Antes de entrar en materia déjame describirte el ambiente de este cuarto de múltiples servicios el que, como ahora, se convierte en taller de redacción pues en él, en un pequeño escritorio, tengo instalada la computadora y en ella pergeño esta columna. Es sala de televisión y dos o tres veces al año se convierte en cuarto de huéspedes cuando procedente de Guadalajara viene de visita mi hija Alejandra. Es taller de costura y, más que todo eso, es mi refugio. En su ámbito doy vuelo a mis recuerdos al contemplar las fotografías encuadradas en sus paredes, con escenarios y personajes inolvidables, de entrañables compañeros de mi vida deportiva, de mis andanzas montañeras cuando mis ímpetus juveniles me llevaron a pisar todas las altas cumbres del suelo mexicano tan pródigo en bellezas naturales.
Bueno, espero no te impacientes con esta digresión, pero es que hablando de montañismo podría pasarme tardes y noches completas. Ahora vamos al asunto que motiva la presente columna o sea platicarte sobre las extraordinarias circunstancias que intervinieron para que nuestra fiesta del Día del Padre tuviera relieves especiales. En primer término permite decirte que la convocatoria indicaba que nuestras esposas nos brindarían un convivio con ambiente “playero” y por poco nos traen hasta Torreón al mar y sus pescaditos.
Ese día desde la madrugada estuvo lloviendo a cántaros con tal intensidad que nos hizo temer la suspensión del proyectado agasajo, y es que no contábamos con la astucia del Chapulín Colorado, personaje chespiriano, quien inspiró a las señoras del Comité de Damas del Club Sembradores de Torreón, para que raudas y veloces como hormiguitas trabajadoras, desalojaran la sala de estar de la residencia de Jorge y Silvia Pérez y en sus espacios colocaran las mesas necesarias para acomodar a las cuarenta parejas que asistimos.
De entrada nos recibió una comisión de damas, entre ellas, Silvia Pérez, tan excelente anfitriona, asistida por Alma Rosa Campos, Laura Pámanes, Lupita Rosas, Lucila Hernández, Luli Berlanga, Margarita Rivera, Ángeles de Lara, Laurencia González, Anatere García, Beti Gómez y Susi Rodríguez, tan atingentes, comedidas y obsequiosas, que nos hicieron pasar una velada verdaderamente deliciosa.
Y como dice en su comunicación acostumbrada nuestro presidente Chuy Campos: “Hay que agradecer infinitamente a nuestras esposas el esfuerzo y la dedicación para el buen efecto de tan estupendo festejo y a Silvia y Jorge Pérez presentar las expresiones de nuestra gratitud pues verdaderamente “echaron la casa por la ventana” para que evitáramos las inclemencias del tiempo y tuviéramos la oportunidad de gozar de su proverbial hospitalidad”.