El padrón de vendedores ambulantes de comestibles en esta ciudad es de entre 600 y 800 puestos o comercios semifijos.
El Siglo de Durango
La vigilancia de la comida callejera no se detendrá a causa de la saturación de los laboratorios químicos privados. El Municipio informó que ha signado un convenio con la Escuela de Ciencias Químicas de la UJED con ese propósito.
Alejandro Campa, director de Salud Pública y Medio Ambiente, reconoció que hay saturación en el trabajo con los laboratorios contratados por el Gobierno Municipal para la revisión de la calidad de las muestras de alimento.
El funcionario señaló que el convenio con la institución universitaria implicará incluso un ahorro para los particulares a los que se les revisa la comida que preparan en la vía pública.
FOCOS ROJOS
Indicó que en lo que respecta a los focos de mayor atención para la Dirección de Salud Pública y Medio Ambiente, son los puestos de hamburguesas y los negocios de tacos, pues son además los giros de comida que más abundan en Durango.
Al señalar que el padrón de vendedores ambulantes de comestibles en esta ciudad es de entre 600 y 800 puestos o comercios semifijos, mencionó que sigue el ritmo de levantar tres o más muestras de alimentos por día para su verificación.
Sin embargo, tras la firma del convenio con Ciencias Químicas de la UJED existe la posibilidad de aumentar la carga diaria de trabajo y de que resulte menos costosa cada prueba de laboratorio, al bajar de 500 a 280 pesos promedio.
Realidad
Sin higiene, con materia prima de dudosa procedencia, algunos hasta huelen mal, pero los alimentos callejeros, con la complicidad de las autoridades municipales y de Salud, han proliferado en Durango.
Son un riesgo para la salud, pero no importa, son baratos y el aumento en el consumo de esos productos ha alentado la instalación (con o sin permiso) de más comerciantes cada día, según los recorridos hechos por El Siglo en varias épocas del año.
Los vendedores de tacos, tortas, gordas, fruta y otros productos que se expenden en la calle, muchos en el centro de la ciudad, respetan a medias los ordenamientos de salud del Municipio.
Casi ninguno porta un cubrepelo, muchos de ellos se observan desaseados, los alimentos están a la intemperie, pero la autoridad municipal tampoco les exige.
