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Amigdalitis

Arturo Brizio Carter

Se jugó una edición más del llamado Clásico de Clásicos y el resultado favoreció a las Águilas del América por la mínima diferencia; esto y todo mundo lo sabe pero lo que quiero comentar con usted es la forma en que un equipo inferior en calidad puede superar a su rival dejándolo tendido en el terreno de juego.

Guadalajara se metió a la cancha del Azteca el domingo por la noche con una etiqueta de favorito más grande que el propio estadio. Americanistas de toda la vida, al preponérseles un apuesta decían: “Esperamos a que termine el partido o te lo pago desde ahorita” de ese tamaño era el pesimismo azulcrema.

Los medios informativos de toda clase dieron cuenta a lo largo de la semana del desequilibrio de fuerzas de cara al partido grande y la mayoría se sumó a la marea rojiblanca mientras unos pocos lo más que llegaron a aconsejar fue mesura.

Pero como no hay fecha que no se cumpla ni deuda que no se pague, llegó la espléndida noche dominical y el inmueble de la colonia Santa Úrsula lució un lleno impresionante, como en sus mejores días, esperando presenciar un encuentro memorable.

Guadalajara mandó al terreno de juego lo mejor que tenía mientras América envió a la cancha lo que le quedaba luego de lesiones y refuerzos falsos y nada más de ver las alineaciones se confirmaba el presagio de una tragedia para los pupilos de Luis Fernando Tena.

Las Chivas del “Chepo” de la Torre no saben especular y congruentes a su modo de ver el juego desplegaron un futbol abierto, propositito y de velocidad buscando horadar la meta del cuadro de Coapa; las primeras llegadas parecían confirmar el pronóstico: las Águilas serían arrolladas.

Solo un factor faltó por considerar para otorgarle a los tapatíos tan amplio margen de favoritismo y es el carácter y determinación de cada uno de los elementos que integran al equipo del América y que contrastó con lo mostrado por los campeones del futbol mexicano en este emocionante partido.

Mientras el chiverío mostraba ambición los cremas exhibían cautela; cuando la visita alardeaba con su técnica el anfitrión picaba piedra con su esfuerzo y cuando Guadalajara creyó poder ganar con la playera puesta al América le salió esa raza que caracteriza a los equipos grandes.

En suma, a los americanistas les dio un ataque de amigdalitis, es decir, se les inflamaron las anginas, esas que Hugo Sánchez pondera tanto y considera necesarias cuando la adversidad muestra su peor cara.

En mi opinión, las Águilas no fueron ni son mejores que el Guadalajara pero mostraron un vergüenza profesional y un carácter dignos de alabanza mientras su rival solamente aportó buen futbol en esa hermosa noche capitalina.

Que la figura del partido fue Ochoa era de esperarse; que el gol lo anotara y lo gritara el capitán Villa fue un desahogo colectivo; que Cabañas se sacara la espina del penal fallado en la liguilla fue su revancha personal; que Mosqueda hiciera, aunque sea momentáneamente, olvidar a Blanco resultó un agasajo y el esfuerzo colectivo para no dejar ir vivo al rival terminó siendo emocionante.

El Clásico cumplió y por esta vez, la inspiración tuvo que dejar su lugar a la transpiración y hasta el árbitro Marco Antonio Rodríguez aportó elementos para la polémica.

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