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Anticultura de la muerte

Juan de la Borbolla

Al charlar con alumnos universitarios o con matrimonios jóvenes, les he llegado a recomendar que nunca le vayan a restregar a su hijo en público o en privado que es hijo no deseado, aunque efectivamente así lo fuera en el momento de su concepción o de su nacimiento. Primero, por la inmensa falta de respeto y de caridad que esa frase supone en sí misma; pero también en un sentido egoísta de la palabra, porque si el muchacho escucha esa frase hiriente y ofensiva referida a él, al paso del tiempo estará en posibilidad de revirárselas, con la justificación legal que ahora también plantean algunos legisladores de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal:

Pues fíjate que también tú eres un padre o una madre no deseada y por lo tanto te aplico la inyección letal bajo el eufemístico título de eutanasia: buena muerte.

La experiencia mundial nos demuestra fehacientemente que existe un círculo vicioso de la anticultura de la muerte en el que comienza relativizándose la vida desde el momento de la concepción, faltándole incluso semánticamente el respeto a la persona denominándolo pre embrión, embrión, feto, producto, etcétera, etcétera, para esconder las aviesas intenciones de frustrar su gestación y nacimiento, simplemente destruyéndolo inmisericordemente, para pasar posteriormente por la justificación seudocientífica de las ingenierías genéticas, las manipulaciones de fetos y para arribar acto seguido a la despenalización y legitimación social de la eutanasia y posteriormente, de la eugenesia.

Y es que en ese círculo vicioso de la anticultura de la muerte existe una lógica: terrible, pero a fin de cuentas lógica:

Si la criatura pequeña en esa fase prodigiosa de su desarrollo intrauterino es despreciada por legisladores, jueces, médicos, enfermeras, comadronas y su padre y madre biológicos:

Si el niño con toda la natural ternura que debiera de suscitar en el ambiente en el que es concebido, es cercenado despiadadamente; qué no sucederá con ese anciano decrépito y molesto, que requiere de atenciones especiales por su edad, salud y situación mental.

Por ello una vez despenalizado el aborto es asunto relativamente más fácil despenalizar la eutanasia activa, tal y como lo pretende quien diera inicio al proceso de despenalización total del aborto en el D.F., el diputado a la ARDF: Tonatiuh González Case, el mismo irresponsable que ante la pregunta fundamental que se le hiciera respecto de cuántos corazones tendría que auscultar ese médico que va a practicar lo que eufemísticamente él simplemente denominaba un legrado, antes de la semana doceava del embarazo, contestó con todo cinismo: “no sé ni me importa, yo no soy médico, soy legislador por lo que esos temas técnicos no me incumben”.

En manos de estos legisladores queda la propuesta legal para que avance en México la anticultura de la muerte. La anticultura que está viendo la vida humana (por supuesto la de los demás), como una terrible molestia de la que puede prescindirse con leyes modernas como las que se están promoviendo en la ARDF.

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