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Ataque sectario mata a 11 guardias shiies en Irán

EL PAÍS

TEHERÁN, IRÁN.- Once civiles que trabajaban para los Guardianes de la Revolución, un cuerpo independiente del Ejército creado tras la Revolución Islámica, murieron ayer en la explosión de un coche-bomba en Zahedán, al sureste de Irán. Otros 31 resultaron heridos.

El grupo extremista suní Jundallah -Soldados de Dios- se responsabilizó del atentado, uno de los más graves que ha sufrido la República Islámica tanto por su magnitud como por su naturaleza. El temor a que pueda desatar tensiones sectarias hizo que los responsables religiosos lanzaran un llamamiento a la calma en ese país mayoritariamente shii.

Zahedán es la capital de la provincia de Sistán-Baluchistán, fronteriza con Afganistán y Pakistán, donde se concentra la mayor parte de los baluchis iraníes, una minoría mayoritariamente suní que se queja de abandono por parte del Gobierno central. Desde hace algunos meses, la región viene siendo escenario de incidentes armados y secuestros muy distintos de los habituales enfrentamientos de las Fuerzas de Seguridad con los traficantes de droga que operan en la zona.

Sin embargo, es la primera vez que los insurgentes llevan a cabo una operación de ese calibre a plena luz del día y en una ciudad. El ataque iba dirigido sin duda contra los Guardianes de la Revolución. Pero, en lugar de soldados, el autobús trasladaba a civiles que trabajaban en una base de esa fuerza. Los explosivos se encontraban en un coche que se estacionó en la orilla como si estuviera averiado.

De acuerdo con testigos citados por la agencia oficial de noticias iraní, Irna, unos hombres armados dispararon desde dos motos contra el autocar y cuando éste se detuvo, activaron la bomba. Eran las seis y media de la mañana. Horas después el canal iraní en lengua árabe Al Alam mostraba imágenes de un autobús completamente destruido y las autoridades anunciaban la detención de cinco presuntos implicados. Un sexto resultó muerto en el incidente, según informó el gobernador provincial, Hasan Ali Nuri, tras dar a conocer la cifra de víctimas.

LLAMADO A LA CALMA

Jundallah, un oscuro grupo extremista suní que Irán vincula con Al Qaeda, reclamó la autoría del ataque en una llamada a la cadena de televisión Al Arabiya de Dubai. Sin embargo, las autoridades no confirmaron ese extremo y hablaban de ?rebeldes?, ?insurgentes? y ?traficantes de drogas?.

}?Debemos hacer frente a este crimen con paciencia, responsabilidad y realismo, igual que en otros casos y separar el problema de unos pocos rebeldes de los suníes, aunque (sus autores) fueran suníes, porque nuestros hermanos suníes no son responsables de estos crímenes?, declaró Abbasali Soleimani, representante del líder supremo en Sistán-Baluchistán.

El asunto es extremadamente delicado en este país, un verdadero mosaico de etnias y culturas, cuyas dirigentes se jactan de dar un buen trato a sus minorías. Jundallah, que hizo su aparición a finales de 2005, acusa al régimen shii de discriminación contra los suníes. Los seguidores de esa rama del Islam apenas representan un nueve por ciento de los 70 millones de iraníes, pero se concentran, además de en Sistán-Baluchistán, en las regiones kurdas y árabes fronterizas con Irak, lo que ha desatado las sospechas de que Estados Unidos pueda tener interés en utilizar su descontento para desestabilizar al régimen islámico.

De hecho, tras incidentes anteriores, las autoridades han acusado a Reino Unido y Estados Unidos de apoyar la rebelión de sus minorías étnicas. A raíz de la violencia en Irak, incluso el líder supremo, ayatolá Ali Jamenei, ha advertido a los iraníes de los ?esfuerzos? norteamericanos para dividir a las dos principales ramas del Islam.

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