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AMIGO SEMBRADOR

FRANCISCO A. LEDESMA

En estos cien años transcurridos desde que alcanzó Torreón el rango de ciudad, han sido muchas las personas que con su actividad profesional han contribuido a su asombroso desarrollo: comerciantes, industriales y empresarios. Escritores, periodistas y poetas. En el arte y en la docencia. La ciudad y las personas con existencias paralelas.

Hace unas semanas estuve presente en un acto que yo podría titular: ¡Un homenaje al amor y a la amistad! Por un lado su esposa, la profesora Alicia, sus hijos e hijas y toda la parentela en pleno y por el otro los amigos, los que a su lado compartimos inquietudes de servicio comunitario, los sertomas, los sertorucos, los antiguos compañeros en las lides estudiantiles, uno de ellos, Ovidio Garza amigo desde la primaria y otro, Ildefonso Villarreal compañero de estudio en la carrera profesional.

Todos, familia y amigos hicimos acto de presencia para conmemorar que un tres de agosto de hace ochenta años, allá en San Buenaventura, Coah., vino al mundo un robusto y renegrido bebé al que sus padres pusieron por nombre Enrique, ese mismo que al tiempo llegó a ser y sigue siendo el profesor y maestro Enrique Calderón Pérez.

Me pudieran corregir advirtiendo que esos títulos a la vez sustantivos y adjetivos indican una misma profesión, que en ese mi serto “llueve sobre mojado”, que es lo “mismo que lo mesmo”, sin embargo, según mi real entender, profesor es una persona que ejerce o enseña una ciencia o arte, mientras que el título de maestro se puede aplicar a quienes ejercen otras actividades, a quien como Enrique –que por varios años fue director de la Escuela Secundaria No. 1 “José María Rodríguez”– no sólo ejerció el magisterio en materia escolar, sino que con su palabra y ejemplo ha dado normas de vida que guían, que indican los mejores senderos. Que alientan a un estricto comportamiento ético.

De ese proceder dieron constancia en sus respectivas alocuciones su esposa, su hija y dos de sus compañeros. Y nosotros, Sertomas y Sertorucos, que en tantos años de conocerlo, hemos recibido de él su palabra amable, su consejo, su ejemplo de servicio, de entrega, de amistad, en concreto su ejemplo de hombría de bien.

Mil felicidades al profesor Enrique Calderón Pérez por sus ochenta años de vida y mil más a Torreón por su centenario.

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