EL UNIVERSAL
MEXICO, D.F.- Cuauhtémoc Blanco es más que nunca el América y no al revés. A sus 33 años, Blanco es la arteria vital en un equipo decadente, único capaz de salvarlo de una derrota cantada en el Interliga, como lo hizo ante Tecos con gol de tiro libre o convertir un torcido 0-0 en un 2-0 con goles suyos, para tener a las Águilas con un pie en las finales por un boleto a la Copa Libertadores.
Nada nuevo para los emplumados, quienes padecen una aguda Temodependencia desde la segunda mitad de la década pasada.
Así ha sido desde 1998. Basta recordar que tuvo que ser Cuauhtémoc en el torneo de Invierno de ese año, quien rompiera un ayuno de 18 años (desde 1982 con Norberto Outes) de campeones de goleo en América, cuando convirtió 16 goles y puso tres pases para gol que significaron 20 puntos para unas alicaídas Águilas que apenas sumaron 22 unidades.
Peligrosa tendencia americanista que extraña al Temo más que a su propia playera. Por eso no fue raro que los amarillos se perdieran en la mediocridad, marginados de la Liguilla en el torneo de Apertura 2004, mientras Blanco llevaba al superliderato a los Tiburones del Veracruz que entraron sin problemas a la Liguilla. Y si su ausencia cimbra cada cimiento en Coapa, sus lesiones dan escalofríos a técnico y directivos.
Sucedió en el torneo de Clausura 2006, cuando un disminuido Blanco no pudo convertir ni un gol en 17 fechas y América no pudo meterse a la Liguilla por el título, con todo y que en la ofensiva se presumía la presencia de Claudio López y Kléber. La búsqueda de un sucesor ha sido por demás infructuosa. Más de 40 extranjeros, volantes o delanteros, han vestido de amarillo, pero siempre han fracasado a la hora de intentar llenar la playera del 10.
Lo mismo mundialistas, como el rumano Illie Dumitrescu o los argentinos Leo Rodríguez y Claudio López, que internacionales como el brasileño Djalminha o el colombiano Frankie Oviedo. Ni siquiera entre los más consagrados valores nacionales como los mundialistas Ramón Ramírez y Alberto García Aspe se encontró alguien que llenara los zapatos de Cuauhtémoc.
Así como el trinitario Ancil Elcock cazó a Blanco en un partido de la Selección Mexicana y le estropeó una rodilla, hoy el reloj acecha al artillero y le cobra factura. Su velocidad se ha ido. Su picardía se mantiene intacta, pero las piernas no responden como los resortes que antaño eran. A pesar de lo anterior, a Blanco le sigue alcanzando para ser todo el América, equipo que palidece nada más saber que su esencia amenaza con sucumbir ante el único zaguero que, parece, puede detenerlo: el tiempo.