Casey murió por un país al que le importa más quién va a ganar el American Idol, que cuántas personas van a morir la siguiente semana (en Irak)
Cindy Sheehan
Una pequeña voz ha callado por voluntad propia en los últimos días. El movimiento estadounidense contra la guerra en Irak ha perdido el rostro. Una valiente mujer que decidió trascender e ir contracorriente terminó por rendirse. La madre que se volvió en la acosadora principal del poder absoluto decidió regresar a los suburbios a recuperar la única vida sobre la que sí tiene control, la propia.
Cindy Sheehan perdió a su hijo en Irak. El cuatro de abril de 2004, el soldado Casey Sheehan, de 24 años, murió durante un operativo militar para tratar de rescatar a soldados estadounidenses cerca de la localidad de Sadr. La muerte de su primogénito le cambió la vida. De la noche a la mañana, la llamada “Madre de la Paz” olvidó el trabajo, al esposo y a los tres hijos que le quedaban vivos y se entregó por completo al activismo anti-guerra.
A pocos meses de la muerte de Casey, Cindy, junto a los padres de otros soldados muertos en Irak, tuvo un encuentro con el presidente George W. Bush. Durante esa reunión no recibió más que palabras huecas de consuelo, según le confesó la activista a la revista Time en 2004. Sheehan tomó entonces una ruta distinta. Empezó a dar entrevistas en los medios de comunicación en las que criticaba abiertamente la ocupación iraquí y a la Administración Bush.
Las cadenas de televisión conservadoras, como FoxNews, iniciaron una campaña de desprestigio. Algunos comentaristas políticos incluso acusaron a Sheehan de traidora, pero en esa guerra cultural entre conservadores y liberales estadounidenses, éstos la han comparado con Rosa Parks, la mujer que desató el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos en la década de los años sesenta.
Durante 2004 el sentimiento anti-guerra aún no era mayoritario. Así lo interpretó John Kerry, el candidato presidencial demócrata que perdió la elección en noviembre de ese año, entre otras razones, por no tener un mensaje contundente y coherente en torno a Irak. Sheehan era entonces una de las pocas voces que demandaba abiertamente el fin de la ocupación y el retiro inmediato de las tropas estadounidenses de Irak.
Contradictoria, irreverente y polarizante, Sheehan se convirtió en el símbolo del movimiento anti-guerra en Estados Unidos. Nadie antes de ella había logrado aglutinar un apoyo tan grande para esa causa, pero tampoco nadie había exacerbado tanto los ánimos de los defensores del conflicto.
Su salto a la escena internacional se dio cuando decidió plantarse, durante el verano de 2005, a las afueras del rancho de Bush, en Crawford, Texas, pidiendo una reunión con el presidente. A ese lugar llegó con cinco personas, a las que pronto se sumaron cientos más de todo el país. Su plantón fue ignorado por la Casa Blanca, pero seguido casi en tiempo real por los medios masivos estadounidenses e internacionales. Fue sólo gracias a esa cobertura que muchos estadounidenses seguían enterándose de que su país ocupaba una nación llamada Irak y que sus soldados eran víctimas y verdugos del capricho bélico del presidente Bush.
Cindy Sheehan se despidió la semana pasada de un activismo que criticó la hipocresía de toda la clase política de su país. Hipocresía de legisladores demócratas y republicanos por igual que la decepcionaron por no confrontar al presidente. Desilusionada esta mujer puso fin a su activismo bajo un enorme pesimismo en torno también a la sociedad civil organizada y a la ciudadanía en general, que vive pasivamente teledirigida, desaprovechando el momentum que tiene hoy el sentimiento en contra de la ocupación iraquí y sobre todo, dejando que se apague la voz de una verdadera American Idol.
Académico ITAM y UIA
Comentarios:
genarolozano@gmail.com
