Por razones evidentes, los mexicanos mantenemos un alto grado de escepticismo en cuanto a política se refiere -o hablando coloquialmente- pasó el tiempo donde con gran facilidad sucumbíamos ante los acordes de la flauta mágica. Hoy en día, el ejercicio de la democracia nos brinda la oportunidad de acrecentar nuestra capacidad de discernimiento y análisis frente a las acciones de aquellos que participan en la vida pública de México.
Hablo de escepticismo y pienso en las pasadas elecciones, en Fox y claro está, en nuestro actual presidente. Aunque mi voto fue para Felipe Calderón, pues pensaba -y lo sigo haciendo- en él como la mejor opción para el país, debo confesar que mantuve ciertas reservas lógicas -creo que tú, querido lector, también las tuviste- sobre si tendría el suficiente oficio político para revertir el efecto de un 2 de julio que puso en jaque mucho de lo ganado.
Fue grande la decepción que trajo el “gobierno del cambio”, aquel que simplemente no pudo hilar la estrategia encaminada a lograr reformas que al final se quedaron en buenos deseos. Todo el bombo y platillo que caracterizó al sexenio foxista de algún modo me hizo preguntarme si acaso los seis años de Calderón no serían un símil de la caja de chocolates que viene a medio llenar.
Con motivo de los cien días de la actual Administración, los editorialistas se han referido ya de manera extensa a dicha circunstancia -o mejor aún- digamos que el tema ya está muy manoseado, por ello aquí únicamente haremos una referencia general de cómo van las cosas. Quizá peque de optimista, pero a partir de lo que veo y sobre todo, lo que oigo, siento que ahí la llevamos; es palpable el alto grado de satisfacción que en una buena parte del territorio nacional existe sobre la manera en que se está conduciendo el Presidente de la República.
Falta mucho camino por recorrer, sin embargo, el titular del Ejecutivo ha demostrado que no le tiembla la mano si de tomar medidas drásticas se trata. La guerra contra el hampa es un claro ejemplo de cómo el joven mandatario está dispuesto a afrontar problemas añejos y arrancarlos de raíz sin importar su grado de complejidad. Dicha batalla arrojará saldos negros y blancos, será imposible ganarla, pero aparentemente Felipe Calderón no se achica aún cuando su integridad personal y familiar se ha visto amenazada.
Y quién lo iba a decir, hasta el mismo Congreso trabaja con entusiasmo y ha sabido encontrar puntos de coincidencia con el Gobierno panista. Los legisladores, nada tontos, finalmente caen en la cuenta de que su nivel de actuación no podía ser más pobre y se ponen las pilas. Es satisfactorio el grado de colaboración entre ambos poderes y lo calificaré como excelente el día en que recuperemos aquella izquierda pensante y combativa que hoy se encuentra en manos equivocadas.
Hay muy buenos elementos en el Gabinete, tanto los nuevos secretarios como aquellos que repitieron gracias a su probada efectividad. Esperemos que entre las distintas carteras se dé una comunicación efectiva que lleve a que todo el Gobierno funcione en sincronía. ¿O acaso alguien quiere repetir la experiencia Montesori? Andaríamos perdidos en el espacio.
Todo irá mejor en la medida en que cada uno cumpla con su tarea. Nuestra responsabilidad cívica se traduce en vigilar los actos del Gobierno, participar, crear polémica y formar opinión. Así mismo, la labor gubernamental consiste en estar atentos a las necesidades de la ciudadanía y ofrecer soluciones reales a problemas reales. En la política del tercer milenio únicamente sobrevivirán aquellos elementos cuyo discurso vaya respaldado por hechos contundentes.
Sí, creo que ahí la llevamos. Toda Administración merece un voto de confianza: no esperemos soluciones rápidas ni acciones espectaculares. El futuro se construye paso a paso, nunca de golpe.
