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Andanzas del provocador

Federico Reyes Heroles

“La riqueza superflua sólo puede comprar cosas superfluas”.

Thoreau

Vicente Fox es un provocador, un provocador mediocre. Lo fue como diputado, como gobernador, como candidato a la Presidencia, como presidente y ahora como ex presidente. Camorrista, tira golpes a diestra y siniestra con el único afán de recibir luces. Su incontinencia verbal, incapacidad para tolerar la sombra, su inmadurez lo convierten en un personaje impredecible. La estulticia se multiplica por la ambición. La fórmula es mortal. Es capaz de escupir al cielo y ser víctima de su propio acto. Así fue su Presidencia. Eso hizo en esta develación no solicitada de intimidad. ¿Qué irrita del asunto?

El reportaje de una revista de sociales, muestra a los incontrolables Fox en su rancho enseñando los interiores de una lujosa residencia. Pero, a decir verdad, no es la primera ni la última mansión que veremos. En un país de verdaderas libertades optar por la riqueza siempre será una de ellas. Pero, vayamos con cuidado, ¿qué irrita, la opulencia, el lujo en sí mismo o la desfachatez, la insensibilidad, la brutal impertinencia en el país de la desigualdad señalado por Humboldt? En su confusión mental los Fox nunca comprendieron que México no es Estados Unidos ni ellos la familia Bush. Ven a mi rancho, voy a tu rancho, somos iguales fue la tonta interpretación que echó a andar la relación entre los presidentes y así nos fue. Pero resulta que en México hay muchos millones de pobres, que además tienen una profunda y justificada desconfianza contra la riqueza súbita. Los Fox contribuyen a fomentar la sospecha.

El asunto tiene raíces muy profundas y es quizá uno de los síndromes que más nos han dañado. México tiene un trauma severo: la acumulación provoca sospecha. En lugar de generar respeto, admiración o simple indiferencia, han sido tan comunes las riquezas mal habidas y súbitas que en algunos segmentos como el magisterio y en algunas zonas del país, sobre todo en el sur, el rechazo a la acumulación deviene en rechazo a la prosperidad. Eso si es muy grave. Varios estudios de valores profundos muestran cómo ni siquiera hemos logrado socializar la idea de que la prosperidad es deseable, que es correcto desearla y que es asequible por medios honestos. No se valora el trabajo, sino la astucia.

Frases populares que muestran la deformación hay muchas: “Contra los ricos hasta que nos emparejemos” de ese extraño personaje que fue Gastón N. Santos; por supuesto “el que no transa no avanza” o la muy antigua y delatadora “pobre pero honesto”. ¿Qué ganaron los Fox con este nuevo escándalo? ¿Qué necesidad o necedad recóndita hay de exhibir su intimidad? Queda claro que no pensaron en su país pues de entrada ofendieron a muchos. Tampoco pensaron en su presidente, Calderón ha tenido que cargar con el pesado fardo de los Fox que podría estar entrando en una nueva fase. Su partido tampoco les importó demasiado, cómo se van a quitar de encima la fama pública del partido de los ricos. Sólo a partir de una brutal miopía el nuevo escándalo podría generarles algún beneficio. Gracias a su superficialidad estarán ahora en el banquillo de los acusados. No podrán llevar la fiesta en paz porque no quieren.

Lo increíble del caso es que esa fue la mentalidad que gobernó a México seis años. Afrentas desde el primer minuto, pleitos con aliados necesarios, prepotencia y groserías sistemáticas, locuacidad del diario. Gracejadas provocadoras de los más profundos resentimientos y, como un niño, jugar con lumbre tal y como se mostró con el desafuero. Soy un convencido de que la mayor prueba institucional de los tiempos recientes ha sido la imparable locuacidad de Fox y seguidores. Y aquí estamos. Quizá el daño mayor lo pagamos en distracción nacional. Que no nos vuelva a ocurrir lo mismo.

Sea como sea en diez meses el presidente Calderón ha logrado tres reformas de fondo. Por supuesto que en todas hay bemoles y observaciones, pero las pensiones del ISSSTE que eran una auténtica bomba de tiempo, ya están atrás; la reforma fiscal será ligera pero hubo ya un primer paso en el rumbo correcto; la reforma política, quizá la más controvertida es otra muestra de que se está negociando, de que se está haciendo política. Justo en este momento en que el país lentamente pareciera ocuparse de asuntos determinantes para nuestro futuro, salen los Fox con su escandalito. Esta batalla no la podemos perder de nuevo: la ostentación de Fox nos llevará a hablar de los ex presidentes y sus pensiones, y de allí en adelante nos volveremos a sumir en el fango. Si el escandalito nos atrapa vamos a terminar hablando de la boda, de los regalos, de los invitados en vez de poner atención a la nueva ronda del IMSS, a la reforma de seguridad que está en puerta o en la muy sugerente propuesta del diputado Eduardo Sánchez sobre subastas inversas que podrían ahorrarle al erario alrededor de un punto del PIB, casi lo mismo que le quedará libre a la Federación después de la muy traída y llevada reforma fiscal.

Que se investigue a los Fox, que se aclare el origen de su riqueza, eso no es optativo. Pero que no nos vuelvan a atrapar en su dinámica de escandalitos que nos da una dimensión de los horizontes de la pareja. México se merece otro nivel de discusión. Escándalos siempre habrá, por ejemplo Sarkozy y Chirac también tienen algunos detrás, lo cual no ha impedido al presidente francés presentar al menos seis reformas de fondo (pensiones, función pública, inmigración, sindicatos, delincuencia y productividad). Que los mediocres se ahoguen en su propio lodo. Ya tuvimos suficiente.

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