Gabriel García Márquez es un indiscutible genio de la literatura que nos ha tocado disfrutar a las generaciones actuales de América Latina, no obstante ha sido un hombre controversial y criticado por sus inclinaciones políticas, incluso en su natal Colombia.
Nuestro continente Americano ha sido pródigo en figuras de las letras hispanas, pero sólo ha habido un escritor con características tan especiales como las del Premio Nobel de Literatura 1982.
Desde su famoso relato de El Náufrago que escribió para el periódico El Espectador de Bogotá, hasta sus memorias Vivir para contarla, el popular Gabo ha dejado una huella profunda entre los lectores del mundo entero, en especial los de habla hispana.
Cien Años de Soledad es para muchos su obra maestra, pero algunos analistas mencionan que El Coronel no tiene quien le escriba, está mejor lograda.
En lo personal tuve mis dificultades para leer Cien Años de Soledad hace un par de décadas, espero releerla en cualquier momento para entenderla mejor, pero he gozado varias de sus obras como sus cuentos, memorias, Noticias de un secuestro y El Náufrago.
Como periodista he tenido la fortuna de escuchar y convivir con García Márquez en varias ocasiones.
En 1994 en Los Ángeles, ante la Sociedad Interamericana de Prensa, Gabo expresó que “el periodismo es el mejor oficio del mundo” y ahí se comprometió a impulsar la calidad y profesionalismo de quienes lo practican en nuestros países.
García Márquez creó entonces la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano dedicada a la capacitación profesional de escritores y comunicadores de habla hispana.
Diez años más tarde, en una reunión similar en Los Cabos, García Márquez habló muy a su estilo de sus inicios como escritor y periodista en su natal Colombia.
En aquellas jornadas, Gabo mencionó que los diarios tenían que volver a sus orígenes, esto es a contar historias humanas y crónicas de calidad sobre hechos de interés.
“Mientras los reporteros cuenten esas historias con buena redacción y en forma amena habrá lectores dispuestos a comprar periódicos”, asentaría el laureado escritor.
Como genio y artista, Gabriel García Márquez es un hombre polémico que ha sido objeto de críticas, algunas justificadas y otras producto de las envidias y los intereses políticos.
Gabo fue invitado a la reunión de la SIP, celebrada a mediados de marzo en la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia, pero por razones desconocidas no asistió al panel en donde discutiría con otros tres escritores el papel de la narrativa periodística.
Su ausencia no fue justificada plenamente lo que dejó un mal sabor de boca entre el auditorio de 300 personas que acudió a escucharlo. Un colega periodista amigo de Gabo expresó: “No tengo idea por qué no vino, pero lo cierto es que siempre hace lo que se le pega la gana”.
Al siguiente día asistió a una comida de la SIP junto con su entrañable colaborador Jaime Abello. Ni fotógrafos ni cazadores de autógrafos lo dejaron en paz, pero García Márquez no habló en público ni disculpó su ausencia del día anterior.
Un día después su fotografía con Fidel Castro, tomada en una reciente visita a La Habana, fue publicada en El Tiempo de Bogotá y en pocas horas dio la vuelta al mundo.
Pocos repararon en el hecho de que Castro ha sido el peor enemigo de la libertad de expresión en América y por lo mismo el mayor rival de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Por lo anterior me quedo con el gran talento y calidad literaria de García Márquez, pero desearía que antes de morir se deslinde en algún momento de ese dictador abusivo, represivo e inmoral que ha sido el cubano Fidel Castro.
Por su talento y prestigio, Gabo tiene derecho a hacer lo que le pegue en gana, menos jugar una doble ética en un asunto tan delicado y trascendente como es la libertad de expresión.
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