La noticia fue breve, pero importante y trascendente: El grupo industrial LALA anunció a los agricultores y ganaderos establecidos en la zona de El Hundido en la región de la Paila, su firme decisión de no comprar la leche que producen, con el fin de proteger la recarga acuífera de la reserva ecológica de Cuatrociénegas, única en el mundo.
Tal determinación, dijo el vocero de la empresa, corresponde a un compromiso de LALA con la conservación del medio ambiente y especialmente por tratarse de una reserva natural de alta calidad que requiere ser protegida a cualquier precio, ya que su flora y fauna poseen características de cuyo estudio derivará un mejor y más completo conocimiento científico sobre el desarrollo de la humanidad a través de los siglos.
Desde hace varios años se había establecido una cerrada polémica entre los agricultores que siembran alfalfa en El Hundido destinada a la alimentación del ganado vacuno contra un grupo de tenaces defensores del medio ambiente, encabezados por la doctora Valeria Souza, investigadora del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, quienes denunciaron la citada explotación agropecuaria como una objetiva amenaza contra la secular reserva hidrológica de Cuatrociénegas, ya para entonces objeto de continuo interés y estudio para científicos e investigadores de todo el mundo. Los agricultores creían y sostenían la no-conectividad de su zona de explotación acuífera con aquel pequeño y maravilloso mar emergido en pleno desierto del Norte de Coahuila, continente de especies marinas de singular importancia arqueozoológica.
Enseguida se llevaron a cabo estudios profundos sobre la interconexión subterránea de las dos regiones desérticas, aunque siempre surgía, renovada, la disputa argumental. ¿La explotación del acuífero en El Hundido perjudicaba al área protegida de Cuatrociénegas? La empresa LALA, principal interesada en mantener su producción de lácteos, consultó con expertos en el tema y a pesar que éstos adujeron que no existían suficientes pruebas de conexión entre ambos acuíferos, el grupo LALA decidió cortar de tajo y aceptar la existencia real del riesgo ecológico; así que suspendió la compra de leche a los agricultores que cultivaban alfalfa en El Hundido.
Este columnista, lo habrán notado mis amables lectores, no es un especialista en el tema, aunque sí un tunde-máquinas preocupado por los problemas ambientales de nuestro gran hogar que es Coahuila. Creemos que nada hay que debamos cuidar más que el medio físico y social en que vivimos, sobre todo en tiempos en que hay científicos conscientes y alertas de las repercusiones nocivas que el abandono de la salud comunitaria y las agresiones a nuestra ecología pueden provocar, ahora y siempre.
Uno necesita confiarse en ellos. No son ?ecolocos? como peyorativamente los designan algunos irresponsables. Se constituyen en verdaderos guardianes del ambiente en que vivimos, nacen nuestros hijos y se desarrollan nuestras familias. Devienen pertinentes, oportunos y constantes acusadores de los irresponsables agresores de nuestro medio y de las sordas autoridades que nada hacen por evitar y castigar dichas agresiones: la basura acumulada en nuestras calles, los deshechos plásticos y aluminosos que sirven de contenedores a refrescos y alimentos líquidos, los humos contaminantes de los motores de combustión interna y el humo dañino del tabaco, las expelencias industriales, las contaminadas aguas negras, las llantas quemadas y todo lo que en una palabra atenta contra la salud humana.
Creemos en la buena fe de la decisión tomada por el grupo LALA respecto a la explotación del agua para fines agrícolas en El Hundido. Tal hecho convierte a la empresa agroindustrial en patrona de Cuatrociénegas y protectora de su riqueza arqueozoológica. Un ejemplo a seguir por la industria que contamina en cada ciudad de nuestro México. Bien por LALA.
