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Beben cerveza 12 horas seguidas

Llevan a cabo en Brasil "Maratón etílico y cultural".

EFE

Río de Janeiro.- Gordos, flacos y otros que no lo son tanto chocaron sus vasos de espumosa cerveza fría en un ruidoso brindis, el primero del "Maratón etílico y cultural" de doce horas seguidas que llevó a 29 hombres de entre 25 y 70 años por nueve bares y restaurantes de Río de Janeiro.

Estos adoradores de Baco cariocas están lejos, muy lejos, del biotipo de los atletas que se entrenan para la gran prueba de aliento de 42,195 kilómetros de distancia.

Para competir en la tercera edición del maratón etílico y llegar sin desfallecer a la meta, salieron de sus casas "dopados" con generosas dosis de "amor, alegría, buen humor, afinado paladar y camaradería", dijo el economista Oswaldo Montes, uno de los veteranos.

Así se resume la filosofía del grupo "cultural y recreativo" que el sábado cumplió su tercer maratón etílico, tras surgir hace un año donde los cariocas suelen tratar asuntos de toda índole: alrededor de la mesa de un bar.

A las diez de la mañana de un día de sol abrasador, que invitaba a la playa, los "maratonistas", uniformados con camisetas rojas, comenzaron su experiencia en un tradicional bar de Ipanema.

El ruidoso brindis y un grito de guerra dieron la partida a una ronda por nueve establecimientos en un trayecto aproximado de 82 kilómetros entre los barrios de Ipanema, Leblón, Copacabana, el centro de la ciudad, Benfica, Santa Teresa y Lapa.

La samba explotó con las primeras notas de un "cavaquinho", una pequeña viola de cuatro cuerdas que se acompañaba de varios instrumentos de percusión, mientras nuevos vasos de cerveza eran consumidos con placer y entre carcajadas.

Así como Filípides, el soldado griego que murió en el siglo V antes de Cristo tras correr sin descanso desde la localidad de Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria sobre los persas, los "maratonistas" etílicos brasileños se dispusieron a entregar el último aliento hasta cumplir su recorrido, pero en autobús.

"Como las consignas son beber sin preocupaciones y apreciar sin prisa las delicias que ofrecen los bares seleccionados, lo más responsable es poner nuestra seguridad en manos de un conductor profesional", explicó Mauricio Lobo, presidente del grupo, que no acepta mujeres "por una cuestión de principios".

"Todos sabemos que donde bebe un hombre no siempre hay una infraestructura adecuada para recibir a una mujer, como un baño limpio, una silla cómoda o clientes respetuosos", precisó Lobo.

Para demostrar que la ausencia femenina no tiene una motivación machista, los "maratonistas" etílicos han aceptado introducir en su liturgia un "arribo apoteósico" a la meta con la presencia de "novias, esposas o amigas".

"No hay exclusión. Ellas saben que son importantes para nosotros y que la fiesta continúa al final de la jornada", dijo uno de los más novatos del grupo, apodado "Batata".

Mientras llegaba el momento apoteósico, en el que cada participante debía haber bebido, como mínimo, veinte vasos de cerveza, la romería iba de Ipanema a Leblón y de allí a Copacabana.

A cada parada degustaban desde cabrito o pasteles de bacalao, camarón y queso, hasta costillas al vapor, y bebían "chopes", vasos de 300 mililitros llenos de cerveza, rubia o negra, extraída a presión de barriles a baja temperatura.

Para justificar que la jornada etílica "también es cultural" el "maratonista" capaz de convencer a los responsables del grupo para introducir en el recorrido la visita a un determinado bar debía explicar a sus compañeros la historia del establecimiento y su aportación a la vida bohemia de la ciudad.

Durante el trayecto en autobús, la samba surgía con fluidez de las gargantas ávidas de lúpulo de cebada.

Ya en el centro de la ciudad, los participantes pasaron ante la iglesia Nossa Senhora do Carmo da Antiga Sé (1761-1808), escenario de la coronación del emperador Pedro I, donde yace una urna con parte de las cenizas del descubridor portugués Pedro Alvarez Cabral.

A pocos pasos, los alegres peregrinos llegaron frente a otra iglesia, la de Nossa Senhora da Lapa dos Mercadores, inaugurada en 1750, y su sed quedó saciada junto a la imponente edificación de Santa Cruz dos Militares, erguida entre 1770 y 1811.

"Este es un espectáculo etílico y gastronómico que va de la mano con la cultura", decretó solemne, vaso en mano, con atropelladas palabras al llegar a la meta, el ingeniero informático José Augusto Catalano.

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