Dice el anuncio del Nacimiento de Cristo: Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad. La expresión implica la voluntad en su significado gramatical como capacidad de determinarse a hacer o no hacer algo y como consecuencia, más allá de un simple deseo, enuncia un compromiso.
En el Antiguo Testamento, de este compromiso surge el pacto entre el Patriarca Abraham y Dios Padre, como fuente cultural generadora de los sistemas sociales, religiosos y políticos que fundan la convivencia humana en reglas cuya existencia y cumplimiento, dependen de un acuerdo de voluntades (y consiguiente compromiso) entre los involucrados.
Este principio de sabiduría es válido tanto para creyentes como para no creyentes, porque al fin y al cabo del acuerdo de voluntades surgen las posibilidades de gobierno en cualquiera sociedad. Todo sistema político requiere un pacto de convivencia tanto entre gobernantes y gobernados, como de los distintos actores del gobierno y de la sociedad entre sí.
En la Edad Media se enfatiza la conveniencia advertida desde años atrás, de contener las reglas que rigen a la sociedad en normas escritas de observancia general, que regulen incluso el proceder de los reyes. De la lucha por la titularidad de la soberanía como factor esencial del poder político surgen las constituciones, modernas cartas de compromiso en los que las sociedades contemporáneas vierten el modelo legislativo que corresponde a su voluntad de gobierno. De ahí la importancia de los acuerdos y de la insistencia de los pensadores al respecto.
En nuestro tiempo, el plano internacional, urge un nuevo orden mundial que a partir del respeto a la dignidad de la persona humana, ofrezca un equilibrio entre los derechos del individuo y los derechos que corresponden a las comunidades intermedias regionales y nacionales, en el marco de la convivencia global.
En el plano nacional, México necesita con apremio que su clase política deponga la actitud beligerante que tiene a Gobierno y Sociedad inmersos en una suerte de guerra fría, a partir del desacuerdo (de voluntades) alentado por algunos con toda premeditación y por sistema.
Se requiere el avenimiento de los actores políticos a fin de lograr los acuerdos que requiere la vida pública del país, en temas tan variados como la designación de los Consejeros del Instituto Federal Electoral, o la Reforma Energética.
Esta colaboración es posible si no por virtud, al menos por estricto requisito de sobrevivencia, como lo demuestra el acuerdo de voluntades asumido en la reciente reforma constitucional, que prohíbe a los funcionarios públicos la promoción de su imagen. Esta saludable reforma, es fruto de un momento de lucidez de nuestros políticos, asustados de sus propios excesos.
El ámbito regional no es la excepción, después de dos años de confrontación entre los poderes estatales y municipales en nuestra ciudad de Torreón y Estado de Coahuila por razones de mezquina disputa por espacios políticos, se advierten los daños causados por el desacuerdo en virtud de lo cual, la colaboración y el trabajo en equipo se plantean como exigencia y condición de viabilidad para el desarrollo de la Comarca Lagunera.
Esta colaboración y trabajo en equipos son posibles, con una simple operación de buena voluntad es decir, con la sola determinación de los funcionarios responsables de la marcha de Estado y Municipio, aplicada en el sentido de hacer lo necesario al respecto.
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