El presidente de Estados Unidos, George W.Bush (der.), atiende a los periodistas durante el encuentro que mantuvo con los líderes del Congreso estadounidense en la Casa Blanca, en Washington, Estados Unidos, hoy martes 11 de septiembre. (EFE)
La decisión de reducir 30 mil soldados en Irak de aquí al verano, que anunciará el presidente George W. Bush esta semana, va en la dirección que reclama la mayoría de estadounidenses, pero está lejos de ser lo que los demócratas quieren.
Bush, hará pública su decisión en un mensaje a la nación que pronunciará probablemente el jueves, en línea con las recomendaciones que hizo el lunes en el Congreso el general David Petraeus, jefe de las fuerzas de EU., en Irak.
La reducción de los 30 mil soldados dejaría a unos 130 mil militares estadounidenses en suelo iraquí a mediados de julio, la misma cifra que había en enero pasado, cuando Bush decidió acometer una escalada en el despliegue de tropas.
Pero nueve meses después de esta escalada, la Casa Blanca se ha visto obligada dar un giro en su estrategia, influida por el clamor popular cada vez mayor en contra de la guerra y la presión del partido demócrata, que exige la completa retirada de las tropas.
En puertas de un año electoral, la Guerra de Irak se ha convertido en el punto central de la discusión entre el partido demócrata, que posee mayoría en el Congreso, y el republicano, que que se muestra dividido en su apoyo a la Casa Blanca.
Por ello, la comparecencia de Petraeus en el Congreso cobró una gran relevancia, ante la constancia de que sus recomendaciones y sus análisis de la marcha de la contienda marcarían el inicio de un cambio en la estrategia de la Casa Blanca.
Para los que esperaban un giro de 180 grados en la estrategia iraquí, la retirada de 30 mil soldados que se anunciará esta semana supone un movimiento moderado del presidente Bush, que logra con su decisión atender las demandas populares, pero sin satisfacer completamente las aspiraciones demócratas.
El hecho de que esta medida se complete en julio de 2008, a solo unos meses de las elecciones presidenciales, revela, además, la disposición de Bush de dejar para su sucesor la complicada decisión de la retirada de Irak.
Pero por el momento, la Casa Blanca ha decidido que el repliegue estadounidense sea limitado, en línea con lo defendido en el Congreso y en el Senado por el general Petraeus y por el embajador de Estados Unidos en Irak, Ryan Crocker, partidarios de una presencia "a largo plazo" en el país árabe.
Pero la comparecencia en el Congreso de los dos representantes en Irak, el lunes y el martes, no fue un camino de rosas, al tenor de las muestras de escepticismo y frustración de algunos congresistas y senadores, además de los gritos de protesta lanzados por algunos pacifistas, que fueron desalojados de la Cámara.
El martes, en el Senado, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores, el demócrata Joseph R. Biden, aseguró que los estadounidenses no pueden soportar una "guerra sin fin" en Irak, por lo que es el momento de "pasar la página" y "traer las tropas a casa".
Desde el lado republicano, también hubo mensajes de impaciencia, como los del senador Richard Lugar, quien apuntó que a estas alturas del conflicto no les resulta "suficiente" que la Administración les pida paciencia.
"Necesitamos ver que existe una estrategia" que permita cambiar la situación actual, sostuvo.
Mientras, Bush y sus principales asesores se reunieron con los líderes de ambos partidos en las dos cámaras legislativas.
"Creo que es muy importante que antes de que tome una decisión consulte con los líderes de la Cámara y el Senado", dijo Bush antes del encuentro.