Cumplir cincuenta años de matrimonio es toda una hazaña, no sólo por cuanto a lo que significa afrontar todas las vicisitudes que se presentan en una vida en común, sino al hecho mismo de vencer el egoísmo para buscar la felicidad de nuestra pareja más que la propia. Entender a nuestro cónyuge, comprenderlo, amarlo. Dos personas y, detrás de ellos, dos familias. Dos corrientes de humanidad que se encontraron.
En estos tiempos en que se agudiza la problemática de la familia, en que nos agobian inquietudes y zozobras, es gratificante que un hombre y una mujer permanezcan unidos por los santos lazos matrimoniales, dando ejemplo vivo de lo que es el matrimonio de una pareja que al darse el sí se lo dieron para toda la vida.
En abril se cumplieron cincuenta años desde que conocimos a Sergio Cueto González y a Cecilia González Treviño Haces, cuando apenas habían regresado de su luna de miel, porque instalaron su hogar en un departamento contiguo al nuestro y desde entonces nos han unido con ellos firmes lazos de amistad.
Conocimos, tuvimos trato y apreciamos en todo su valor, a sus padres, por el lado de Sergio a don José Cueto y doña Hortensia González y a sus hermanos Pepe, Roberto, Elvira y Tencha. Por el de Cecilia al licenciado Rodolfo González Treviño y doña Enriqueta Haces Gil, a su hermano Rodolfo, sus hermanas Ma. Enriqueta Gabriela y Martha. A sus tíos Lic. Lucas Haces Gil y Carmen Pámanes. Personas todas ellas de gran relevancia en la vida social y política de Torreón. Gente de bien sobre todo.
Así llegamos a este memorable mes de abril en que su hijo Sergio y sus hijas Cecilia, Mónica y Ana Sofía, sus familiares y amigos, celebramos con íntimo regocijo el más grande acontecimiento de la vida de Sergio y Cecilia, sus bodas de oro, que no sólo representan una sucesión de años en santa unión matrimonial, sino que tienen una significación más profunda, por cuanto a que esas dos vidas que hace cincuenta años convergieron sobre un mismo sendero, han sido vidas ejemplares de amor, abnegación y trabajo.
Y porque han cumplido con la más alta misión que Dios les encomendó de formar una familia de profunda fe cristiana, que ese mismo Dios pleno de amor y de bondad los siga colmando de gracias y bendiciones.
