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Bush y Chávez, la pugna por AL

Genaro Lozano

La gira del Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, por cinco países de América Latina, incluido México, al mismo tiempo que la contragira que inició simultáneamente su par venezolano, Hugo Chávez, no ha sido más que un absurdo concurso de popularidad entre los dos líderes del continente que representan los polos opuestos ideológicos y de desarrollo, los mismos en los que América Latina ha buscado su destino en las pasadas tres décadas.

Las dos giras han sacado a relucir la división que persiste en la región en torno a cuál debe ser el papel del Estado en la procuración del bienestar social y económico para una región que arrastra los índices de desarrollo humano más desiguales del mundo. Por un lado, Bush no hace más que ofrecer la vieja receta que Washington ha impuesto a Latinoamérica: libre comercio, seguridad, poca intervención del Estado, competitividad y acceso irrestringido a los recursos naturales latinoamericanos. Por el otro, Chávez representa, más que ningún otro líder de la región, la apuesta por un modelo alternativo, también ya probado y con escasos resultados: el endeudamiento del Estado en aras de un mayor gasto social, la estatización de los sectores productivos, el control de los medios de comunicación y la supresión de un abanico de garantías individuales.

El contraste es más que evidente. Bush llega a América Latina tras seis años de ignorar los problemas de la región, con índices de aprobación muy bajos entre los latinoamericanos, con poco qué ofrecer y mucho qué demandar. El mandatario estadounidense llega además muy débil internamente, con un Congreso controlado por la Oposición, con la carrera presidencial adelantada, con un escándalo político que toca a su vicepresidente y con un desastre en la ocupación de Irak, factores todos que podrían hacer irrelevantes los últimos dos años de su mandato.

Por su lado, Chávez navega por la libre por Latinoamérica, tras casi 4 años de seducir a sus vecinos con cuantiosos préstamos, con índices de aprobación muy altos entre los latinoamericanos, con la cartera llena de petrodólares para ofrecer más asistencia a Bolivia, Brasil, Argentina y Nicaragua y Uruguay. El líder venezolano se mueve en Sudamérica como en el traspatio de su casa, con un poder presidencial ilimitado en Venezuela, con el Congreso controlado al cien por ciento por su partido político y presumiendo un modelo económico que ha logrado reducir la pobreza en casa y que está exportando a la región.

La visita de Bush a la zona no traerá consigo los resultados esperados. El texano necesita un verdadero milagro, o muchos miles de millones de dólares que no está dispuesto a gastar, para revertir su mala imagen entre los latinoamericanos. Chávez, arropado por la seducción de su retórica, ha conseguido sus objetivos. Robó cámara con sus marchas y sus anuncios de ayuda a los bolivianos y argentinos. La influencia del venezolano parece imparable, al tiempo que la de Bush se antoja irrelevante.

En su rápida visita a México, Bush ya no tendrá la sombra de Chávez que lo persiga, pero en el encuentro con el presidente Calderón no habrá grandes anuncios para la relación bilateral. Los temas que a México le importan (migración, TLCAN y asistencia al desarrollo) tendrán poco eco en las demandas que Bush viene a poner sobre la mesa (seguridad fronteriza, competitividad y reforma energética). El encuentro Bush-Calderón lo único que hará, que tampoco es poca cosa, es sentar el trato entre ambos presidentes en los años que vienen e inaugurar al embajador, Arturo Sarukhán, como el enlace formal entre ambos dignatarios.

Lo único que la región puede esperar es a que en el Congreso demócrata haya senadores y representantes más sensibles al descuido de la Administración Bush a la región y que en la próxima contienda presidencial estadounidense, América Latina, y México en especial, tengan un lugar relevante y serio en la discusión de los y las candidatas. Mientras tanto, Bush tiene la batalla perdida por América Latina y Chávez todas las de ganar.

El autor es miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales.

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