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Addenda| Ya no hay trenes

Germán Froto y Madariaga

Se afirma que “la vida está hecha de momentos”. Y yo sostengo que los libros están hechos de pequeñas historias.

Por eso me gustó devorar esas historias contenidas en el libro de Rosario Ramos Salas, titulado: “Ya no hay trenes”.

De un pequeño y quizá hasta aparentemente insignificante detalle, puede surgir una gran novela.

El propio Gabriel García Márquez, que recién cumplió los ochenta años, envuelto en grandes festejos y mariposas amarillas, lo ha sostenido alguna vez, cuando narró su entrevista con el papa Juan Pablo II.

Cuenta el Gabo que él llegó a esa entrevista ataviado con una guayabera a la que casi se le desprendía un botón. La reunión fue en un salón en el que estaba preparada una mesita con dos sillas una frente a la otra. A lo largo de aquel diálogo, el escritor intentó arreglar el botón para que no se cayera. Pero todo fue inútil, pues lejos de afianzarlo, acabó por desprenderlo.

El botón cayó debajo de la mesa y sin dejar de escuchar al Papa ni de responder a sus preguntas, el Gabo se fue agachando para buscar el botón y acabó debajo de la mesa y el Papa junto a él buscando el dichoso aditamento.

Lo interesante de la entrevista con Juan Pablo, no fue entonces lo que ambos se dijeron, sino el incidente del botón que era en verdad digno de ser contado y elevado a la categoría de anécdota.

Pues de ese tipo de historias familiares está lleno el libro de Rosario. De las historias cotidianas de sus abuelos, padres, hermanos y familiares.

Es un libro sencillo, pero interesante, que en estos primeros cien años de Torreón, será una lectura obligada a la vuelta del tiempo.

Como lo señala en una de sus narraciones, intitulada: “El Viejo Torreón”, ella escribe “para que la ciudad no muera, para que ella (La abuela) no muera. Para recuperar la memoria y rescatar palabras del olvido”.

Todos, en algún momento dado de nuestras vidas, quisiéramos escribir una y mil historias familiares, para que nunca mueran. Para que otros las lean y las cuenten luego, aunque las cambien o modifiquen agregando cosas que no existieron.

Estoy seguro que Rosario, en distintos momentos, mientras escribía estos cuentos e historias, dejó correr el llanto libremente. Recordando a sus seres queridos.

A mí me conmovió en distintos momentos al recordar a don Heriberto, su padre, de quien tuve el privilegio de ser amigo.

Como mi oficina queda a la vuelta de donde él tenía la suya, yo me le aparecía con cualquier pretexto y lo provocaba para que me contara historias. Me contaba de manera especial, de su paso por la Presidencia Municipal de Torreón. Eran aquellos tiempos de paz en los que el alcalde se podía reunir frecuentemente con su equipo de trabajo y recibir a todo el que quisiera verlo. Leyendo el libro de Rosario, en sus historias podemos todos descubrir muchos pasajes de la vida que nuestras generaciones vivimos en el Torreón de los cincuenta y aun de principios de siglo, por las historias de sus abuelos.

Materialmente, puede que ya no haya trenes en Torreón. Pero su importancia y significado en la vida de nuestra ciudad, seguirán siendo fundamentales.

Es éste el segundo libro que Rosario escribe con deliciosas historias. Pero a mí me agradó de manera especial su lectura. A veces influye en ello de manera determinante el estado de ánimo y temo que me voy a pasar este año en medio de la nostalgia y los recuerdos, por el centenario.

Dicho sea de paso, qué bueno que el Municipio decidió patrocinar la edición de este libro, pues muchos textos como éste deberían editarse. Por eso espero también con interés el del licenciado Homero del Bosque y deseo que muy pronto lo pueda tener en mis manos.

Sé de la dificultad que entraña, por el tiempo que hay que destinarle a su confección, pero ojalá y Rosario no deje de escribir y nos regale más historias familiares de aquellos años.

Las simples historias. Las anécdotas y acontecimientos cotidianos son los que explican y le dan razón de ser a una comunidad joven como la nuestra. Porque son ellas las que van tejiendo su historia.

Pero sólo le pido que en su próximo libro, nos cuente las experiencias de su padre en su paso por la política. Son muchas y muy interesantes. Y con seguridad ella las tiene registradas en su memoria.

Ah, y algo más. Que no me lo vaya a mandar con Javier, su esposo, porque se tarda mucho en entregármelo.

Gracias, Rosario, por esas historias y que vengan muchas más.

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