Foto: http://www.ecotec.edu.ec
Miles de ballenas jorobadas han abandonado su gélida "casa" en la Antártida en busca de las cálidas aguas del Pacífico ecuatorial, donde deslumbran con majestuosos espectáculos de amor y vida.
Las paradisíacas costas americanas del Océano Pacífico, desde el norte de Perú hasta Costa Rica, albergan entre junio y septiembre a unas 6,000 jorobadas (megaptera novaeangliae).
La Isla de la Plata, 30 kilómetros frente a Puerto López, un balneario de la provincia ecuatoriana de Manabí, es uno de los sitios donde las jorobadas muestran su espectáculo de saltos y cantos.
Decenas de ellas muestran también sus crías, que encuentran en esta zona calor y alimento suficientes para su crecimiento.
Además, los mamíferos marinos atraen en las costas de Manabí a decenas de miles de turistas, que buscan observar sus vistosos bailes acuáticos y escuchar sus cánticos submarinos.
Es tal la atracción de las ballenas, que el Gobierno de Ecuador declaró el pasado 29 de junio inaugurada, "oficialmente", y con fiesta incluida, la novena temporada de avistamiento de jorobadas.
La ministra de Turismo, María Isabel Salvador, que inauguró la temporada en Puerto López, también hizo un llamamiento a los pobladores costeros y a los turistas para cuidar los cetáceos y la gran riqueza natural de esa zona, que representan para su país "un destino turístico de privilegio".
Salvador sostiene, además, que por la presencia de las jorobadas en el país, Ecuador pudo reingresar, recientemente, a la Comisión Ballenera Internacional, cuyo propósito es luchar para impedir la caza de estos mamíferos marinos.
El Gobierno de Ecuador, así como las autoridades manabitas, también han redoblado el esfuerzo para regular la actividad turística en sus costas, con el fin de evitar que el avistamiento afecte la vida de las ballenas.
Los esplendorosos cortejos amorosos de las jorobadas se repiten no sólo en el mar manabita, sino también se los puede observar frente a las costas de las provincias de Guayas y Esmeraldas.
Muchos turistas y científicos acuden a la zona para observar las aletas traseras de los cetáceos, que son como el carné de identidad de las ballenas.
Unas mil de jorobadas, muchas de las cuales pueden llegar a medir hasta unos 30 metros, ya han sido registradas e identificadas gracias a sus aletas de cola.