Ahora les tocó a Jorge Hernández, Nacho Pámanes, Pepe Toño Murra y Sergio “Colín” Berlanga, ser los oferentes de la sesión comida reglamentaria del Club Sembradores de Torreón correspondiente al jueves 12 del actual, efectuada en la terraza del Campestre La Rosita, lugar en el que no solamente disfrutas del excelente servicio de restorán, sino que tus ojos y sentidos se extasían en la contemplación de sus verdes y arbolados campos, de sus lagos y del trinar y revolotear de las aves.
En esta ocasión todas las personas que asistimos somos miembros del club, pues, caso raro, no se reportó ningún invitado como por costumbre y satisfacción se acostumbra llevar, como atención al amigo y también para que conozcan el ambiente de camaradería y amistad que prevalecen en nuestras reuniones.
No soy practicante de ese bello deporte de las bolitas y los bastones en el que se manifiestan condición física y destreza, por lo tanto no he recorrido el campo de golf con sus céspedes floridos, ni bordeado sus lagos, pero lo conozco desde diversos ángulos ya que muchos socios, ex socios sembradores y amigos tienen en el contorno sus residencias y desde sus terrazas se ofrecen vistas panorámicas cual si fueran bucólicos cuadros de pintores famosos.
Imaginémoslo un rectángulo, en el que situemos los cuatro puntos cardinales para ubicar todos los ángulos visuales que me han permitido la contemplación de tan hermoso campo de golf: en la cabecera sur se ubica la residencia de mi admirado amigo Germán González Navarro, en el sureste, la de Paco Dávila. Al este, las mansiones de Jorge Guajardo y Roberto Villarreal. En el noreste la de Beto Villarreal Maiz y para completar la circunvalación, al oeste las residencias de César Villalobos y la del siempre recordado amigo Jaime Noé Cantú.
“El año de 1973 vio el nacimiento del Campestre Torreón, referente obligado en la práctica de golf y tenis y sede de torneos de reconocimiento nacional”. El acucioso historiador y cronista de la ciudad Lic. Homero del Bosque Villarreal en su escudriñar en el proceso de desarrollo de nuestra querida ciudad, apunta en su obra Este Torreón, que “al oriente de la ciudad había una extensión agrícola de sesenta hectáreas llamada La Rosita, cuyo propietario primitivo era el señor Lázaro de la Garza Vidaurri. Que un buen día de 1972 Alfonso Estrada González le propuso al señor Filemón de la Garza Morales, cabeza de la descendencia del propietario original, comprarle un número importante de hectáreas para realizar en ellas un fraccionamiento y construir un campo de golf de 18 hoyos, con las alternativas modernas de lagos y trampas de arenales”. Así nació el Campestre Torreón, ahora estandarte orgulloso de la Comarca Lagunera.