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Actitudes| La renovación de los diarios

José Santiago Healy

La crisis de los medios impresos es internacional y cada vez más profunda ante el avance del Internet y la globalización de las empresas informativas.

La última noticia que sacudió a los medios impresos fue la puesta en venta de la casa editorial El Tiempo de Colombia, una las más antiguas y prestigiadas en América Latina.

Su directiva anunció que el diario de 96 años de vida al igual que su estación de televisión y varias publicaciones más, está en busca de un socio estratégico para enfrentar la competencia internacional.

Lo mismo ocurre en otras latitudes en donde las ventas, fusiones y alianzas de medios impresos son el pan de cada día.

En Estados Unidos están en venta el Chicago Tribune, Los Angeles Times y el Boston Globe, entre otros gigantes del periodismo. El año pasado Knight Ridder vendió a McClutchy Newspapers sus 32 periódicos en una operación que dejó temblando a la industria periodística norteamericana.

El Internet mantiene muy nerviosos a los accionistas de medios impresos, pero además los diarios viven una crisis de contenido que afecta su credibilidad y la lealtad de sus lectores.

A principios de los ochenta el fundador de CNN, Ted Turner, pronosticó la muerte de los periódicos en un lapso de diez años ante el éxito indiscutible de su proyecto noticioso.

Pero Turner no imaginó que en esa década el diarismo occidental iniciaría una renovación a fondo de su industria que abarcó los sistemas tecnológicos, maquinaria, calidad de impresión y cambios dramáticos en el diseño y el contenido informativo.

Años después Turner se tragó sus pronósticos y reconoció que jamás pensó en una revolución periodística que se evidenció en casos famosos como el USA Today.

A pesar de las tendencias en países como Estados Unidos, la Asociación Mundial de Periódicos (WAN, por sus siglas en inglés) asegura que la difusión de periódicos a nivel internacional creció más del nueve por ciento en los últimos cincos años.

Además, indica la WAN, por vez primera en la historia el número de títulos de diarios supera los diez mil y la venta de ejemplares es mayor a 450 millones de ejemplares al día.

Parece entonces que son los países desarrollados los más afectados por los avances del Internet y por la caída de la publicidad en áreas tan susceptibles como los clasificados.

Lo cierto es que los diarios en todo el mundo realizan esfuerzos notables en sus versiones impresas y en su página de Internet para encarar la competencia de los medios on-line.

En lugar de leer noticias útiles e inmediatas, hoy los usuarios se divierten creando sus propias secciones en portales como MySpace o a través de YouTube, un portal que reproduce miles de videos todos los días, algunos ingeniosos, pero otros anodinos.

Estos dos portales fueron vendidos por sus fundadores el año pasado en cientos de millones de dólares cada uno, lo que no ocurre con los sitios de los diarios y similares.

Pero como en el idioma chino la palabra crisis significa oportunidad, los diarios han entrado por necesidad a un proceso de transformación radical para poder sobrevivir.

Son las luchas cíclicas de los medios. Ya le tocó al cine en décadas pasadas vivir una agonía cuando en las salas de exhibición no se paraban ni las moscas ante el esplendor de la televisión. Pero el cine se modernizó y hoy la TV corre el riesgo de ser devorada por el Internet.

La radio tuvo su terapia intensiva en los años setenta cuando los estéreos desplazaron a las estaciones AM, pero llegaron las FM y después la radio se abrió de capa y espada para recuperar su lugar e incluso avanzar sobre otros medios como la televisión.

Hoy la prensa está obligada a ofrecer nuevos y mejores contenidos editoriales. A invertir en tecnologías como la Internet, diseño y distribución, pero sin olvidar que su fortaleza es la calidad, la profundidad y la exclusividad de sus noticias, reportajes y artículos editoriales.

Los diarios tienen que regresar a sus orígenes: denunciar los excesos del poder, las fallas de la justicia y las corruptelas del sector público y privado que ocurren a nuestro alrededor.

El riesgo de convertirse en dinosaurios es real, pero más de 500 años de vida útil no podrán sepultarse tan rápido con todo y que los inversionistas opinen lo contrario.

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