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Aquel 20 de noviembre de 1910...| Hora cero

Roberto Orozco Melo

Hoy se cumplen 97 años de la fecha en que Francisco I. Madero declaró encendida la flama de la Revolución Mexicana en contra de la dictadura del general Porfirio Díaz Muro que desde 1877 ocupaba, por consecutivas reelecciones la Presidencia de la República.

No fue fácil para don Francisco I. Madero la tarea de convencer a los mexicanos, y sobre todo a algunos coahuilenses, de que el oaxaqueño Díaz debía ser defenestrado del más alto cargo de la Nación: una parte de la opinión pública de México y Coahuila estaba firmemente convencida de que ‘más valía malo por conocido que bueno por conocer’ y para colmo de las angustias de don Pancho hasta sus propios paisanos, o por lo menos quienes se dedicaban a la política y/o pertenecían a las clases acomodadas, declaraban su decidida afiliación al porfirismo.

A pesar de que el señor Madero siempre fue reconocido como miembro distinguido de dichas elites, por su calidad de exitoso agricultor en San Pedro de las Colonias y nieto muy querido de don Evaristo Madero Elizondo, a la sazón dueño y señor de grandes extensiones de tierra y de negocios en Coahuila, a los políticos y a los prósperos empresarios no les venía en gana pleitear y levantarse en armas contra el presidente Porfirio Díaz, así supieran que conducía un Gobierno casi eterno, antidemocrático, autoritario e injusto. Debido a ello los primeros pasos de los revolucionarios del Norte no fueron precisamente afortunados.

De estas contingencias dio cuenta el historiador Ildefonso Villarello Vélez en su ensayo “Primer intento de revolución maderista en Coahuila”. Ahí explica por qué resultó fallido el ataque rebelde del 20 de noviembre de 1910 señalado como fecha iniciática en el ‘Plan de San Luis’ Villarello recoge los testimonios de dos testigos de los hechos: el licenciado Adrián Aguirre Benavides, pariente y amigo del Apóstol de la Democracia y Rafael Aguilar Olmos, apuntado para dirigir el ataque a Piedras Negras. El primero trata el asunto en su libro “Madero Inmaculado” y el segundo en el memorial “Madero sin máscara” publicado en 1911.

Dice Aguirre Benavides: “Madero, fiel a su promesa. estuvo al frente de su reducido grupo en territorio nacional aquel glorioso día. A la una de la mañana partió el pequeño grupo de patriotas del rancho del Indio en Texas.

(.......) Llegando a las ocho de la mañana a la margen del río Bravo(....) en donde lo esperaba mi tío, Catarino Benavides con diez hombres montados y armados (.........) Allí pasaron tres días esperando el contingente que nunca llegó, por lo que, Madero, ansioso de entrar en acción penetró en Ciudad Guerrero sin conseguir ninguna ayuda. En vista de aquel fracaso el grupo se disolvió y Madero tuvo que ocultarse en Estados Unidos, buscando desesperadamente un lugar desde dónde operar...”.

Aguilar Olmos dice en su relato: “El señor Madero se vio obligado a permanecer en territorio americano, no habiendo podido efectuar su entrada (a México) porque de 300 hombres que le habían prometido en Coahuila sólo acudieron a la cita diez, de los cuales cuatro o cinco iban armados con carabina, los demás con pistola y todos escasos de cartuchos”.

El relato de Aguilar Olmos documenta en muchas palabras lo que Aguirre Benavides sintetizó en unas cuantas. Villarello privilegia los documentos oficiales de los Ayuntamientos de Saltillo, Sabinas, Ciudad Porfirio Díaz (hoy Piedras Negras) que reproducen actas de las juntas de Cabildo celebradas para acordar una expresión de repudio a los esfuerzos de los revolucionarios coahuilenses y de apoyo al presidente Díaz.

Sin embargo, en la Comarca Lagunera de Coahuila los antirreeleccionistas respondieron a tiempo al llamado de don Francisco I. Madero y el 20 de noviembre iniciaron la insurrección en acciones bélicas encabezadas por Mariano López Ortiz, Orestes Pereyra, Jesús Agustín Castro y Barrera Zambrano. Tomaron el cuartel de Gómez Palacio y pocas semanas después cayeron en poder de los revolucionarios Torreón y San Pedro.

Más tarde, en enero 22 de 1911, se levantaría en armas don Pablo González, quien tanto destacó en los movimientos posteriores de la Revolución. Así, consecutiva y posteriormente sobrevendrían otros movimientos de rebelión en las municipalidades a favor de los planes del señor Madero; los clubes políticos antirreleccionistas incrementaron sus trabajos y en la región carbonífera de Coahuila se fundó la Unión Minera Mexicana que actuaría como un puntal del movimiento obrero revolucionario en toda la nación, estallando por lo pronto una huelga general en los minerales coahuilenses.

Finalmente el primero de abril de 1914 tuvo lugar la evacuación de Torreón por las fuerzas federales y el día 3 del mismo mes hicieron su entrada a Torreón las fuerzas revolucionarias al mando de Maclovio Herrera, Orestes Pereyra, Eugenio Aguirre Benavides, Tomás Urbina y José Rodríguez. Según el ameno relato de don Eduardo Guerra en su Historia de La Laguna la fábrica de hilados La Constancia fue destruida, sus existencias se repartieron entre las tropas y las salas de máquinas quedaron convertidas en caballerizas. El general Maclovio Herrera impidió más destrozos, impuso el orden y colocó guardias en las puertas de los bancos y almacenes: Torreón adeuda mucho, desde entonces, a la sensatez y honestidad de aquel valiente general chihuahuense.

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