Hasta hace poco tiempo el sistema educativo sólo evaluaba o calificaba el rendimiento escolar de los alumnos. Todos sabemos que las calificaciones son la nota o el número que se otorga a cada alumno según su rendimiento, o logro educativo. Antes el 100% de una calificación era sólo el resultado de las pruebas mensuales, semestrales o finales. Actualmente incluye otro tipo de elementos como tareas, trabajos, investigaciones, lecturas, trabajos realizados durante todo el ciclo escolar, lo que mide todo el proceso educativo. Si un alumno no completa seis de calificación significa que está reprobado.
Todo lo anterior para decir que por fortuna, ahora ya se evalúa a los profesores. Sin embargo, así como las calificaciones de los alumnos se entregan o se dan a conocer a los padres de familia por lo menos cada mes, de igual manera, las de los profesores deberían ser conocidas por padres de familia y estudiantes. Si un maestro sale mal evaluado, no lee, no investiga, falta a sus clases, debe reprobársele y quedar fuera de la escuela, al menos hasta que no se actualice o regularice. Que repita el año, como hacen repetir a los alumnos de bajo rendimiento. Sin embargo, aunque los resultados de los cuestionarios para docentes se publican en la página del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, éstos no son muy claros o se maquillan, o en el mejor de los casos sirven únicamente como estándares, pero rara vez tienen consecuencias.
Con el sistema escolar tan burocrático que tenemos es casi imposible que un profesor que no esté bien preparado o que no cumpla con su trabajo, se le retire de su encargo.
Por otro lado, existen otros elementos a considerar que tampoco se evalúan o si se evalúan no se conocen con claridad los resultados. Se trata de aulas construidas, mobiliario, baños, canchas deportivas, talleres, laboratorios y computadoras con las que cuenta una escuela. Proporción de número de aulas por alumno por ejemplo, o número de computadoras por estudiante.
¿Qué tanto se invierte en construcción de aulas y equipamiento, cómo se invierte y quién es responsable de cuidar que los bienes muebles e inmuebles se conserven en buen estado y se haga el mejor uso de ellos?
¿A quien hay que evaluar? ¿O reprobar? Al Gobierno que autoriza los recursos, a las autoridades educativas que los asignan, a los directores de las escuelas que los reciben, a los maestros de grupos que deben ser los responsables de cuidar y optimizar lo que se les da para ejercer su labor, o a los niños que son los usuarios finales de la educación? Es común que la bolita se la pasen unos a otros. Los alumnos están mal educados, se roban el material, rayan las bancas, los profesores no cuidan, desperdician, los directores no supervisan, los del Gobierno no autorizan los recursos necesarios o son mal utilizados. Y la bolita continúa hasta regresar a los educandos.
Es muy triste entrar a algunas de las escuelas citadinas y encontrar que éstos son lugares que no se respetan. En mis tiempos la escuela era considerada un espacio sagrado, un templo del saber, espacio para el conocimiento, la reflexión, la lectura, lugares donde la inteligencia y la razón de los estudiantes se ponen en juego.
Encontramos escuelas con aulas sucias y descuidadas, pupitres desvencijados, ventanas rotas, pizarrones deteriorados. Aulas que no cuentan con lo básico, faltan gises, libros, cuadernos, material de investigación, laboratorios. Y no hablemos de la falta de recursos didácticos modernos, como videocaseteras, o computadoras, pizarrones electrónicos, acceso a Internet. O talleres y canchas deportivas.
Entonces ¿reprobamos a las aulas o a las autoridades que no supervisan, a los estudiantes o a los maestros?
Se habla de que este año Torreón se quedó rezagado, respecto a otros municipios del estado en cuanto a infraestructura educativa como se le llama elegantemente, que no es otra cosa que falta de aulas. Con una población superior a los 238 mil alumnos en educación desde básica a profesional nuestro municipio recibió menos recursos que Saltillo o Piedras Negras.
El Gobierno del Estado invirtió en el Municipio de Torreón en el rubro de educación un total de 44 millones de pesos. Con este dinero se construyeron 98 nuevos espacios educativos, contra 170 para Saltillo, 27 aulas contra 99 para Saltillo, un laboratorio, seis en Saltillo y se hicieron 186 tareas de rehabilitación en comparación a 295 en Saltillo y 192 equipamientos en 191 escuelas contra 248 en 389 escuelas.
Llevar a cabo 192 equipamientos en 191 escuelas cuando el nivel de educación básica cuenta en Torreón con 785 escuelas. Eso significa que 594 escuelas se quedan si equipar o reponer equipos, cuando es bien sabido que cada año las escuelas requieren un total remozamiento y actualización con los adelantos de la tecnología.
Es claro que la inversión en el Municipio de Saltillo fue mayor. La explicación puede ser que en Saltillo son más la matrícula. Y no es que esté en contra de que no se invierta en otros municipios, pero que las asignaciones sean equitativas y de acuerdo a la estadística escolar, así como a lo que cada Municipio aporta al Estado.
Que se reconozca que hay un gran rezago educativo tanto en mantenimiento de escuelas como calidad de la educación. El dinero público debe asignarse prioritariamente a la educación. El énfasis de los gobiernos tanto federal como estatal debe ser en una educación equitativa para todos. Ahí está el futuro.
Exijamos que las autoridades apliquen los recursos tratando de cubrir ese rezago y ganándole la carrera al tiempo. Entonces podremos decir que tenemos el futuro asegurado.
garzara1@prodigy.net.mx