Cocinar hamburguesas. Racionar papas y aros de cebolla por unidades. Decirle a las clientas de una tienda de ropa que se ven perfectas cuando no es así. Están a la disposición de un jefe que los emplea por más de seis horas y sin contrato.
EL UNIVERSAL
MÉXICO, DF.- En México, trabajan más de tres millones de menores de edad, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). Marcela, Karen, Andrea y Enrique son cuatro jóvenes que le dan vida a esas cifras.
Cocinar hamburguesas. Racionar papas y aros de cebolla por unidades. Decirle a las clientas de una tienda de ropa que se ven perfectas cuando en realidad se les sale la lonja. Vender celulares con ciertos programas de pago de lo contrario no hay comisión. Estar a la disposición de un jefe que te emplea por más de seis horas y no te da un contrato.
Aguantar, aguantar y aguantar hasta que por fin llegue el día de ser mayor de edad. ?Como si la necesidad supiera de edades?, dice Enrique quien junto con Marcela y Karen esperan y cuentan los meses para apagar las 18 velitas de su pastel y literalmente ?tirar la toalla? para buscar un mejor empleo, en el que sus 600 pesos semanales ?se estiren al doble con un poco de suerte?, dice Karen.
Enrique pasa sus tardes atrás de un teléfono. Trabaja en un ?Call Center? para una compañía de telefonía celular. Sus ganancias dependen de lo que venda aunque nunca supera los 600 pesos a la semana. Se siente abusado por sus jefes, pero ?no me queda de otra mientras no me pueda quejar con un contrato en mano?.
Su dinero lo utiliza para ropa, comida, libros y pasajes. Todas las tardes cuando sale de la preparatoria y se sube al Metro se imagina operándolo desde la estación Juárez hasta Cuatro Caminos. ?Cuándo veo la luz entre estación y estación me imagino que un día seré yo el conductor. Que al final del día me bajaré en Cuatro Caminos y caminaré hacia mi casa?, dice.
Enrique Castañeda es un joven estudiante de preparatoria, ha trabajado desde lo 15 años y a él eso de pedir dinero para sus gastos nunca se la ha dado. ?No porque no haya querido, sino porque no hay a quién pedírselo?.
No ha presentado su solicitud de empleo para conducir el Metro, pero porque sabe que necesita ser mayor de edad. Ha hecho sus cuentas y cree que en dos meses que tenga 18 años su presupuesto subirá al doble.
?PAREZCO PERICO?
Andrea tiene 16 años y su trabajo lo define así: ?Raciono papas, nuggets y aros de cebolla por unidades. Cambio la hora de caducidad una y otra vez a las hamburguesas a petición del encargado. Limpio charolas, saco basura y barro el suelo, todo por mis mil 200 a la quincena?.
Pero no es lo que más aborrece de su trabajo en una cadena de hamburguesas sino ?repetir el mismo discurso una y otra vez a todos los clientes como un perico?, dice.
A Andrea le faltan sólo tres meses para dejar de rellenar con agua la máquina de la vainilla para helados. No sabe a dónde va a ir y aunque su tío le ha ofrecido trabajo en un puesto de películas piratas en un tianguis se rehúsa a hacerlo. ?Aquí por lo menos puedo ir a la escuela y mal hacer la tarea. Capaz de que me voy con mi tío y hasta a la cárcel voy a dar por andar de piratera?, asegura.
Marcela trabaja desde los 14 años. Hoy dice tener 17 y medio, resalta el ?medio? para sentirse más grande, aunque eso no le ha servido de nada. ?Para los trabajos que les he echado el ojo siempre me piden la credencial de elector, para comprobar mis inexistentes 18 años.?
Ella quiere ser médico y lo que más le preocupa es equivocarse de carrera, pero no porque no le guste sino porque cree que será una profesión costosa. ?De no conseguirme un mejor trabajo cuando sea mayor de edad, tendré que leer los libros de la biblioteca de la UNAM?, explica.
Karen Yelitza ensaya como contestará el teléfono cuando sea recepcionista de una empresa refresquera. ?El empleo lo tengo prometido porque una amiga de mi mamá trabaja ahí?. Sólo le falta cumplir los 18 años y su sueldo pasará de 2 mil a mil 500 pesos al mes.
?Me dejarán de explotar, podré irme de vacaciones y exigir mis derechos como trabajador?, dice.
Aunque la realidad de Karen hoy es levantarse todos los días a las 6 de la mañana, ir a la escuela, salir a las 2 de la tarde, comer, ayudar con las labores de la casa, trabajar en una tienda de ropa de 4 de la tarde a 9 de la noche y hacer la tarea entre clase y clase, además de leer en las noches.
?A veces, cuando llega el fin de semana y mis amigos me invitan a salir les digo que no porque ya termino muy cansada, pero ni modo, lo necesito y me gusta el dinero, aunque me negrean mucho?, asegura.
?MERCADO NEGRO?
De acuerdo con Alfonso Bouzas, doctor en derecho con especialidad en derecho laboral e investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, ?El empleo de menores por lo general se encuentra en el mercado negro donde no se reconocen sus derechos y se violan todas las condiciones con las que la ley los protege?, dice.
Para contratar a un menor la ley estipula que éstos debieron haber terminado su educación obligatoria, además deben tener autorización de los padres y no rebasar las seis horas de jornada diarias.
Según el Departamento de Vinculación Inspectiva Laboral de la Dirección General de Inspección Federal del Trabajo queda prohibido emplearlos en expendios de bebidas embriagantes, en trabajos que afecten su moralidad o sus buenas costumbres, trabajos ambulantes, realizar sus labores bajo condiciones peligrosas o insalubres, trabajar horas extraordinarias y en días de descanso obligatorio, además deben contar con vacaciones anuales por lo menos 18 días.
?La realidad es que los jóvenes de 12 a 18 años sufren de abusos por parte de quien los contrata pues resultan poco atractivos para el mercado formal bajo esas condiciones, así que la mayoría se emplea en el mercado negro?, asegura el investigador.
?Lo único que pueden ofrecer, dice, es su fuerza, voluntad y energía, por lo tanto son empelados en trabajos descalificados donde estos elementos suplen a la calificación o la profesión?, agrega.
Para el investigador el panorama ideal para estos jóvenes es el no empleo. Sin embargo, ?no podemos ignorar la realidad y la verdad es que en muchos casos son hasta el ingreso fuerte de la familia?. El Investigador propone una ley laboral que permita que las empresas les den condiciones con la posibilidad de exigir trabajo sin interrumpir su desarrollo profesional.
?Que los menores puedan decirle a su jefe: a tal hora no puedo venir a trabajar porque es mi horario escolar y éste acepte sin reprimir, ese sería un verdadero contrato que cuide los derechos de un menor de edad?, explica.
No son pocas, dice, las empresas que tienen a menores de edad trabajando, así que les convendría hacerlo de forma legal y salir de la clandestinidad.
Y aunque no cumplir con las condiciones mínimas que la ley ha previsto implica una sanción según los artículos 992 al 1010 de al Ley Federal del Trabajo, las cuales van de multas de carácter económico hasta penas de carácter penal o civil, jurisdiccionales o administrativas, ?la realidad es que millones de jóvenes trabajan bajo la clandestinidad, interrumpiendo su desarrollo y contribuyendo a que la fuerza de trabajo crezca en el país aunque está no corresponda a la oferta laboral?, concluye el investigador.