciones gozan de residencia legal como tampoco que algunos indocumentados detenidos tienen historial limpio y que su virtual deportación los separará de su esposa e hijos, muchos de ellos nacidos y educados en suelo yanqui.
Al paso que lleva, Bush alcanzará pronto el nivel de popularidad más bajo de la historia además de incrementar el rechazo mundial hacia su Gobierno y hacia Estados Unidos.
¿No sería más fácil gobernar con sentido común y humanitario como lo han hecho otros mandatarios norteamericanos?
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