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Apuesta por los jóvenes creadores

María Maldonado confiesa que le hubiera gustado ser pintora.

María Maldonado confiesa que le hubiera gustado ser pintora.

El Universal

María Maldonado vuelve a la carga apoyando nuevas promesas del arte

MÉXICO, DF.- María Maldonado confiesa que le hubiera gustado ser pintora. Desde que era muy joven aprendió a amar la pintura, incluso cree que tiene un don en las retinas que la hacen “saber ver” lo que hay detrás de una obra. Sin embargo, supone que existe “un corto circuito” entre sus ojos y sus manos, pues éstas no son capaces de plasmar lo que ella desea. Así se decidió por ser galerista.

María Maldonado salió de su natal Argentina para exiliarse en México en la década de los 70, cuando la Junta Militar impuso la ley marcial en aquél país. Llegó acompañada de su esposo, a quien cariñosamente llama Nacho, y sus tres hijos, dos gemelas y un varón. Colaboró como fotógrafa y periodista cultural en algunos diarios y revistas, al igual que lo hacía en Buenos Aires, en donde siempre trabajó cerca de las actividades artísticas como la danza, el teatro, el cine y las artes plásticas.

En México, ayudó a Mauricio Achar, el fundador de las librerías Gandhi, a abrir una galería de arte, pero pronto se separó para abrir su propio espacio de arte en donde, asegura, la política es ayudar a los artistas jóvenes a despegar. “Después, que hagan lo que quieran o lo que puedan”.

Uno de sus grandes orgullos es haber realizado la primera exposición del ahora famoso artista mexicano Gabriel Orozco. Posee las primeras pinturas de este creador con reconocimiento internacional, aunque al mismo tiempo se lamenta de que éste hubiera abandonado la pintura “para hacer ballenas, instalaciones y cosas raras”.

A sus 71 años de edad, Maldonado está llena de energía. Se mueve por todos los espacios de su casa-galería para sacar cuadros y presumir que ha tenido “sus pegadas”, como representar a pintores como Rufino Tamayo o Guillermo Kuitca. Le apasiona hablar de pintura, pero exige que no se le hable con el formalismo del “usted”. A pesar de tener más de 33 años en México, no pierde el característico acento argentino.

¿Por qué decide venir a México?

México es un país muy atractivo para alguien que vive donde se acaba el mapa. Allá somos más grises, más en blanco y negro. Lo primero que me llamó la atención fue cuando me llevaron al mercado de San Ángel. Yo veía a los comerciantes y decía: estos son artistas en potencia, cómo arreglan la fruta y la verdura, cómo tienen la libertad de mezclar el rojo con el naranja, en Argentina nadie se hubiera permitido esa yuxtaposición.

Ya venía muy enamorada de la pintura mexicana. Argentina es un país muy cerebral, literario, tanto cómo Brasil es musical. Al llegar acá y ver la espontaneidad me fascinó.

A Nacho, mi esposo, que es siquiatra, le ofrecieron trabajo de tiempo completo en la UNAM. Yo busqué trabajo y fui fotógrafa callejera. Trabajé para el periódico El Día, a lado de Elena Poniatowska. Nosotros llegamos a México por la Junta Militar. Salimos invitados por Cuba a un congreso de asmología, en homenaje al Che Guevara. Para ese entonces ya estaban acá los primeros exiliados políticos de Argentina. Muchos se asilaron, nosotros no quisimos hacerlo porque no se me hace justo. Uno se mete en una revolución, en un cambio político y hay que aguantársela. Si ya estábamos en México, ¿para qué asilarnos y ser un lastre al país que nos había cobijado?

¿Cómo entra al mundo de la compra-venta de arte?

Trabajando para la revista del Conacyt conocí a Mauricio Achar, de quien me hice muy amiga y quien tenía una espléndida librería. Él me pidió que lo ayudara a hacer una galería de arte y eso me apasionó. Pero la galería que él quería no es la que yo quería, entonces a los tres meses me fui.

Y es que acá todo el mundo representaba a muertos famosos, ¡qué aburrido! El artista ya está muerto, yo no puedo platicar con él. Yo no quería hacerme rica con una venta o dos, entonces empecé a representar a artistas jóvenes, el primero fue Santiago Rebolledo, entre muchos otros.

¿Cómo inicia la apuesta por los jóvenes?

Cuando yo iba a vender la obra de un muerto famoso me pedían descuento, así que yo les decía: en lugar de darle un descuento le regalo la obra de un artista joven con la condición de que no la venda o la regale. Así empecé con artistas como Gabriel Orozco, Irma Palacios, Raymundo Sesma. Todos los que me gustaban yo les compraba y en lugar de hacer un descuento a los clientes les regalaba el trabajo de artistas jóvenes.

Al hacer eso los jóvenes me comenzaron a ver como la madre Teresa de Calcuta. Por ejemplo, vendía un José María Velasco de 30 por 40 centímetros o una marina de Joaquín Clausell, y en lugar de descuento les regalaba ya sea un Raymundo Sesma, un Gabriel Orozco, lo que al cliente le gustara.

Luego dejé de vender muertos famosos. Compré la galería Kin, que casi me la regalaron porque las dueñas ya estaban aburridas. Antes se llamaba Kin Arte Tapiz, pero sólo lo dejé en Kin, que en maya quiere decir: Casa del sol. Estábamos en Amargura 12, en San Ángel.

¿Cómo le hacía para detectar a un buen artista?

Cuando recorría las escuelas de arte siempre me llamó la atención algo: había muy buenos pintores pero no había escultura. ¿Qué pasó? No sé si el pasado precolombino fue tan fuerte que los aplastó.

Comencé a vender puros artistas jóvenes, salvo Gilberto Aceves Navarro, que además de un buen amigo era un gran consejero y semillero, porque como daba clases me decía: ‘Fíjate en este artista, en este otro’, etcétera.

Otro padrino fue Rufino Tamayo, de quien también vendí obra. El vivía a tres cuadras de la galería y siempre venía caminando, con su perrito, y se armaban muy buenas discusiones con él.

¿Cómo era en ese momento el mercado del arte?

Yo nunca estuve en el mercado del arte, porque si lo hubiera estado ahora estuviera en la punta de la pirámide, vendiendo instalaciones, pero yo prefiero la pintura. Algunos dicen que la pintura ha vuelto, y yo les digo: ¡la pintura nunca se fue, siempre estuvo ahí, pero nadie hacía caso a los pintores porque estaban todos en lo de las instalaciones!

La pintura, siempre lo he dicho, es más histérica y más egoísta que una mujer bonita, porque si no le dedicas tiempo a la pintura que tienes delante, la vas mirar, pero nunca la vas a ver. La pintura tiene que ser descubierta capa por capa, como una mujer. Ahora, con la velocidad de la tecnología, los jóvenes no ven, sólo miran.

Si no estaba en el mercado del arte, ¿cómo le llamaría a su actividad de ser intermediario entre los artistas y los coleccionistas?

Lo que hacía es lo mismo que hago ahora. Llega alguien que quiere comprar arte para su casa y yo trato de ver qué le gusta, qué hace, cómo es su casa y acercarles dos o tres cuadros para que ellos elijan con absoluta libertad. Yo no aconsejo al arte como una acción bursátil.

Antes había coleccionistas que compraban y se llevaban las obras a su casa, les brindaban su tiempo como si fueran sus mujeres. Pero se extinguieron como los dinosaurios. Ahora hay inversionistas y eso es diferente. Gente que manda a sus asesores a comprar obras.

¿Es más complicado vender arte ahora?

Antes había más dinero. Antes me compraban y ahora, si bien me va, les tengo que vender.

¿Por qué? ¿Sólo es que había más dinero o había más interés en el arte?

Yo me salí del círculo de lo que se vende, no me interesa.

¿Cuándo sí estaba en ese círculo y cómo decide dejarlo?

Simplemente cuando me comenzaron a ofrecer instalaciones yo decía que no, que no entendía eso y no se puede vender lo que no se entiende. Sólo vendo en lo que creo. Si cuando era joven, recién que llegué a México, no quería vender lo que no creía, ¿cómo lo voy a hacer ahora a los 70 años?

¿Quién es?

María Maldonado nació en Buenos Aires, Argentina, en 1936.

-Llegó a México en 1974 huyendo de la dictadura en su país. Hasta la fecha conserva su nacionalidad.

-En 1979 compró la Galería Kin Arte Tapiz y la refundó con un concepto de apoyar a artistas jóvenes.

-En esa galería, Maldonado abrió las puertas a creadores como Raymundo Sesma y Gabriel Orozco, hoy reconocidos internacionalmente.

-La Galería Kin operó durante 25 años, de 1979 a 2004, pero tuvo que cerrar debido a una complicada situación financiera.

-Maldonado reabrió la Galería Kin en su casa, ubicada en Paseo del Río 89-5, Chimalistac.

-Actualmente exhibe el trabajo de tres jóvenes promesas de la pintura: Enrique Lomnitz, Patricia Malanco y Alejandra España.

-La exposición estará abierta al público a partir del ocho de noviembre y hasta el 25 de enero de 2008 en la Ciudad de México.

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