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Addenda/Si no es por virtud...

Germán Froto y Madariaga

Es bien sabido que el hombre se mueve al impulso de la virtud o el temor.

Pero esto parecen ignorarlo los miembros del Ayuntamiento de Torreón, que integran las comisiones municipales de Seguridad Pública y Gobernación, al rechazar la medida en virtud de la cual se impondrían elevadas multas a las personas que manejen en estado de ebriedad.

Campañas van y vienen tratando de concientizarnos de que no se debe manejar bajo el influjo del alcohol, pero parece que todas son en vano, pues continuamos haciéndolo o cuando menos continúan haciéndolo muchos ciudadanos sin advertir que con ello ponen en riesgo la vida de otros.

Yo puedo entender que los comerciantes en vinos y licores pugnen por que cada cual decida si toma vino, cuánto toma o si maneja un vehículo en estado de ebriedad.

Pero la autoridad está obligada a velar por la seguridad de la ciudadanía. Y si bien es cierto que existe una esfera de libertad personal dentro de la cual cada individuo puede hacer lo que le venga en gana, también lo es que esa esfera termina en donde comienza el derecho de otro.

¿Qué mayor derecho puede tener un tercero que aquel que se relaciona con la preservación de su vida?

En realidad, los integrantes de las mencionadas comisiones se están quedando cortos, pues además de las sanciones económicas y la cárcel, deberían de retirarle, a las personas que manejan en estado inconveniente, la licencia para conducir, como se hace en cualquier sociedad civilizada.

Las multas elevadas son comunes en ayuntamientos de avanzada y Torreón no debe ser la excepción.

Sólo por mencionar un ejemplo, en el municipio de San Pedro Garza García, de Nuevo León, la multa por violar la norma que prohíbe manejar en estado de ebriedad, asciende a la cantidad de 26 mil pesos. De manera que allá todo mundo se cuida de no asumir ese riego.

Si no somos capaces de acatar la ley, por razones jurídicas o sociales, debemos hacerlo por el temor a la sanción. Dicho en otros términos: Si no es por virtud, que sea por temor.

Hemos visto escenas verdaderamente dantescas, en las cuales personas inocentes mueren o quedan incapacitadas por accidentes provocados por el alcohol. Pero todo indica que las mismas no logran impedir que siga habiendo personas que manejan en ese estado.

En relación con la conducta de los regidores que se oponen a estas medidas, habría que preguntarnos a qué intereses responden. ¿A los de la ciudadanía?, o ¿a los dueños de expendios de vinos y licorerías?

Las estadísticas no mienten. De acuerdo con reportes oficiales, en septiembre hubo seis muertes causadas en accidentes en que la causa de los mismos fue el alcohol. ¿Se requieren mayores razones para implementar estas medidas? Creo que no.

Una sola muerte por este motivo, sería más que suficiente para convencer a cualquier persona que no debe manejar en ese estado.

Pero si esos hechos no son suficientes, pues que lo sean las multas. Con su bolsillo nadie está peleado.

Nadie en su sano juicio se puede oponer a estas medidas. Si lo hace habría qué buscar qué es lo que motiva que así sea y estoy seguro que se descubrirá que responde a razones e intereses personalistas.

Hace poco tiempo, platicaba en Saltillo con un miembro destacado de la Cámara de Comercio de esa ciudad y me preguntaba cómo era posible que en Torreón nos opusiéramos a los retenes en contra de quienes manejan en ese estado. La verdad no tuve respuesta para esa pregunta.

De lo que estoy convencido es de que no es la ciudadanía la que se opone, sino quienes tienen interés de que se siga vendiendo alcohol sin ninguna restricción.

Algo semejante debería hacer el Ayuntamiento respecto de quienes tiran basura en las vías públicas.

Es obvio que la ciudad más limpia no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia. No obstante ello, somos muy dados a arrojar basura en todas partes, de manera especial en la vía pública.

Si, como sucede en otras ciudades, se cobraran multas por tirar basura en la calle, mucha gente dejaría de hacerlo. Pero como no hay tales sanciones económicas, no nos importa que se diga que Torreón no es una ciudad limpia.

Todos decimos querer mucho a nuestra ciudad, pero en realidad, poco hacemos por ella.

Creo, en suma, que el Ayuntamiento debe recapacitar y apoyar las sanciones elevadas en contra de quienes conducen en estado de ebriedad y de paso darle una estudiada a la imposición de sanciones por tirar basura en las calles. Ambas medidas ayudarían a que nuestra comunidad sea mejor.

Porque visto está, lamentablemente, que sólo por la vía del castigo aceptamos cumplir con lo que debe ser una obligación primordial para nuestra vida en común.

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