Borges afirmaba que la Biblioteca es interminable. En su relato la Biblioteca de Babel escribió: “Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogo, ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací”.
Emerson, nos cuenta el mismo Borges, decía que una biblioteca es una especie de caverna mágica llena de difuntos. Y la única manera en que esos difuntos renacen o son devueltos a la vida, es cuando abrimos sus páginas.
En nuestra ciudad contamos con 16 bibliotecas, cavernas mágicas, que esperan que sus libros sean abiertos, devorados, leídos, hojeados por los torreonenses.
Qué mejor que las vacaciones y el verano largo y caliente, para que nuestros niños y jóvenes dejen que su inteligencia vague, que se les despabile el entendimiento y se les alumbre la inteligencia. Que la lectura sea una opción para los jóvenes, aunque parezca yo muy ilusa, estoy segura que no hay un padre de familia que no quiera que sus hijos pasen las horas soñando, imaginando, viajando por las páginas de un libro.
Casi cien mil volúmenes esperan que algún lector los baje de su anaquel, los desempolve, los abra y se deje llevar por las palabras. Que ocupe así sus horas y sus días de vacaciones. Las bibliotecas de la ciudad esperan a sus lectores.
Volviendo a Borges, el escritor se consideraba esencialmente un lector. Decía que se había atrevido a escribir, pero que era más importante lo que había leído. Y vaya que leyó desde muy niño y siendo director de la Biblioteca Nacional en Buenos Aires, a pesar de que sus ojos ya no le respondían fue un gran lector. De ahí la importancia de que nuestra ciudad cuente con espacios para los libros, que nos distingamos por ser, no una ciudad de casinos y lugares de juego, sino de bibliotecas y libros, que nuestras autoridades se preocupen por mantener y cuidar estos espacios, para que se vean llenos de lectores y visitantes.
En el Torreón de 1924 existía ya una pequeña biblioteca pública, que fue la primera biblioteca municipal. Según nos narra el licenciado Homero del Bosque en el libro Semblanza Histórica de Torreón, ésta era un cuartito humilde y falto de comodidad, con dos estantes para los libros y en el centro una mesa larga que acomodaba ocho sillas.
En 1945 se construyó en la Alameda el edificio que albergaría la Biblioteca José García de Letona, misma que a la fecha, continúa siendo la más grande tanto en espacio como en acervo. Por muchos años fue la única biblioteca pública que existió en la ciudad.
La Biblioteca de la Alameda como también se le conoce tiene un acervo de 18 mil libros. El número de usuarios varía de acuerdo a la época del año. En tiempos de exámenes, en los meses de mayo y junio recibe un promedio de 200 usuarios por día, de los cuales más de la mitad son estudiantes de secundaria y preparatoria. Estos jóvenes por lo general acuden a consultar para hacer las tareas. Sin embargo, los bibliotecarios tratan de retenerlos e involucrarlos en la lectura de libros de literatura, novelas, cuentos o de historia o de ciencia para que además la lectura les ofrezca una manera gozosa de ocupar su tiempo libre.
Para tristeza de la persona que me atendió en la García de Letona, en los meses de vacaciones el número de visitantes baja. Aunque el programa Mis vacaciones en la biblioteca atrae a más de cincuenta niños que pasan su tiempo libre entretenidos entre los libros.
La ciudad cuenta ahora con más bibliotecas en las colonias de la periferia y en todos estos espacios se ofrece el programa en forma gratuita. Esto permite que los niños y jóvenes puedan encontrar cerca de sus casas una de las bibliotecas de la red.
Cinco de estas bibliotecas incluyendo la de la Alameda, cuentan ya con módulos de servicios digitales donde se pueden hacer consultas por Internet, además proporcionan cursos gratuitos de computación. Me quedé admirada del Módulo para invidentes. Éste funciona con una computadora con el programa de PC voz, mediante el cual el invidente puede disfrutar de un libro tan extenso y tan solicitado como Cien Años de Soledad, que a propósito está celebrando sus primeros cuarenta años de vida.
El bibliotecario me cuenta que a Cien años nunca le ven ni el polvo. Tienen tres volúmenes y siempre están de préstamo. El servicio de préstamo a domicilio es por una semana, así que la novela del Gabo no descansa. ¡Qué maravilla!
Otro de los servicios más solicitados es la lectura del periódico. Diariamente llegan a leerlo un público cautivo y constante de adultos en su mayoría. También se cuenta con una hemeroteca que es consultada por numerosas personas que se pasan las horas hojeando los periódicos y releyendo noticias de otros tiempos.
No cabe duda que el mundo de las bibliotecas puede ser mágico y laberíntico, entretenido y gozoso, ensanchador de horizontes y de visiones, universo inspirador de ideas y pensamientos. Qué afortunados los torreonenses de este tiempo que cuentan con esas bibliotecas y algunas más en otros espacios como museos y universidades donde es aconsejable que los jóvenes se den una vuelta y aprovechen este tiempo de vacaciones. No se van a arrepentir. Quien crece en el hábito de la lectura será poseedor de un tesoro que nunca nadie les podrá arrebatar.
A las autoridades sólo les pediría que se den también una asomada y no las descuiden. Que al contrario les den más recursos para hacerlas más cómodas y atractivas. Torreón bien vale, no una Vasconcelos, sin duda, sino una mejor y más bien hecha, para celebrar sus cien años. Tampoco se van a arrepentir, al contrario, como dice Borges: la esperanza habrá de alegrarnos y las bibliotecas perdurarán.