Luis Berlanga trabaja en México como taxista a pesar de tener dos maestrías y ser candidato a doctor en economía política internacional. El Universal)
Las becas son una opción de trabajo remunerado para los jóvenes que decidieron no salir nunca de la escuela, pero tampoco eligieron el camino fácil.
El cerrado mercado laboral del país hace que las becas sean una opción de sobrevivencia para los egresados de carreras universitarias que se convierten en los eternos estudiantes. Los de calificación perfecta, desde la primaria hasta el doctorado. Para ellos estudiar es un trabajo. Decidieron nunca abandonar la Universidad, incluso un 85% de ellos al concluir sus estudios pasa de alumnos a docentes y de docentes a investigadores.
Las becas son una opción de trabajo remunerado para los jóvenes que decidieron no salir nunca de la escuela, pero tampoco eligieron el camino fácil, pues la mayoría optó por hacerse expertos en áreas en las que el empleo es escaso en el país: las artes o la investigación científica y social.
En México hay dos tipos de becas, por merito o por necesidad, pero incluso en esta última nadie se salva de cumplir con un currículo envidiable. Así que cualquiera que sea la intención de un estudiante que quiere una beca debe cumplir con todos los requisitos y obtenerla no es sencillo, pues por cada beca que ganan hay dos que les fueron rechazadas.
“Estar becado no es estar de vacaciones, como muchos piensan”, dice Cristina Rincón una sonorense de 31 años que vive en Viena y trabaja ocasionalmente para la ONU, además de escribir sus propios proyectos. Ha obtenido unas 10 becas en toda su vida, las cuales la llevaron de Sonora a Monterrey y de ahí a Japón.
Cristina explica por qué ha vivido de las becas: “cuando tienes pasión por algo y no hay empleos exactamente de eso, uno opta por tener becas, son como un contrato de trabajo y a veces hasta ganas menos becado que con un empleo fijo, pero tienes la satisfacción de avanzar en tu propio camino, como artista o investigador, en el mejor de los casos esas becas después retribuyen a la sociedad su inversión”.
Un becado por la Unidad de Posgrado de la UNAM en maestría percibe alrededor de 7 mil pesos mensuales y en doctorado 9 mil pesos, solamente pueden realizar 4 horas remuneradas en la docencia o investigación.
El Conacyt da a los becarios nacionales en maestría 6 mil 800 pesos y en el doctorado 9 mil 100 pesos mensuales si estudian dentro del país, para los que van al extranjero la beca es de mil dólares mensuales o lo equivalente, según el país, aunque sólo pueden trabajar hasta 8 horas pagadas como asistentes de profesor.
México produce mil 500 doctores al año, según Luis Gil, director de formación de científicos y tecnólogos de Conacyt.
“Para ellos hay 3 mil plazas de profesores en las universidades de los estados de la República como parte del Programa de Mejoramiento de Profesorado de la Secretaría de Educación Pública, sin embargo muchos de los doctores no encuentran empleo porque quieren trabajar en la Ciudad de México y las plazas aquí ya están ocupadas”, dice.
Según Luis Gil, un doctor percibe en una Universidad entre 30 mil y 50 mil pesos mensuales. “Así que vale la pena estudiar más de 25 años, pues esos sueldos en un país como México no los percibe cualquiera”, dice.
Asegura que aquellos que cuentan con maestría tienen un salario de 30% más respecto a quienes solamente tienen licenciatura y un 50% más cuando concluyen el doctorado.
Luis Felipe Lomelí de Guadalajara tiene 33 años y ha estado becado desde la primaria hasta el doctorado. Sólo ha tenido un empleo formal durante tres años como docente, los otros 30 se ha dedicado a dos cosas: leer y escribir.
Ahora estudia un doctorado en Ciencia y Cultura en Madrid. Hizo la licenciatura en el Tecnológico de Monterrey en ingeniería física, una maestría en La Paz, Baja California y dice que de no ser por las becas nunca hubiera tenido la posibilidad de estudiar y que seguramente no hubiera llegado ni a la secundaria.
Desea regresar a México y convertirse en investigador de alguna institución educativa. “Ya después de que mantuvieron tantos años pienso retribuir a mi país”. Él siempre supo que estudiaría 28 años seguidos lo que no sabía es que iba a ser gratis.
Cristina Rascón confiesa que sus becas empezaron a los 18 años cuando entró a estudiar al Tecnológico de Monterrey. Ella trabajó un año en la Secretaría de Economía al concluir su licenciatura, pero eso del trabajo se le dio menos, así que decidió seguir preparándose en Japón en una maestría en economía política.
En 2005 se ganó dos becas de literatura y en 2006 tuvo una beca en Tijuana. Ahora trabaja en las Naciones Unidas en Viena de consultora independiente y no tiene ninguna beca. “Desde que se me acabó la maestría no tengo un ingreso estable”.
Ha aplicado para 30 becas y ha recibido 10. Luis por cada beca otorgada ha sido rechazado en tres. Ambos coinciden en que tiene su grado de dificultad, pues hay que tener el currículo adecuado y demostrar que sus proyectos servirán de algo, además de que deben demostrar que tienen la experiencia en el área de estudio.
¿Cuántos quieren vivir de sus becas?
Al año, la UNAM recibe 900 solicitudes de beca y el Conacyt 8 mil. Los jóvenes que quieren vivir como Cristina y Luis Felipe tienen un perfil común: son de excelencia académica y son menores de 35 años, en su mayoría.
José Luis Palacio, director general de la unidad de posgrado explica que la UNAM realiza dos convocatorias anuales, una por semestre. “Otorgamos 700 becas anuales para maestría y doctorado”, dice.
Así que hay un grado de aceptación del 80% de quienes las solicitan. Los requisitos son un promedio de 8.5 en la licenciatura o maestría y un proyecto de trabajo avalado por un tutor.
En el Conacyt llegan en promedio 2 mil 100 solicitudes anualmente para estudiar en el extranjero y 6 mil para estudiar en México ya sea maestría o doctorado. “Se aceptan un 75% de las becas solicitadas, los requisitos los exige cada universidad”, dice Luis Gil, director de formación de científicos y tecnólogos de Conacyt.
Las becas por desesperación se dan poco. Tanto la UNAM como el Conacyt saben que hay jóvenes que buscan una beca como salida al desempleo, sin embargo, ambos tienen filtros para que esto ocurra cada vez menos.
Para José Luis Palacio un 5% de los estudiantes que solicitan beca los hace porque no tienen empleo. “Es un fenómeno que se da por ciclos, cuando hay cambio de Gobierno, por ejemplo, llegan personas que piden becas porque los despidieron de sus empleos y también hay gente que busca las becas porque no tiene trabajo”, dice.
Asegura que la UNAM cuenta con filtros para detectar a aquellos estudiantes que quieren la beca como antídoto al desempleo. “Si desde la solicitud vemos que quienes aplican acaban de abandonar su trabajo no los contemplamos, aunque hay unos descarados que de pleno sí llegan y nos dicen que no tienen trabajo y que necesitan el dinero de la beca, por supuesto que no les damos nada”.
Este año 19 mil 390 estudiantes jóvenes en México y casi 30 mil en el extranjero están viviendo literalmente de sus becas.