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¿Aparecerá el México ganador, con el presidente del empleo?

José Juárez Medina

Mal empieza el mandato del presidente del empleo, del México ganador. Y es que resulta que el gabinete económico está por dar a conocer un ajuste a la baja de la proyección de crecimiento para este año, que como se sabe es del 3.6 por ciento. En relación con ello, la tasa nacional de desempleo abierto pasó de 3.58 a 4.02 por ciento en el primer trimestre del año.

Por si fuera poco, se ha confirmado que el país sigue rezagándose en la carrera por la competitividad internacional. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), México cayó del lugar 33 al 30 entre 2004 y 2006, ubicándose entre los países que más retrocedieron. Por debajo de Chile, Costa Rica, Brasil y Colombia, “Un lugar francamente mediocre, que lamentablemente se está deteriorando”, se lamenta la institución.

Retomemos la coyuntura. El ritmo de crecimiento de las remesas ha disminuido, por una parte debido al efecto de la debilidad en el crecimiento de la economía estadounidense, y, por otro, a las mayores restricciones a la migración. Las cosas no pintan bien en este ámbito ya que, de acuerdo con el jefe nacional de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, el gobierno de este país pretende controlar el 95 por ciento del flujo migratorio de indocumentados antes de que acabe el próximo año. Encima de ello, han disminuido los ingresos por la venta de petróleo a consecuencia de la baja en los precios.

Es verdad, lo hemos reiterado, quizá pueda ser algo precipitado juzgar el desempeño del gobierno a sólo unos meses de haber tomado posesión; pero, como decimos mal empieza, aunque no se le ve que quiera cambiar de política, de ponerle imaginación a la política económica pues, ante el difícil panorama, a no ser que sea prender veladoras para que la locomotora estadounidense vuelva a tomar fuerza para que nos jale, como ha sido la tónica en los últimos sexenios.

Mientras eso sucede, un reciente informe de Banco Mundial, Indicadores del Desarrollo Mundial, señala que México se convirtió en el mayor expulsor de trabajadores migrantes del planeta, superando con ello a países como India, China y Pakistán, que tienen un volumen de población mucho más grande que nosotros. Por lo menos “avanzamos” en algo

De manera que no se puede tapar el sol con un dedo en esta cuestión del empleo, ni cuantitativa, ni cualitativamente. Por ello conviene abundar sobre algunas particularidades al respecto. La información del INEGI destaca que el desempleo tiende a ser mayor entre la población con un nivel de instrucción académica más elevado. Este dato concuerda con el hecho de que la carencia de plazas definitivas para jóvenes en las universidades públicas y centros de investigación del país es una de las principales causas por las que muchos deciden migrar a otros países en busca de oportunidades laborales.

Es decir, no estamos hablando de un problema de desempleo a causa de la falta de preparación, que no deja de estar presente, pero lo fundamental es la falta de absorción como consecuencia del funcionamiento del modelo económico. Se trata de un problema de desempleo estructural del cual, por cierto, no se ocupan las famosas reformas estructurales.

Pero los artificios de la retórica y la demagogia frente a este problema no son exclusivos de nuestros gobernantes, seguramente usted recordará que en el Foro Económico Mundial (FEM) del año anterior se dijo que el empleo global y el desarrollo social estaban dentro de su agenda (solamente les falto decir que en el centro). Haciendo eco de ello, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló la necesidad de un cambio de dirección en las políticas económicas y sociales, que pusiera al trabajo decente en el centro de los esfuerzos.

Ahora la misma OIT señala que ante el “ambiente de poca confianza generado por una década (más diríamos nosotros) de reformas fallidas”, en México, Brasil y Argentina, las políticas económicas y sociales deben concentrarse en la creación de empleo formal con cobertura de seguridad social, “antes de reformar aquellos elementos de protección que podrían ser disfuncionales para el ajuste al cambio estructural”.

Sin duda alguna el señalamiento de la OIT hace referencia a la mencionada propuesta de reforma laboral que, según los empleadores, debe poner énfasis en la reducción de los costos laborales (al parecer como único factor de competitividad), que en los hechos significa la precarización y el abandono de la previsión social, perspectiva ante la cual los trabajadores se han puesto en guardia.

En los hechos esta flexibilización neoliberal ha entrado por la puerta de atrás, sin necesidad de la reforma laboral, con esquemas como la subcontratación, el famoso outsourcing, por ejemplo, violando diversos artículos constitucionales.

Una reflexión de fondo que debe hacerse sobre esta cuestión del empleo es si se puede considerar al ser humano como una máquina que se desecha una vez que ésta se deprecia, o una máquina ubicada en la línea de producción que se quita y se pone de acuerdo a las necesidades de quien la emplea. Una reflexión que nos debe llevar a preguntarnos sobre el tipo de sociedad que estamos creando y, desde luego, asumir las consecuencias de ello. Hay tareas.

josemedinajuarez@yahoo.com.mx

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