Desde su tumba, el ex presidente Gerald Ford podría lograr el ansiado milagro: convencer a George W. Bush y a sus asesores de poner un alto a la irracional guerra de Irak.
Varios sucesos ocurridos en los últimos días se han sumado para aumentar el malestar dentro y fuera de los Estados Unidos ante un conflicto bélico que parece no tener pies ni cabeza como tampoco un final próximo.
La voz de Ford retomó fuerza en los últimos días al revelarse su férrea oposición a la guerra de Irak. En vida el controvertido ex presidente, quien perdonó a Richard Nixon por sus fechorías de Watergate, nunca cuestionó públicamente la política bélica de George Bush.
Pero el Washington Post, bajo la promesa de mantener inédita la entrevista hasta su muerte, publicó las declaraciones que dio Ford al periodista Carl Bernstein en donde asienta que la invasión a Irak fue injustificable y que había otras alternativas antes de llegar a la guerra.
Ford criticó a Bush, al vicepresidente Dick Cheney y al ex secretario de Defensa, Donald H. Rumsfeld: ?Cometieron un gran error en las razones que dieron para ir a la guerra en Irak. Ellos pusieron énfasis en las armas de destrucción masiva?, señaló Ford a Woodward. ?Ese fue un error para justificar lo que se disponían a hacer?.
En medio del tributo que los norteamericanos ofrecieron en estos días al fallecido Ford por su Gobierno discreto y honesto, sus palabras resonaron en los pasillos de la Casa Blanca y en las oficinas del Pentágono en donde la llegada del nuevo secretario de la Defensa, Robert Gates, podría significar un ajuste en la estrategia militar con Irak.
Por si fuera poco la ejecución de Saddam Hussein y la muerte del soldado norteamericano número tres mil complicó el panorama para Bush que ya no siente lo duro sino lo tupido.
Nadie lamenta la muerte de Hussein, esperada por los norteamericanos para saciar su hambre de justicia ante las barbaridades cometidas. Pero la fecha escogida así como la excesiva difusión a su ahorcamiento motivó protestas airadas entre los defensores de los derechos humanos.
Nada remoto será entonces que el fantasma de Hussein se convierta en el enemigo más poderoso del Gobierno de Bush, quien nunca pudo confirmar la existencia de armas químicas en la Administración del dictador iraquí como tampoco sus vínculos directos con la red terrorista de Al Qaeda.
Muerto Hussein, los Estados Unidos no tendrían mucho que hacer en Irak y la lógica señala que el regreso de las tropas debería iniciar en un futuro cercano.
Pero las cosas ya no son tan fáciles. Irak está convertido en tierra de nadie en donde los grupos religiosos y de extremos políticos se enfrentan todos los días y en todas las latitudes. La implantación de la democracia en suelo iraquí es un intento irracional y mañoso por parte de Bush. Es tanto como querer poner un emperador en un país de cultura democrática como serían los Estados Unidos.
Dustin R. Donica de 22 años de edad es el soldado tres mil de Norteamérica que fallece en la disputada guerra. El militar pertenecía al Tercer Batallón del 509 Regimiento de Paracaidistas e Infantería y sufrió una muerte tan trágica como inesperada.
Si sumamos los tres mil norteamericanos a las decenas de miles de iraquíes fallecidos, tenemos una guerra violenta, cruel y además carisísima. Los cálculos del costo de la guerra van desde los 355,405 millones de dólares hasta los dos billones de dólares, esto es dos millones de millones, una cantidad por demás fantástica.
A pesar de los pesares, Bush se muestra reacio al retiro de tropas y a reconocer que al final del día la incursión en Irak ha dejado más daños que beneficios para su país y su gobierno.
Veremos si Ford, Hussein y el soldado Donica logran desde su morada sacudir la conciencia del impasible presidente texano.
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