Aunque el acceso a la educación superior se ha abierto a la mujer desde hace más de 30 años, el reto ahora es incorporarla a carreras como ingeniería civil o ciencias computacionales, campos de estudio masculinos por tradición.
Para lograrlo, la UNAM estableció un Programa de Fomento a la Participación Femenina, dentro del Programa de Estudios de Género (PUEG), que ha aumentado la matrícula femenina en ese centro académico en un siete por ciento en carreras físico-matemáticas.
Mientras en 1992, las mujeres representaban el 18 por ciento del total de la matrícula de la UNAM en esas profesiones, hoy esa cantidad aumentó al 25 por ciento (13 mil 500 alumnas) en las mismas carreras, de acuerdo con estadísticas del PUEG.
Sin duda, el dato, que registra un avance importante, es producto de las becas, oportunidades de empleo y docencia del PUEG, una “acción afirmativa” encomiable, de acuerdo con los estudiosos.
Y es que, aunque la presencia femenina continúa escasa en esas y otras carreras clave para el desarrollo de México -en Ingeniería Agrícola sólo hay 30 por ciento-, expertas consultadas aseguran que dejó de haber rezago femenino en la educación superior.
Así opinan Araceli Sánchez, de Inmujeres del Distrito Federal, e Hilda Rodríguez, coordinadora del Programa de Estudios de Género de la UNAM.
Ambas afirman que la mujer representa más de la mitad de los universitarios (55 por ciento de la población estudiantil y, por concurso de selección, 31 por ciento de 290 mil estudiantes) y que las oportunidades de iniciar una carrera son iguales para ambos sexos.
El ingreso de la joven a la educación superior, sin embargo, no está exento de obstáculos.
La etapa coincide con su deseo de tener hijos, y la estudiante termina enfrentada a una doble jornada, en situación de desventaja con respecto a su par masculino, en muchos casos, en calidad de madre soltera, sin obtener mayor apoyo del Estado o del centro de estudios.
Datos del INEGI calculan que 22.6 por ciento de las mujeres de 18 a 19 años son madres solteras y 75 por ciento de las estudiantes de entre 20 y 29 años en etapa de formación familiar desean tener un hijo.
El escenario se complica con el vacío de medidas contra la carencia de guarderías, de seguridad social y de segundas oportunidades académicas para las jóvenes madres solteras, explica Sánchez. Además del tic-tac del famoso “reloj biológico” de la mujer, los prejuicios aprendidos y difundidos sobre las carreras “femeninas” y “masculinas” tampoco ayudan a aumentar el número de féminas que optan por convertirse en físicas o expertas en matemáticas.
En efecto, la apertura universitaria se ha enfrentado al longevo estereotipo de la mujer “abnegada, tierna y sacrificada”, afirma Gustavo de la Vega Shiota, sociólogo e investigador en el Centro de Estudios Básicos en Teoría Social de la UNAM.
PREJUICIOS
También es cierto que muchas veces los padres no dejan que las mujeres estudien, recuerda el experto, ya que prefieren que las jóvenes ayuden en casa, ya sea trabajando o colaborando en las labores domésticas, su papel tradicional.
Hace 30 años, la mujer era responsable de repetir este patrón, al reproducir esos valores en el terreno laboral, concentrándose en estudiar carreras “femeninas” como enfermería o trabajo social, donde ella podía “tratar de ayudar y aliviar el dolor”.
Fue al principio de la década de los setentas, cuando las féminas empezaron a estudiar en la facultad de ingeniería, que sus compañeros “les chiflaban y gritaban; era un trato francamente grosero y agresivo”, en palabras del investigador.
Una década después, con el movimiento feminista como bandera de cambio, las aulas de carreras como periodismo y ciencias de la comunicación fueron abarrotadas por las féminas y ahí, hoy en día, las estudiantes triplican a los varones.
De esa manera, ellas demostraron su capacidad, recuerda De la Vega, y el PUEG ha sido, y es, “un gran apoyo” para muchas, incluyendo la astrónoma Julieta Fierro, por ejemplo, es sólo una de las muchas mexicanas destacadas en campos “masculinos”.
Como ella, otras científicas han sido reconocidas por Inmujeres, como Blanca Jiménez, investigadora del Instituto de Ingeniería de la UNAM; Marcela Beltrán, del Instituto de Investigaciones Materiales y la biotecnóloga María del Socorro Flores.
Así, féminas sobresalientes en sus carreras tienen la responsabilidad de impulsar a otras, así como los institutos dedicados a la mujer en el país, en lo que sería un acto de “toma de conciencia y educación” para la sociedad, recomienda Sánchez.