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Ayuda plan a inmigrantes a estudiar y adaptarse

AP

El programa se estableció hace más de 40 años por el presidente Lyndon Johnson para combatir la pobreza.

Alejado de su México natal y abrumado por un idioma extraño, Jorge Lua-Ildefonso se sintió miserable en su primer día de escuela secundaria en Estados Unidos hace cinco años. No estaba seguro de que pudiera pasar de su primera semana en el octavo grado.

“Tenía miedo porque era mi primera vez”, dijo el muchacho de 18 años. “Era terrible. No podía entender lo que se suponía debía comprender, lo que estaban diciendo”.

Pero superó la barrera del idioma y se graduó en la secundaria este mes gracias a un programa que ayuda a educar a los hijos de los trabajadores inmigrantes, quienes suelen pasar de una escuela y de un estado a otro en busca de trabajos de temporada en agricultura, tambos e industrias de procesamiento de pescados y otros alimentos.

Lua-Ildefonso y otros 161 estudiantes inmigrantes completaron exitosamente su escolaridad este año en Pensilvania después de recibir instrucción extra por medio del programa nacional de educación de inmigrantes, establecido hace más de 40 años en medio de los esfuerzos del presidente Lyndon Johnson por combatir la pobreza.

Los educadores dicen que las historias de estudiantes como Lua-Ildefonso demuestran qué motivados están muchos jóvenes hispanos, asiáticos y de otras procedencias para asimilarse y seguir los pasos de los inmigrantes que los precedieron.

El programa, que sirve a cientos de miles de niños, brinda a los alumnos una oportunidad equitativa de éxito en la universidad y en el empleo, permitiéndoles aprovechar el esfuerzo que hicieron sus padres cuando viajaron cientos o miles de kilómetros (millas) desde su hogar en busca de una vida mejor, dicen los educadores. El programa acepta a niños aunque sus familias hayan entrado ilegalmente al país.

“Es una población trabajadora interesada en concretar el sueño estadounidense”, dijo Alex Goniprow, director interino del programa federal. “Alientan expectativas ambiciosas para sus hijos y ven este programa como una oportunidad para que la próxima generación supere en algo a la anterior”.

El Gobierno Federal dedica unos 380 millones de dólares a la educación de los inmigrantes en forma de subsidios a los estados, que administran los programas y pueden suplementar las subvenciones con sus propios fondos.

La historia de Lua-Ildefonso comenzó en Michoacán, donde toda la familia vivía en la granja de sus abuelos. En una movilización típica de las familias emigrantes, su padre Joel fue el primero en llegar a Estados Unidos hace 17 años con la ayuda de algunos amigos, y pasó por “muchos lugares diferentes”, según el hijo.

Con el tiempo, le siguieron la madre y los hermanos menores. Jorge prefirió quedarse en la granja y no estaba muy convencido de juntarse a la familia cada vez que sus padres se lo sugerían.

Pero también extrañaba a sus padres, quienes insistían que la vida era mejor en EU. Con la ayuda de una tía pudo llegar en 2002 a Pensilvania, donde la familia se había radicado.

“En México veía que muchos de mis amigos estaban felices junto a sus familias”, dijo. “Yo era el único que no estaba con mis padres”.

Hoy, su hogar es un departamento de tres dormitorios a dos cuadras de la plaza del pueblo en New Oxford, un barrio pequeño de unos mil 700 habitantes calificado como “la capital de las antigüedades en el centro de Pensilvania”. Su madre, Marta, se queda en la casa para cuidar de los cuatro hijos mientras su padre recoge manzanas; cuando no hay trabajo agrícola, labora en la construcción.

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