A partir del ataque contra la cúpula del mausoleo shii de Samarra, en febrero del año pasado, se desató la espiral de violencia entre suníes y shiies en Irak. (Archivo)
Historias de parejas entre shiies y suníes se antojan un primer paso para sacar a ese país del círculo de odio.
Aunque las profundas heridas entre shiies y suníes parecen, hoy por hoy, imposibles de cicatrizar en Irak, historias de amor como las de Haifa y Selim se antojan un primer paso para sacar al país del círculo de odio.
Haifa, shii, huyó de Bagdad cuando EU comenzó la ocupación de Irak, en marzo de 2003, y se refugió junto a su familia durante 30 días en el hogar de la familia de Selim, suní, en la provincia septentrional de Salahadín.
En aquellos días todavía no había prendido la chispa del odio religioso que deja ahora todos los días decenas de muertos en las calles.
Fue a partir del ataque contra la cúpula del mausoleo shii de Samarra, en febrero del año pasado, cuando se desató la espiral de violencia entre suníes y shiies, fruto de agravios ancestrales a los que durante años el régimen de Saddam Hussein había conseguido poner sordina.
Haifa y Selim tuvieron tiempo de enamorarse durante el mes que pasaron bajo el mismo techo, aunque, pasado ese tiempo, ella regresó junto con su familia a Bagdad.
Los dos jóvenes mantuvieron viva su relación a través del móvil, a pesar de que la situación en el país se iba degradando.
“Sentimos el peligro que se cernía sobre nuestro amor. Pese a todo, decidimos mantener nuestra relación para casarnos y formar una familia, y así refutar lo que aseguran muchos: que la coexistencia entre shiies y suníes ha terminado”, explicó Selim.
Sin embargo, al más puro estilo “shakespeariano”, sus orígenes, inexorables, se iban a cruzar en el destino de los enamorados.
Como en tantas familias iraquíes, Haifa tiene parientes alistados en la milicia radical shii “Ejército del Mahdi”, a la que se atribuye la ejecución y la tortura de miles de suníes.
Mientras, el propio hermano de Selim está muy influido por la ideología de los grupos radicales armados suníes, entre ellos, Al Qaeda.
Pero ni siquiera la presión por parte de sus familias consiguió evitar que, hace seis meses, la pareja diese por fin el paso de casarse en secreto.
Ahora conviven en Bagdad como dos fugitivos, esperando a que todo vuelva a ser como antes.
“En mi familia siempre ha habido hombres casados con mujeres shiies que formaron familias felices y a los que nunca se les pasó por la cabeza la discriminación por motivos religiosos”, dice.
Aferrada a la mano de su marido, Haifa asegura: “Nunca pensamos en que él es suní y yo soy shii. Los dos somos iraquíes que nos hemos unido para formar una familia”.
“Ahora soy su esposa y mi marido me ayuda a completar mis estudios. Además, espero un hijo que deseo que constituya un ejemplo de la unidad entre suníes y shiies”, anuncia orgullosa Haifa.
Inspirado por historias como las de Haifa y Selim, el vicepresidente iraquí Tareq al Hachemi presentó la semana pasada un proyecto llamado “Casamiento Nacional”, cuya meta es propiciar la reconciliación del país.
Hachemi, suní, espera que la iniciativa sirva “para romper el círculo del odioso sectarismo”, como dijo en un discurso pronunciado durante una boda colectiva, que incluyó a novios y novias shiies y suníes.
“Debemos romper las muros que nos han empujado a la situación que vivimos ahora. Que se case un suní con una shii y un shii con una suní, y que se creen nuevos matrimonios que dejen de lado el sectarismo”, subrayó Hachemi.
Para muchos, el éxito de este tipo de enlaces puede hacer más por suturar la herida que el discurso bien intencionado, pero vacuo que se escucha entre los políticos en Bagdad.