Al Gore parece ser la mejor solución para Estados Unidos y de paso para el mundo.
Un amplio sector del Partido Demócrata y miles de norteamericanos lo quieren como candidato presidencial para las elecciones de 2008.
El problema es que Gore está muy ocupado en sus proyectos personales y profesionales al grado que no muestra interés por entrar a la carrera por la Casa Blanca.
Gore ha estado en dos ocasiones muy cerca de convertirse en el jefe de la residencia presidencial. La primera fue cuando Bill Clinton estuvo a punto de renunciar por el escándalo de Mónica Lewinsky. La segunda fue en 2000 cuando ganó la mayoría de los votos en las urnas contra George W. Bush, pero perdió la elección en una disputa legal que todavía es blanco de controversias en los Estados Unidos.
A partir de la decisión de la Suprema Corte de cancelar el recuento de los votos en Florida lo que dio el triunfo a George W. Bush, Gore se retiró de la vida pública y de la política.
Reconoce que nunca estuvo de acuerdo con esa acción legal, pero para no dañar la credibilidad del sistema judicial prefirió acatar la decisión y guardar un prudente silencio.
Albert Gore tiene 59 años y desde joven desarrolló una brillante carrera política. Fue congresista, senador por Tennessee y finalmente ocupó la vicepresidencia de los Estados Unidos durante ocho años al lado del presidente Bill Clinton, en donde destacó por su eficiencia, su capacidad negociadora y su dinamismo.
Quizá por ello no fueron fáciles para Al Gore y su esposa Tipper los años posteriores a la derrota de 2000. Tuvieron que vivir prolongadas horas de soledad alejados de los reflectores, la actividad y los privilegios de los cargos públicos.
Pero Gore no se ahogó en su fracaso circunstancial, lejos de eso arrancó un movimiento internacional a favor del medio ambiente que lo ha convertido en uno de los hombres más influyentes del mundo sin tener un puesto político.
Nació en Washington D.C. cuando su padre era congresista, pero Gore se crió en el estado de Tennessee en donde realizó sus estudios primarios y llevó una vida familiar campirana, pero nada ajena a los ajetreos de la vida política.
Desde que su documental “An Inconvenient Truth” (Una Verdad Inconveniente) ganó el Oscar este año, Gore no ha descansado un instante en su campaña por alertar al mundo entero de los riesgos que corre la humanidad por el sobrecalentamiento de la Tierra.
“Es la crisis más seria que jamás hemos enfrentado”, advierte Gore en cada una de las dos mil conferencias que ha impartido en su país y en el extranjero durante los últimos meses.
Gore es actualmente asesor de Google, miembro del consejo de directores de Apple, es co-fundador de la cadena de cable Current TV y presidente de un fondo de inversiones con activos superiores a los mil millones de dólares.
“Nunca en mi vida había estado tan ocupado como ahora”, dijo recientemente a un periodista luego que un amigo le mencionara en son de broma que para tomarse un descanso debía lanzarse de nuevo a la lucha por la Presidencia.
Además Gore figura entre los candidatos del Premio Nobel de la Paz para este año y lanzó en días recientes el libro “El asalto sobre la razón” en donde cuestiona severamente al sistema democrático de Estados Unidos. Ahí precisa que ha fallado el presidente Bush pero también el Congreso, el sistema judicial, los medios de comunicación y la sociedad, por que no han defendido el régimen de libertades.
Obvia decir porque varios grupos demócratas intentan convencer a Gore para que se lance a la elección de 2008 ante una posible debacle toda vez que Hillary Clinton y Barack Obama no parecen asegurar el triunfo ante los republicanos.
Algunos analistas sostienen la mejor fórmula sería Gore-Clinton, otros mencionan que el ex presidente buscará un candidato afín para la vice-presidencia, pero los más realistas señalan que Gore está demasiado entrado en sus tareas como para pensar en la política.
No pasará mucho tiempo para que conozcamos el desenlace de esta historia, lo cierto es que Gore es en estos momentos la mejor opción para poner un alto al desastre político, social y bélico que heredará el Gobierno de Bush a su sucesor.
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