La educación abarca dos constantes de enseñanza: cómo convivir con y del entorno: los cazadores enseñan a los jóvenes a cazar, los pescadores a pescar, los agricultores a trabajar la tierra para cosechar, los ladrones a robar, los guerreros a guerrear, etc.; y cómo comportarse dentro y con el grupo social.
Estas enseñanzas o exigencias se dirigen especialmente a los retoños del conjunto social desde sus primeros pasos y son aceptadas comunitariamente porque tienden a sostener al individuo, a su comunidad y al entorno. De ahí que parezcan sospechosas las técnicas, las costumbres que pudieran atentar contra el probado buen éxito de los comportamientos relacionales entre el hombre y la Naturaleza y entre los hombres. Buen éxito en el sentido de que así se ha podido sobrevivir.
Siendo cambiantes entrono y población en calidad y cantidad, cuando tales cambios no son advertidos o se minimizan, sucede que al acrecentarse y hacerse manifiestos, se tornan amenazantes, planteando situaciones pasmosas sin encontrar pronta salida para ajustarse a la nueva realidad. Estos acomodamientos muchas veces toman siglos, en medio de contradicciones en ocasiones violentas.
El conocimiento de la Naturaleza y sus funciones y del cerebro y las suyas es incipiente. Se lanzan nuevas teorías y técnicas continuamente. Algunas funcionan, otras no; lo que crea perenne incertidumbre, sobre todo cuando se desconoce también las secuelas de su aplicación. Por ejemplo: la merma del petróleo se piensa compensar con el cultivo de toda planta que produzca etanol; hay que acaparar tierras, la industria automotriz “debe” crecer.
Si el negocio para cultivadores y constructores puede ser redondo ¿han previsto las consecuencias de su indudable éxito para sí y para todos? Si los grandes capitales ya están comprando miles de hectáreas incluso en la Amazonia, pulmón del mundo y región de sustento de cientos de pueblos, ¿Qué va a pasar?, ¿cuáles nuevas tierras se abrirán para la alimentación humana, cada vez más demandante e insuficiente, ¿los pastizales partidos capturan la misma cantidad de carbono que los bosques? Si se sabe que el desmonte de bosques tropicales, en los que subyacen suelos lateríticos, éstos se endurecen imposibilitando cosechas después de uno o dos años. Tampoco reproducirán el bosque primitivo.
Originalmente el papel defensivo-ofensivo ejercido por el hombre para resguardar su territorio y población, ha venido perdiendo coherencia. Hoy no es fácil percibir cuál territorio y cuál población defiende, pues “su” territorio pretende sea la Tierra entera. “Su” población debería ser entonces la Humanidad; pero si contempla la Tierra para su uso y abuso, y con el mismo criterio entran en juego las mujeres y los otros hombres, ambos disminuidos, sobreexplotados enajenados, la prevalecía masculina agresiva resulta desastrosa.
Disminuir lo que complementa en escindir la relación humana de entendimiento, de producción, de metas, de amor, de plenitud.
Lo femenino necesario llegó a ser exclusivamente la reproducción, sobre todo la de “su” familia, pero bajo el criterio de apoyo a la perspectiva excluyente y triunfalista masculina.
Esta discriminación, insisto, no es solamente de género, abarca toda la gente utilizable a la que se desprecia y anula, en conjunción con los bienes naturales.
Los tiempos, las costumbres, las opiniones sobre la vida siguen cambiando. Hoy nos sorprende la manera de pensar, la conducta de las nuevas generaciones. Están desplazando mucho de lo que se juzgó bueno -empezando por el matrimonio, no sé si solamente el monógamo–, pero es patente que gran cantidad de jóvenes de los dos sexos coincide en que es mejor el amor libre: los papeles comprometedores ya no hacen falta. Puede ser que no quieran comprometerse de ninguna forma o que firmas, sellos, testigos y papeles no aseguran el buen éxito de una relación; con o sin formalidades el individuo se ata o viceversa.
Quizá ello pueda apuntar al intento de una congruencia mayor; sin embargo, sus secuelas son imprevisibles individual y colectivamente, porque la alteración de un subsistema obliga a una reestructuración del sistema entero.
No pienso que tales jóvenes sean rebeldes sin causa. Quizá es que el sistema económico–político–social determinante de egoísmo e irresponsabilidad ha calado hasta el centro mismo del individuo resaltando su ego; en eso quedaría la responsabilidad.
Quizá implique una protesta ante la obvia inoperatividad e injusticia del sistema enorgullecido y engañado por triunfos técnicos y enriquecimiento excluyente.
¿Se puede olvidar que no es posible la existencia sin comunidad, sin justicia y equidad, sin bienes naturales?