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Agio en Wal Mart| Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

El martes trece, un año después de obtener su licencia, abrió al público el Banco Wal Mart de México Adelante. Esta última parte de esa denominación recuerda el origen de la cadena comercial adquirida hace diez años por Wal Mart Stores: Aurrerá, nombre de la pionera tienda de autoservicio fundada por la familia Arango en 1958 es una palabra vasca que quiere precisamente decir adelante.

El 15 de noviembre de 2006, cuando faltaban dos semanas para que terminara el sexenio, la secretaría de Hacienda otorgó licencias a Banco comercial del noreste, Banco fácil, Banco ahorro Famsa y Banco Copel, así como a Wal Mart. Al obtener autorizaciones, estos tres últimos establecimientos siguieron los pasos de Banco Azteca, del Grupo Electra, pues se trata de bancos asentados sobre la sólida estructura de cadenas de tiendas de autoservicio. Azteca había comenzado a operar en octubre de 2002, y a partir de entonces Hacienda y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores otorgaron licencias a Banco regional, Barclays, UBS Bank, Autofin y los más notorios, por sus orígenes, Compartamos (propiedad de los Legionarios de Cristo) y Multiva (del grupo Ángeles, de Olegario Vázquez Raña).

Las autorizaciones fueron acordadas en nombre de la competencia, argumento que no resiste el análisis, pues una quinteta de grandes consorcios domina la intermediación financiera en México. Banamex, de Citigroup; Bancomer, de BBVA; Santander, HSBC y Banorte son dueños del mercado: el 87 por ciento de los créditos y el 89 por ciento de los depósitos les corresponden. Se agrega a aquella explicación que los nuevos establecimientos se colocan en nichos de mercado no explotados hasta ahora por la banca tradicional. Los más de los nuevos bancos, en efecto, van tras una nueva clientela, los menos pobres de la clase media baja. Con sus prácticas probablemente lograrán no bancarizar como en lengua bárbara se dice de la acción de hacer a la gente cliente de los bancos, sino empobrecerla aún más.

Ya son escandalosas las tasas de interés del crédito al consumo concedido por la banca grande. Llegan hasta 35 ciento por ciento o más, lo que está ocasionando morosidad que ya empieza a preocupar a los emisores de las tarjetas y a las autoridades. Pero la práctica y los planes de los nuevos banqueros empeoran esa situación; hacen efectivo una vez más el apotegma que describe cuán caro es ser pobre. Banco Azteca, para los adquirientes de bienes de consumo duradero en las tiendas Electra, aplica intereses hasta del 50 por ciento. Será superado por el banco de Wal Mart que sin ambages declara a la hora de abrirse al público que su tasa de interés anual será de 75 por ciento. En muy rudo contraste pagará a sus depositantes, que podrán serlo colocando desde cincuenta pesos, apenas el 1.48 por ciento anual, que es el equivalente a la quinta parte de los Cetes a 28 días.

En un periodo de preparación para que su banco opere con el público, Wal Mart lo hizo con sus empleados, que son más de 155 mil, en una práctica que remite al porfiriato, cuando la tienda de raya (en que se mezclaban patrón, proveedor y prestamista) esquilmaba a los peones de haciendas agropecuarias e incipientes establecimientos industriales. Ignoro si en Wal Mart será obligatorio ser depositante y acreditado, pero es seguro que sea mal visto no serlo aunque en otras opciones bancarias las condiciones no sean expoliadoras como las descritas (aunque tampoco son mucho mejores dado el nivel de ingresos de los empleados de esa cadena).

Tras el comienzo de sus actividades en 1958, Aurrerá se expandió considerablemente pronto, y diversificó sus giros. Bodegas Aurrerá, Superama, Suburbia y los restaurantes Vips y El portón formaron un vasto consorcio comercial que fue apetecido por Wal Mart Stores, fundada a su vez en Arkansas por Sam Walton en 1962. Como suele hacer, la empresa norteamericana se introdujo en México poco a poquito. El primer paso se dio en 1991 con una asociación con los Arango, de cincuenta por ciento cada uno para abrir Sam’s Club. Luego, esa proporción alcanzó al resto de las operaciones de Aurrerá, y en 1997 Wal Mart adquirió el control de la firma, aunque no modificó el nombre de sus tiendas principales, para usar el suyo propio sino hasta el año 2000. Con 16 tiendas abiertas en octubre, suma ya 980 establecimientos en todo el país. Y no es improbable que se interese en adquirir los cerca de trescientos establecimientos de la cadena Gigante que precisamente hoy se ponen en venta.

En su país de origen Wal Mart se propuso obtener una autorización para operar como banco. Pero lo que consiguió aquí le fue negado en Estados Unidos, entre otras razones por su mala fama de empleador desconsiderado. Es cierto que los banqueros de Iowa se opusieron a la pretensión de Wal Mart de entrar en su mercado y del litigio iniciado se valieron las autoridades para aplazar para nunca el pedido de la empresa comercial. Pero sus prácticas hicieron desaconsejable permitirle el manejo de dinero ajeno.

Aunque Wal Mart se ufana de haber obtenido la calificación de empresa socialmente responsable, sus modos de operar la hacen una presencia incómoda en el medio mercantil mexicano, al grado de que durante años se abstuvo de participar en, o fue excluida de, la asociación de tiendas de autoservicio. Es probable que su política de precios bajos, insostenible para muchos proveedores, beneficie a los consumidores, de lo que ahora busque resarcirse mediante el crédito bancario.

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